En horas de la mañana del lunes 10 de junio de 2013, Ángeles Rawson regresaba a su domicilio, en Ravignani 2360, planta baja “A”, luego de finalizada su clase de gimnasia. En el transcurso de dicho trayecto, fue captada por las cámaras de los edificios del 2085 y 2330 de la misma avenida, a las 9.49 y 9.50 respectivamente, según los horarios que figuran en las cintas.
Tras 24 horas desaparecida, el cadáver de la joven fue encontrado alrededor de las 11 del día siguiente, en una cinta transportadora de la planta del CEAMSE de José León Suárez, dando inicio a la crónica de uno de los casos policiales más resonantes de la historia argentina.
Para el tribunal que condenó a Jorge Mangeri, la niña efectivamente llegó a ingresar al edificio, mas no a su vivienda: previamente habría sido interceptada por el encargado, quien logró conducirla, de forma aparentemente voluntaria, a otro lugar del edificio. Acto seguido, el portero habría intentado acceder carnalmente a la joven, viéndose impedido por la resistencia física ofrecida por la fallecida, decidiendo darle muerte por un mecanismo de asfixia mixta (ahorcamiento y sofocación).
Sin embargo, de la lectura del expediente, al cual Tribuna de Periodistas tuvo acceso, surgen detalles que parecen ubicar a la joven en el interior de su vivienda al momento de su fallecimiento. Según esta hipótesis, el autor de la muerte de la joven sería, con mayor probabilidad, un integrante del círculo íntimo.
Cuaderno de comunicaciones
Por la noche del día miércoles 12 de junio de ese 2013, tuvo lugar un extraño hallazgo, cuyo protagonista fue Cornelio Pérez, trabajador de una empresa de limpieza. Se trataba del cuaderno de comunicaciones de Ángeles, que, según el testigo, se encontraba abandonado en la intersección entre General Paz y Balbín.
Dicho descubrimiento fue inicialmente interpretado por los investigadores, que en ese momento sospechaban del círculo íntimo de la joven, como una pista falsa, destinada a generar confusión. Esta sospecha se ve reflejada en la cobertura que los medios, probablemente informados por funcionarios judiciales, hicieron del hallazgo.
TN, 13/6/13. Fuente: https://tn.com.ar/policiales/encontraron-un-cuaderno-de-angeles-en-la-general-paz_394678/
Más tarde, como es sabido, terminó dándose un viraje en la investigación, que acabó con el encargado, Jorge Mangeri, condenado a prisión perpetua, como único responsable. El tribunal consideró que el portero, luego de asesinar a la joven, se deshizo del bolso de la víctima y de su contenido, siendo este cuaderno el único elemento hallado.
Sin embargo, los testimonios de dos integrantes del círculo íntimo ponen en duda esta posibilidad. Se trata de María Elena Aduriz, madre de Ángeles, y de Juan Cruz Rawson, el hermano. La primera, en su declaración de fs. 209, al ser preguntada por la fiscal acerca de qué elementos solía llevar su hija a la clase de gimnasia, respondió que “en líneas generales no llevaba más que las llaves y el celular”. Aseguró, además, que solía ver a Ángeles volver de gimnasia, sin recordar haberle visto algo en las manos. Inmediatamente luego fue preguntada acerca de si ella solía llevar el cuaderno a gimnasia, a lo que respondió no estar segura, pudiendo sí recordar que era obligatorio llevarlo por la tarde al colegio.
Declaración de María Elena “Jimena” Aduriz
Juan Cruz Rawson, quien dos años antes había terminado sus estudios en el colegio de su hermana, Virgen del Valle, brindó una respuesta mucho más detallada a la misma pregunta: el cuaderno de comunicaciones no debían llevarlo a gimnasia, sino al instituto, por la tarde.
Declaración de Juan Cruz Rawson
En consecuencia, resulta mas improbable que Ángeles llevase consigo el cuaderno de comunicaciones, al momento de ser supuestamente interceptada por el encargado. En tal escenario, quien arrojó dicho elemento en Avenida General Paz tendría que haber sido alguien con acceso al departamento de la fallecida.
Por su parte, el testigo Cornelio Pérez, dio sugestivos detalles sobre cómo fue hallado el cuaderno, que parecen abonar la hipótesis de que el mismo fue plantado deliberadamente:
“Desea aclarar que le llamó la atención la ubicación del cuaderno dado que en varias oportunidades recogió cuadernos y/o revistas de todo tipo y se encontraban llenos de tierra y con la característica de estar pegados contra la división de las manos, en cambio el cuaderno se hallaba intacto sin arena y separado a medio metro de la división.”
