La Argentina sigue discutiendo los mismos temas una y otra vez, sin solución de continuidad. Como una suerte de Día de la Marmota. Aquella película en la cual el protagonista revivía una otra vez la misma jornada.
El acuerdo con el FMI, los vencimientos de deuda con el Club de París, la falta de vacunas contra el Covid, las negociaciones truncas con Pfizer, las diferencias de criterio entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner, y la mar en coche. Todo parece parte de una maldición de la que el país no logra salir.
Respecto del tópico coronavirus, el Gobierno no logra explicar con claridad qué es lo que ha dinamitado las conversaciones con Pfizer, cuyo entendimiento fue el primero que refrendó la Argentina. Mucho antes que con otros laboratorios.
Más allá del pifie de Patricia Bullrich, que acusó un improbable pedido de coimas, legisladores de la oposición quieren conocer el detalle fino de por qué se truncó aquel acuerdo con la empresa que fabrica la vacuna más eficaz contra el Covid.
En tal contexto, un grupo de diputados de Juntos por el Cambio está a punto de provocar un tembladeral político: anunciarán hoy lunes la creación de la “Comision Especial Investigadora Pfizer”.
El dato fue confirmado a Tribuna de Periodistas por Luis Petri, legislador nacional por el radicalismo, quien sostuvo: “No se entiende por qué el gobierno no cierra un acuerdo con Pfizer cuando ese precontrato estaba firmado. Es altamente llamativo y muy sospechoso”.
A la hora de explicar qué es lo que ocurrió que complicó las negociaciones, el diputado planteó a este medio: “Creemos que existió la exigencia de un intermediario local, algo que no parece nada descabellado”.
Entretanto, el Gobierno decidió impulsar una querella contra Bullrich por sus dichos sobre los presuntos pedidos de coima a Pfizer. Ciertamente, una jugada nada inteligente.
Porque, ¿qué ocurrirá cuando la oposición pida conocer los documentos que firmó el gobierno argentino con el laboratorio? ¿O cuando se pida sentar en el banquillo a algún directivo del mismo, sabiendo que solo puede decir la verdad y nada más que la verdad? Finalmente, al kirchnerismo le puede salir el tiro por la culata.
Jamás olvidar aquella inquietante frase que le atribuyen a Ginés González García: “Si yo llego a abrir la boca se cae el Gobierno”.
No sería nada conveniente, sobre todo en momentos en los cuales el oficialismo enfrenta desafíos complicados tales como el vencimiento del pago al Club de París. Este domingo era el día límite para no caer en default. Y ya anticipó el gobierno que no haría la pertinente transferencia de fondos. Unos 2.400 millones de dólares.
No obstante, según explicó a este cronista el economista mendocino José Vargas, habría 60 días de gracia para hacer el desembolso. En ese lapso, Alberto tampoco pondrá un solo peso: buscará convencer al Club de París que permita a la Argentina patear la pelota para más adelante.
Por eso el presidente se reunió hace unos días de manera virtual con la canciller alemana Angela Merkel. Justamente porque ese organismo pide el guiño del Fondo Monetario Internacional antes de conceder el eventual “chagüí”.
Hasta ahora, la adusta funcionaria no ha emitido una sola señal. Seguramente porque debe estar analizando lo que ocurre puertas adentro de la Argentina. Donde el kirchnerismo duro le juega en contra al propio jefe de Estado. Con declaraciones furibundas y proyectos de ley que no satisfacen en absoluto al FMI… Ni al Club de París.
En tal contexto, Alberto debe aprender los complicados oficios del equilibrista. Para complacer a propios y ajenos. Adentro y afuera de los límites del país.
Porque, mientras se discute qué ocurrirá con los pagos de la deuda argentina, subyacen a nivel local diversas complicaciones que refieren a la economía.
Principalmente la inflación, que provoca una furiosa e incesante suba de precios. Que impacta más duro en aquellos que tienen mayores carencias. Es parte del núcleo de votantes del kirchnerismo.
Sin embargo, los K han decidido combatir el fenómeno atacando a los supuestos “formadores de precios”, en lugar de frenar la emisión desmesurada de billetes, que es la razón central de la disparada inflacionaria. Tal cual recitan casi todos los libros de economía de primer año.
El desatino de culpar a los productores y empresarios por tal fenónemo, ha llevado a la escalada con la mesa de enlace del campo que se vive en estas horas. Con la carne como telón de fondo.
Con un freno a las exportaciones que finalmente no sirvió para nada. Porque, en lugar de bajar, los productos cárnicos terminaron aumentando. Por ausencia de oferta ante una demanda sostenida.
A su vez, el campo ha decidido extender la medida de fuerza que iba a culminar este domingo, anticipando el obvio desabastecimiento en el corto plazo y dejando una severa advertencia: “El Gobierno está jugando con fuego”.
En medio de tal escalada, que bien podría terminar como la Resolución 125 del año 2008, se configuran dos absurdos: primero, la carne que se exporta no es la misma que se consume puertas adentro de la Argentina. Ergo, la pretensión del gobierno de abastecer el mercado interno carece de sentido.
Segundo, el país necesita de manera urgente el ingreso de dólares, los cuales podrían llegar en cantidades ingentes a través de la exportación de ese insumo.
Ante tal panorama, solo resta recordar aquella frase que suelen atribuirle al Quijote de la Mancha: “Cosas veredes, Sancho, que non crederes”.