El jefe de Gabinete de Alberto Fernández, Santiago Cafiero, no pierde la oportunidad de exhibir su escasa preparación, su pobreza argumentativa, la liviandad de su pensamiento. Uno puede imaginarse a Cristina Fernández revoleando los ojos y perder la paciencia.
Último ejemplo: la respuesta de Cafiero a Amnistía Internacional luego de que la organización pidiera al Estado que intervenga en Formosa ante las denuncias por supuestas violaciones de derechos humanos.
Cafiero no deja gaffe sin cometer. Algunas son menores. Pero implican que el jefe de Gabinete desconoce su propia historia.
“Nosotros somos hijos de las madres y de las abuelas, así que a nosotros no nos tienen que venir a decir qué tenemos que hacer con los derechos humanos”.
Bueno… no exactamente. El propio Cafiero no es nieto de Estela de Carlotto, precisamente, sino de Antonio Cafiero, uno de los ministros del gobierno también peronista de Estela Martínez de Perón que alentaba la Tripe A. Como ministro, el abuelo de Cafiero firmó los decretos 2770, 2771 y 2772 por el que se extendió a todo el país la orden a las fuerzas armadas de “aniquilar los elementos subversivos”.
Pero hay más. Cafiero debe creer que todos los argentinos son ignorantes y no saben que el peronismo luego avaló la autoamnistía de la dictadura, se negó a integrar la Conadep o firmó los indultos que el propio peronismo deplora ahora, cuando posa de campeón de los derechos humanos.
Es entendible que, con toda esta lectura falsa y manipulada de la historia, a Cafiero le parezca insólito o inaudito que Amnistía Internacional le exija explicaciones a un Estado conducido por el peronismo.
¿A quién quiere Cafiero que acuda Amnistía? ¿A la cámara de comercio? ¿Al sindicato de estibadores? ¿A la confederación argentina de bochas?
Imposible. Amnistía sólo puede pedirle explicaciones al Estado, porque por definición es el Estado el que puede violar derechos humanos. No tiene nada de insólito ni de inédito. Con un gobierno peronista tampoco.