Repartía remedios en un Renault 18 y ahora maneja un Audi TT. Pasó de una butaca a otra gracias a sus negocios con el Estado. Buscó prestigio con el diario Crítica de la Argentina, creado por Jorge Lanata y cerrado en 2010. Pero… ¿quién es el hombre de la sonrisa Colgate?
Poco antes de que ese diario saliera a la calle, Lanata reunió en su oficina a los accionistas.
El skecht aún se puede ver en YouTube: “Éstos son los dueños del diario”, los señaló y fue presentando a los socios que lo acompañarían en su proyecto: Gabriel Cavallo, Pablo Jacoby y su socio Patricio Carballés y un empresario del área de seguros, Juan Zitnik.
Pero en medio del humo de los incontables cigarrillos que fumaba Lanata sobresalía sobre el resto uno de los socios, el único que, por su aspecto, aparentaba ser un verdadero hombre de negocios: alto, flaco, entrecano, sonrisa Colgate. Pulcro hasta el extremo, ese hombre, como siempre, vestía de impecable traje oscuro y zapatos de corte italiano.
Cuando Lanata posó su mirada sobre él, dijo, bromeando: “Éste es un conocido traficante del cartel de Medellín”.
Se refería a Marcelo Figueiras, quien, claro, no es ningún narco sino un próspero empresario farmacéutico argentino que amasó su fortuna vendiéndole medicamentos al Estado.
Figueiras es dueño de los laboratorios Richmond, que factura millones de pesos al año –según la página web de la empresa- y supo tener, además, el 22 por ciento de las acciones de Crítica de la Argentina.
No obstante, en 2010, junto al español Antonio Mata, dejó de abonar los sueldos a los trabajadores de ese diario.
Richmond se especializa en productos para VIH, oncológicos y del sistema nervioso central. Fue el primero en producir en el mundo medicamentos oncológicos genéricos de marca y, aparte de la gran fortuna que acaba de tener por ser elegido para producir la vacuna rusa, fue uno de los cuatro laboratorios "acomodados" en su momento para producir Oseltamivir, la droga para combatir la gripe A.
Los contactos de Figueiras con la política datan de la época de Fernando de la Rúa, cuando empezó a venderle medicamentos al Estado. Sin embargo, fue durante el gobierno de Néstor Kirchner cuando su empresa logró dar el gran salto; y no sólo por las licitaciones que ganó.
Su llegada al poder político, como el ex ministro de Salud Ginés González García y los contactos que le provee su actual pareja, la exlegisladora María Laura Leguizamón, le significaron cuantiosos beneficios económicos gracias al aval que le permite renovar las patentes que se vencen para producir medicamentos.
Sus contactos mantienen alejados del mercado argentino a los fabricantes del exterior de medicamentos contra el VIH que cuestan más baratos que los que Richmond produce, según fuentes del mercado de la salud.
Figueiras es un hombre de suerte. Hasta el momento no ha llegado a la Justicia el expediente de la Auditoría General de la Nación 18/2008, que denuncia irregularidades en la compra del Estado de una partida de medicamentos para el VIH: “Se ha observado que se ha adjudicado a laboratorios que no cumplen con disposiciones de la autoridad sanitaria. Se han verificado compras a los laboratorios Elea, Richmond y Filaxis, que según consta en informe de ANMAT Nº 478 del 05/05/05 no cumplimentaban los requisitos de biodisponibilidad y bioequivalencia exigidos por la resolución Nº 46/03 de la Secretaría de Políticas y Relaciones Sanitarias”, dice el informe que, traducido, significa que esos medicamentos no servían.
Tampoco Figueiras tuvo que pisar Tribunales por uno de los expedientes de la megacausa de la mafia de los medicamentos que investigó el entonces juez Norberto Oyarbide, pero por la que sí fueron allanadas las oficinas de Richmond en noviembre de 2009, en relación con las compras poco transparentes (se las llama “rotativas” porque se trata de partidas especiales para comprar remedios en caso de epidemias) que realizó el Estado de la droga oseltamivir, la sustancia que se usa para producir el Tamiflú, especialidad del laboratorio de Figueiras.
Esta causa se desprende de escuchas telefónicas en las que se detectó a empresarios, entre ellos a un gerente de Richmond, poniéndose de acuerdo para vender más caro la droga en plena emergencia sanitaria.