El gobierno de científicos, promocionado como tal por el presidente, se desgaja a pasos acelerados.
A los magros resultados obtenidos por Guzmán en torno a la negociación con los acreedores privados, acorde la mirada optimista de un gran número de funcionarios y periodistas, hay que sumarle los fallidos del canciller Solá, la mediocridad puesta de manifiesto por el ministro Trotta, la impericia del resto del gabinete económico para enderezar la inflación y promover el crecimiento para llegar hoy a la situación escandalosamente corrupta que acaece en el sector salud, a cargo de un ministro genio en la improvisación absoluta desde antes que el virus llegara hasta estas latitudes.
Cuando los funcionarios en lugar de servir a la administración pública se sirven de ella, ya sea para enriquecerse ilícitamente como para hacer uso del poder y de la cosa pública a su antojo como si fuesen amos y señores, la nación se encuentra en un grave problema institucional de difícil solución.
Entretanto, Alberto Fernández trata de hacer equilibrio sobre un fino cordel a mil metros de altura y con vientos soplando a 200 kilómetros por hora.
Si no se baja de allí, todos sabemos cómo va a terminar, más temprano que tarde.
La inflación arrecia en los sectores más vulnerables y cruza transversalmente a toda la sociedad y la falta de empleos es un fantasma que se ha instalado y está calando hondo.
Argentina, que es un país con una recesión galopante, desempleo, y una pobreza que bien mensurada roza el 70% de los habitantes, no tiene muchas chances de sobrevivir sin políticas claras, concretas y profundas que signifiquen un giro de 180º respecto a lo que viene ocurriendo, salvo alguna excepción, desde hace más de 70 años.
El fracaso rotundo en casi todos los ámbitos gubernamentales solamente se encuentra atemperado por el poderoso ministerio de propaganda que el oficialismo fogonea con sus medios, sin importar si son propios o ajenos porque se manejan con suculentas pautas.
En provincia de Buenos Aires la situación es alarmante. Es necesario emitir millones para sostener a una gran parte de la población demandante de recursos e improductiva.
El gobernador no tiene ni la menor idea de lo que tiene que hacer y se entretiene tratando de imponer la teoría de los “medios de comunicación” culpables de todo aquello que no ejecutan, ya sea porque no quieren , no pueden o no saben.
El presidente que se debate entre el fuego de su propia tropa y de la oposición, ninguneado por la vicepresidente y sus acólitos, busca escapar a la constante rendición de cuentas a la que lo somete Cristina Fernández por no hacer los “deberes” a los que se comprometió cuando aceptó el cargo.
De todos modos, la lapicera la maneja él.
Por eso la justicia no escucha los reclamos de la ex presidente y sí oye más y mejor los distintos reclamos de la sociedad y a los laderos de Alberto.
Seguirán, entonces, inmutables con las investigaciones en curso y las causas no tienen miras de resolverse en el corto plazo.
Hace unos días el presidente declamaba sobre la enorme desigualdad que existe en el país.
Comparto totalmente su apreciación.
Existen ciudadanos de primera (la casta política) mientras otros apenas tienen unas monedas para adquirir un mendrugo de pan y saciar en parte su hambre.
Pero de eso no se habla.
Todos sabemos que cuando llega el tiempo de hacer sacrificios los únicos que se ajustan el cinturón son los ciudadanos que cotidianamente hacen esfuerzos para mantenerlos a aquellos y a sus seguidores conchabados.
¿Acaso le podemos pedir dignidad a funcionarios que a sabiendas que no les correspondía fueron a vacunarse antes que otros que tal vez terminen pagando con su vida semejante desatino?
La clase política que se vacunó haciendo uso de una prerrogativa inexistente tendrán que sufrir – y ya llegará el momento- una acusación por un delito de lesa humanidad.
La historia es antigua, en la segunda guerra mundial la penicilina se les suministraba a los heridos aliados y se les negaba a los enemigos.
Asimismo, los nazis le suministraron penicilina a Hitler cuando resultó herido en un atentado, pero se la negaron al General Schmundt que muere tiempo después de sepsis.
Siempre hubo hijos y entenados, sin importar banderías.
Es sólo cuestión de tiempo para que la justicia recuerde estos viejos casos y actúe con rapidez.
Y vaya una recomendación a Cafiero, Jefe de Gabinete, para que deje de enlodar el apellido de su abuelo y evite ser mendaz negando la existencia de la vacunación VIP.
Santiago, en este caso, el silencio es salud.
Por último, muchos me preguntan si hay espacio para hacer cambios trascendentes en materia económica.
Todavía sí.
Pero Alberto Fernández debe dejar de lado el pregonar social-populista y seguir la huella de quien le mostró el camino del capitalismo: el Dr. Carlos Saúl Menem (Q.E.P.D.).
El mejor presidente de la democracia de nuestro país, sin duda alguna.
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