La suspensión de la presencialidad de las clases es una medida mal tomada y mal definida se la mire por donde se la mire, no sólo porque recuerda al problema que el año pasado tuvieron un montón de chicos para acceder a la educación, sino porque además fue la idea de un grupito reducido de personas que pasaron por encima a todo el resto.
Es que, como ya se ha dicho, la ministra de Salud Carla Vizzotti y el ministro de Educación Nicolás Trotta habían asegurado, apenas horas antes del anuncio presidencial, que la presencialidad de las clases no se vería afectada.
Ello fue apoyado por profesionales de la salud y 5 sindicatos docentes que participaron activamente del Consejo Federal de Educación, el cual reúne al ministro de Educación Nacional y a todos los titulares de las carteras sanitarias de las 23 provincias y la Ciudad de Buenos Aires.
También participó la agrupación padres organizados, que durante todo el 2020 peleó para terminar con la virtualidad de las clases para volver al aula.
Para ello fue dispuesto el sistema de burbujas y los protocolos dentro de las instituciones educativas que incluyen distanciamiento social, utilización de barbijo y disponibilidad de alcohol en gel.
Estas medidas resultaron altamente efectivas, ya que sólo el 0,1% de los alumnos matriculados tuvieron o tienen coronavirus y ni siquiera se puede asegurar que todos ellos se hayan contagiado dentro de la escuela.
Que había que tomar medidas en el marco de la segunda ola del coronavirus es algo en lo que no se puede estar en desacuerdo, pero si había un consenso político y social era que las escuelas eran lo primero que se iba a abrir y lo último que se iba a cerrar.
Sin embargo, por la idea de un grupito reducido, que incluye al presidente Alberto Fernández y a un puñado de gremios (bastante desprestigiados), las puertas de los colegios se cerraron.
El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, celebró la medida, no sólo porque quería más restricciones, sino porque además metieron en el medio a un ex amigo del presidente, el jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta.
El propio Alberto Fernández, en una entrevista brindada a Radio 10, aseguró que no había consultado con Rodríguez Larreta para llevar a cabo esta medida. Ello deja a las claras que más que una medida sanitaria se trató de una medida política.
Desde el Gobierno aseguran que el problema no es dentro de las instituciones educativas, sino en el camino hacia las mismas y en la puerta, ya que hay aglomeración de gente tanto en el transporte público como a la salida de las escuelas.
Entonces, en todo caso, el problema no es que los chicos asistan a clases, por lo que las restricciones no tienen por qué evitar que asistan a las escuelas, en todo caso, lo que haría falta es un mayor control por parte de Estado.
Además, es dable destacar, el ministro de Transporte Mario Meoni, aseguró que el viaje de ida y vuelta de los chicos que van al colegio con o sin acompañante tiene una incidencia de apenas el 3% en la cantidad de usuarios que utilizan los distintos servicios.
La culpa es compartida
Tras los anuncios brindados por Horacio Rodríguez Larreta sobre recurrir a la Justicia y reunirse de urgencia con el presidente para que las escuelas puedan abrir sus puertas, el jefe de Gobierno porteño quedó como el nuevo héroe.
El problema es que esta discusión se da en torno a un incremento acelerado de casos (que en los últimos tres días parece haberse amesetado) por el relajamiento general y natural de las conductas sociales.
Con ello no se hace referencia a los cuidados tales como el uso de barbijo, o el lavado de manos, sino a otro tipo de componentes como la aglomeración en el transporte público, las fiestas clandestinas o el amontonamiento de personas en comercios y shoppings.
Nadie, absolutamente nadie, ni las Fuerzas Federales ni, en el caso de la Capital Federal, la policía de la Ciudad, controló lo suficiente, lo curioso es que muchas de estas fiestas “ilegales” que se organizaban se hacían a través de redes sociales.
¿Dónde estaba el patrullaje cibernético de Sabina Frederic?
En fin, como es habitual, al no encontrarse una solución se busca un culpable y en este caso los afectados vuelven a ser los chicos.
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