En estos momentos en que todo tambalea, que todo comienza a evidenciar sus aspectos más desagradables, es cuando tendríamos que reconocer los hipócritas dobles mensajes que manejamos como sociedad. Aún en los niveles más sutiles. La idea de trabajar sobre ellos es un compromiso permanente. En una actitud dialéctica de modificar-modificándonos.
Decimos que "los chicos son el futuro" y los dejamos en la calle; mientras en casa tenemos mascotas con todos los cuidados y los costos que eso implica.
Decimos que "la vejez es experiencia y sabiduría" y, mientras tanto, nos desentendemos de los mayores.
Socialmente, religiosamente y legalmente decimos "No al aborto" y a un millón de cosas más, mientras por dentro sabemos que no estamos de acuerdo con esos mismo que pensamos. No es poco.
Esa falta de coherencia parecería ser una postal de estos días. Un reflejo inverso de los males que estamos queriendo combatir. Lo mismo hacemos con temas como la prostitución, la droga, la educación y cuantas cosas más.
Las putas existen porque alguien utiliza sus servicios. No podemos ser tan incoherentes con nosotros mismos. Es como la comida: existe porque alguien la come. Y lo mismo pasa con muchas otras cosas que criticamos.
Lo peor es que muchas veces invocamos a dios como justificación a tales críticas. Yo creo que, si existe, dios debe estar más preocupado por cosas realmente importantes que pasan en este mundo que por la condición sexual de cada persona o lo que hace cada uno en su vida personal. Sobre todo cuando se trata de temas que no joden a otros porque atañen a la vida privada de cada uno.
Dios debe estar preocupado por los pibes que se mueren de hambre en Africa o por la gente que es injustamente castigada por las maldades de tantos tiranos (de izquierda y de derecha).
Lo cierto es que tenemos una actitud constante de hipocresía. No es poco.
Sería hora de reconocer que todos tenemos que ver con este prejuicioso modelo y deberíamos dejar de pensar que sólo nosotros somos creíbles. Todos somos parte de esta elocuente incoherencia. Y somos los que debemos acabar con ella.
En ese sentido, Sartre decía que "vivimos condenados a ser libres". Decía que llevamos el peso del mundo entero sobre nuestras espaldas, ya que somos responsables de él y de nosotros mismos en él. Es cierto. Cada una de nuestras acciones y elecciones generan un "peculiar coeficiente de adversidad", una resistencia, una molestia.
Eso significa que cada acto que realizamos genera algo y, por pequeño que sea, ese algo vale. No es poco.
A grandes rasgos existen dos tipos de moral: la "moral abstracta" y la "moral concreta". La "moral abstracta" es la que dejamos ver en las charlas de café, cuando despotricamos contra la opresión, la desocupación, la pobreza y todos los males de este mundo. La "moral concreta" es la que aparece frente a los hechos concisos de nuestra vida cotidiana: la coima al cana que nos quiere hacer la boleta, el pasar la luz roja cuando nadie nos ve, etcétera. Finalmente, la "moral concreta" es la que prevalece. No es poco.
Es hora de cambiar ese doble discurso y, para poder hacerlo, hace falta que asumamos nuestras propias responsabilidades. Luego de eso —no antes—, podremos comenzar a discernir que es lo realmente importante a la hora de criticar y que no.
Luego de eso, podremos modificar lo que está realmente mal y dejaremos de ocuparnos de cosas que no merecen nuestra menor atención.
Luego de eso, ayudaremos a afianzar el camino del cambio y nuestra relación con el mundo se concretará sobre bases más firmes.
No es poco…