Ya el desboque kirchnerista por la impunidad es completamente desembozado, a cara descubierta, sin disimulos.
No porque hasta ahora hayan ahorrado energías para llevar adelante una gigantesca operación de copamiento del poder judicial con personajes que actúan como meros soldados a las órdenes de una generala en problemas, sino porque ahora, ya abiertamente, salen a reclamar una acción por fuera de la Justicia, que deje de lado incluso las calidades de “inocente” o “culpable” y que directamente borre los delitos cometidos de la faz de la Tierra por la vía de aplicar una solución política directa.
Esta semana, el impresentable ex juez de la Corte Eugenio Zaffaroni (que durante toda su ambigua carrera -recordemos que juró por los Estatutos del Proceso de Reorganización Nacional como juez de la dictadura militar y luego se transformó en un militante izquierdista- hizo honor a su nombre haciendo “zafar” a decenas de delincuentes de su merecido castigo por haber lastimado a la sociedad) salió a reclamar una acción del Congreso para dictar una amplia amnistía que borre los delitos de corrupción cometidos por la banda kirchnerista liderada primero por Néstor Kirchner y luego por su viuda.
Durante las últimas semanas, el presidente había negado la posibilidad de que él dictara un indulto para la vicepresidente y varios de sus secuaces, como abriéndose de cualquier responsabilidad que pudiera caber por una acción legislativa.
Sin embargo en corrillos políticos, se aseguraba que la comandante de El Calafate no se contentaba con una decisión proveniente de la política sino que quería una absolución completa por parte de la Justicia a la que se le debía agregar, según su criterio, un pedido de disculpas amplio y contundente por las molestias a las que el lawfare la había sometido.
Es más, el propio Zaffaroni había reclamado recientemente la sanción de una ley, poco menos que con nombre y apellido, que indicara qué personas habían estado sometidas a las “persecución” de modo que recibieran, a partir de esa sanción, un tratamiento judicial diferenciado.
La salida pública de quien no es más que una espada estratégica de la vicepresidente demuestra que no resignan ningún frente en la búsqueda de lo único que les preocupa: salir indemnes de los crímenes que cometieron.
Mientras siguen empujando un atropello sin precedentes en el poder judicial (precedentes que incluyen los zafarranchos que ellos mismos protagonizaron en el pasado en ese terreno), removiendo jueces, nombrando soldados de su tropa en los organismos de control, pujando por echar al procurador general, nombrando fiscales adeptos, asegurándose mayorías en los votos de tribunales colegiados que recibirían las apelaciones de la señora, aspirando a crear tribunales nuevos para quitarle competencia a la Corte, cambiando leyes para hacer que las sentencias no deban ejecutarse hasta que no haya una decisión final del máximo tribunal, buscando ver cómo hacen para modificar la constitución de éste ya sea por el aumento del número de sus miembros o por la remoción de alguno de sus jueces, siguen tanteando “otras posibilidades” entre las que se encuentra la sanción de una amnistía.
Esta táctica gramsciana del kirchnerismo tampoco es nueva. Ellos van “tirando” los disparates de a poco, de modo aislado, primero utilizando marginales (tipo D’Elia, Brieva o personajes de esa laya) para luego subir un escaño y darle una pátina de mayor “nivel” al mismo desatino por la vía de presentarlo por algún personaje que tenga algún viso de credibilidad, del tipo de Zaffaroni.
En este punto dos comentarios. Primero es increíble como la repetición sistemática de una mentira puede hacer convencer a una porción importante de personas que las cosas son como el mantra asegura. En efecto, la cantinela de que Zaffaroni es una “eminencia” la venimos escuchando de los voceros del populismo castrochavista y gramsciano desde hace años. Sin embargo, la verdad real es que Zaffaroni, muy lejos de ser una eminencia, es un personaje muy menor en el concierto de las ideas jurídicas y, desde el punto de vista de aquellas que cuentan para que las personas sean libres (no de la cárcel, en donde sí descuella, sino en el sentido de la libertad individual) es directamente un ignorante.
En segundo lugar, y probablemente con base en los mismos motivos y en las mismas explicaciones, cuesta creer cómo la gente no advierte estas tácticas burdas de los que no son más que una banda de delincuentes en la búsqueda de su impunidad. En efecto, es llamativo cómo la sociedad no se da cuenta de la utilización repetida de siempre el mismo método de enviar a un marginal a tirar lo que parece un dislate para pasar luego a fundamentarlo con la argumentación de alguien más “creíble”, independientemente de cómo se haya hecho de esa “credibilidad”. ¡Realmente no se puede creer!
Pero volviendo a la rutilante aparición de Zaffaroni con un reclamo para que el Congreso dicte una ley de amnistía, da una idea también, del nivel de desesperación que reina en la comandante y en la troupe que le responde. La ocurrencia confirma el hecho de que buscaron el regreso al poder no para gobernar la Argentina y para buscar una mejora en la condición social de sus gente (hasta ahora todo lo que han hecho es empeorarla) sino para encontrar una solución a los problemas personales de la Sra. de Kirchner y de su familia, manipulando los resortes institucionales a las que un gobierno tiene acceso.
En términos de mejorar la vida de la gente, no hay palabras para calificar la calaña del kirchnerismo: no ha hecho otra cosa más que robar; no hizo más que usar los recursos de los argentinos en beneficio propio; se defecó en la suerte y en la vida de los argentinos y ahora intenta, también usando el dinero de toda la sociedad, manipular sus instituciones para salirse con la suya: de lo peor es poco.