El morral
En los videos de las cintas de seguridad de las cámaras de la calle Ravignani, puede verse a la joven llevando un morral cruzado, de color oscuro y de gran tamaño, con algunas manchas de color que podrían ser parte del diseño o decoraciones adjuntas.
Las características que la imagen permite dilucidar, son compatibles con la descripción que los distintos testigos brindaron del bolso que ella solía usar para ir al colegio.
En su primera declaración testimonial, a fs. 205, Juan Cruz detalló cómo era el que ella usualmente llevaba: “este era negro, con una tira, varios bolsillos, y en el centro tenía el dibujo de una hoja que era el logo de Naruto (...) que además estaba lleno de pines, alrededor de 10 aproximadamente, de los Caballeros del Zodíaco”. Añadiendo que, para llevar cosas más pesadas, empleaba una mochila.
Imágenes de Ángeles en las cámaras de seguridad
Dominga Torres, la empleada doméstica de la familia, brindó una descripción mucho más escueta, compatible con la dada por el hermano: “uno negro con dibujitos”. El medio hermano mayor, Jerónimo Arellano Villafañe, dijo saber que ella solía usar “un morral negro con pines de animé”, además de señalar que su madre le había hablado de una mochila que Ángeles usaba para asistir al colegio.
A fs. 396, en el acta del allanamiento a la vivienda familiar, que tuvo lugar el miércoles 12 de junio, se describe el hallazgo de un morral negro “con prendedores de diversos animes”.
Este mismo es considerado por el Secretario Pegolo, al analizar las cintas de la filmación de las Cámaras de Seguridad, a fs. 330 del expediente. Según dicha acta, se ve a la joven portando “un morral de color negro con pins”, a lo que añade que “el morral en cuestión resulta similar al hallado en el allanamiento”.
Foja 330 de la causa
Posteriormente, Franklin Rawson (padre de Ángeles) y Sergio Opatowski (padrastro), hablarían de un segundo morral, “de tipo peruano” según este último, que sería el que no apareció. De esta forma, el tribunal terminó considerando que el episodio del bolso se trató de una confusión, y que este se encontraría desaparecido, junto a otras pertenencias de Ángeles.
Resulta, sin embargo, muy llamativo el hecho de que Juan Cruz Rawson describiera solo un morral con pines, haciendo especial hincapié en que lo buscó, según él, sin éxito, mientras su hermana estaba desaparecida. Según el acta de allanamiento, este se encontraba dentro del armario del cuarto de Ángeles, detrás de la puerta, por lo que con una búsqueda exhaustiva probablemente dicho morral hubiese sido hallado.
Juan Cruz Rawson declara insistentemente que buscó el morral pero no lo encontró.
Mancha de sangre en la remera
Al llegar al Complejo Ambiental Norte 3, del CEAMSE de José León Suárez, el médico Durán realizó una “pre autopsia”, a través del análisis a simple vista del cuerpo. La descripción de la escena se halla en un acta a fs. 77: “Se observa a mitad del recorrido dde la cinta de transporte de residuos entre los distintos materiales el cuerpo sin vida de una persona de sexo femenino”. El médico describe la ropa que el cadáver llevaba puesta: “chomba color blanco, un suetter y/o polera color verde oscuro, una campera deportiva color verde…”. Se trata de vestimenta similar a la que se observa en el video de la cinta de seguridad, en el que, a pesar de la tenue coloración, puede distinguirse el verde del suéter de la joven.
La chomba blanca, con el logo del instituto Virgen del Valle, al que Ángeles asistía, presenta una llamativa mancha de sangre en el tercio superior, que brota del cuello hacia abajo. En cambio, ni el suéter, ni la campera, que cubrían la remera de la joven, poseían mancha visible alguna, tal como puede verse en las fotografías de la escena.
Con respecto al origen de dicho sangrado, existen distintas explicaciones. Podría atribuirse al sangrado nasal que presentaba la joven, provocada por la lesión en el hueso occipital que le causó un edema cerebral. Esta última fue consignada como vital por la Junta Médica, ya que presentaba infiltración hemática (fue producida con Ángeles en vida). El Dr. Quiroga, perito de la querella, la atribuye a las lesiones bucales que el cadáver presentaba.
De cualquier forma, lo llamativo es la ausencia de manchas en la campera y el buzo, que se ve vestir a Ángeles en las Cámaras de seguridad del edificio.
Una fuente, vinculada a la defensa de Mangeri, se animó a sacar conclusiones al respecto: “AR fue atacada estando ella únicamente con su remera colocada, y luego fue vestida colocándosele su suéter y su campera.”.
Si bien existe la posibilidad de que el atacante haya conseguido sacarle por completo las dos prendas, pero no la remera, esto parece más improbable en un escenario de lucha defensiva, con supuestos arañazos, golpes de puño y acaballamiento.
Recordemos que, según la Justicia, el portero no habría conseguido acceder carnalmente a la joven, gracias a la fuerte resistencia opuesta por ella. Resulta, por tanto, más intuitivo pensar que la joven se sacó voluntariamente la campera y el suéter antes de ser atacada.
De ser así, se tornaría más improbable la hipótesis acusatoria: que la joven fue interceptada por el encargado en el hall y conducida a algún lugar del edificio (el sótano o la portería) donde fue atacada por sorpresa.
Con más probabilidad, Ángeles habría ingresado a un ambiente en donde podría dejar sus pertenencias, para ser atacada solo con la remera puesta. Luego, el cadáver habría sido vestido y arrojado a la basura.
Foto de la chomba de Ángeles
Bolsas
Al prestar declaración testimonial por primera vez, Dominga Torres, la empleada doméstica de la familia, hizo dos sugestivas afirmaciones. Primeramente, al ser preguntada por la fiscal si sabía en qué supermercado solían realizarse las compras en esa casa, respondió que “en el Día”, estando segura de ello por la presencia de tickets y de bolsas de dicha cadena. Este no se trata de un detalle menor, teniendo en cuenta que, según el examen ocular del cadáver de Ángeles, realizado por el Dr. Durán a fs. 57, “la cabeza se hallaba cubierta con una bolsa de plástico de color verde con inscripción de Supermercado DIA”. Esto último también se ve retratado en las fotografías de la escena del hallazgo del cuerpo en el CEAMSE, en las que se aprecia cómo la bolsa de DIA cubre la cara de la fallecida.
Luego, a Dominga se le preguntó si en la casa se utilizaban bolsas de consorcio, a lo que respondió negativamente, agregando que “hace un tiempo, unos 4 o 5 meses, cuando se pintó el departamento, se compraron bolsas de consorcio para poner las cosas. Que guardaban los elementos de pinturas en el cuarto de Axel (hermanastro de Ángeles)”. Finalmente, al ser preguntada sobre si las bolsas de consorcio permanecían, respondió que no, “que ya se sacaron y se tiraron”.
Sin embargo, en el acta de allanamiento de fs. 396, se registra el secuestro de más de una bolsa de consorcio negra, sumado al hallazgo de 3 bolsas de la cadena DIA.
Bolsas de consorcio y de DIA en el depto de Ángeles
Si bien no se trata de una prueba de peso, hay que recordar que, entre los fundamentos esgrimidos por la fiscal Paula Asaro a fs. 341 al ordenar la detención de Mangeri, se encontraba el hecho de que este había admitido que solía realizar las compras en el supermercado DIA. Esto, sumado a la suposición de que los cascotes de la construcción del edificio de en frente se sacaban a la calle en bolsas de consorcio, cuestión que fue desmentida en el juicio oral: los escombros se ponían en bolsas plásticas de color blanco, según declararon los propios albañiles.
Fs. 341. Para la fiscal Asaro, el hallazgo de la bolsa de DÍA incriminaba a Mangeri
Todos estos elementos, surgidos del propio expediente, parecen indicar que la joven no solo llegó a ingresar a su departamento, sino que podría haber sido atacada allí dentro. Cabe aclarar que en el departamento de la familia no se buscó sangre, ni sangre lavada por medio de luminol. Sí, en cambio, se hizo en el sótano y en la portería, donde no solo no se encontraron rastros hemáticos, sino que tampoco se hallaron restos de ADN ni evidencia alguna de la presencia de Ángeles o de su cadáver.
Pese a todo, el encargado Jorge Néstor Mangeri se encuentra cumpliendo una cadena perpetua, a la que fue condenado por el TOC N°9 de la Capital Federal, en el año 2015. A día de hoy, a 8 años del crimen, el portero sigue sosteniendo su inocencia, y su defensa ha llevado el caso ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Continuará).
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