Emparentada con la parapsicología, existe la creencia en la posibilidad de la comunicación de los vivos con los muertos. Claro está que, siempre se hace necesario presuponer, además de la material, la otra sustancia cartesiana: el espíritu. Así todo puede ir bien, aunque las religiones como la católica rechacen la idea de que las almas despojadas de la carne de los difuntos, provenientes del purgatorio, puedan hallarse merodeando aún por el mundo terreno, penando así por sus faltas cometidas cuando integraban un cuerpo humano.
Herejías aparte, el espiritismo, a la par de la parapsicología acepta fenómenos mentales o naturales inexplicables en el mundo ordinario o científico, los que por ende deben ser atribuidos a la acción de espíritus que, pueden ser tanto almas de los difuntos, como potencias angélicas y entre estas las demoníacas.
Quizás la diferencia más conspicua entre el espiritismo y la parapsicología consista en que los sostenedores de esta última dicen que la parapsicología "no sólo explica todos los hechos supuestamente espiritistas como los parapsicológicos, esto es, hechos protagonizados por lo vivos, sino que ha demostrado también la imposibilidad de explicarlos por intermedio de los muertos". Esto es, que los fenómenos del espiritismo son manifestaciones del psiquismo de los vivos y no del "más allá".
Pero esto consiste tan sólo en una seudoexplicación de un seudomisterio. Y si todo es "seudo", entonces no hay nada más que un conocimiento incompleto de ciertas manifestaciones naturales en el ámbito psicofísico.
La visión parapsicológica de ciertos hechos no es menos errónea que la espiritista. Sólo varía el enfoque. La explicación que pretende ser seria por encima de una mera superstición, resulta a la postre tan huera como la primera idea.
El inicio del espiritismo lo podemos ubicar en el caso de las hermanas Fox que engañaban a su madre con sonidos de sus articulaciones dando supuestas respuestas a sus interrogantes, un caso típico que los parapsicólogos clasifican como tiptología que estudia los "raps", del inglés: golpe, choque. Todo había comenzado con un fraude, pero luego otros creyeron ver en ciertos estados de sugestión y episodios de alucinación, la incursión verdadera de los muertos en el mundo de lo vivos, ya sea para asustarlos, quizás divertirse con ellos, comunicarles mensajes, o predecir ciertos hechos a ciertos receptores privilegiados de este mundo, en abierto desafío a las creencias más generalizadas como las religiosas.
Si hurgamos en el pasado, veremos que algo similar al espiritismo ya existió hace unos 2.700 a. C. Sus esbozos los podemos hallar en la historia del Antiguo Egipto, durante el periodo de la IV dinastía (2723-2563 a. C.) en la descripción de las tumbas:
"Se entra en ellas a través de un pórtico que comunica por un vestíbulo con un patio central rodeado de pilastras. Varios corredores parten del patio y conducen al cerrado serdab, en el que se guardan las estatuas. El serdab comunica con la capilla mediante una simple hendidura, suficiente para permitir el paso al alma del muerto cuando acude a posarse en su estatua y comunicarse con sus parientes, o cuando el alma quiere asistir a los oficios funerarios que, presididos por el primogénito, celebran en su honor los sacerdotes del culto funerario. Una falsa puerta permite al muerto regresar a su tumba. Con frecuencia se le representa franqueándola para ir a mezclarse con los vivientes. Sobre la puerta, una ventana permite observarlo sentado ante la mesa de las ofrendas en su casa de ultratumba. Otras veces aparece en la ventana mirando hacia el exterior, es decir hacia este mundo". (Jacques Pirenne: Historia de Egipto, Barcelona, Océano, 1980, tomo 1 pág. 217).
Pero el origen, podríamos decir moderno, del espiritismo se remonta hacia mediados del siglo diecinueve, más precisamente al año 1848 y pude ser de interés mencionar de paso el nacimiento de la rama lateral aparecida en Buenos Aires. Se trata de la bautizada como "Escuela Científica Basilio" con más de 300 filiales en todo el mundo, que nos habla de cierta "energía" (?) presente en el cosmos que sus adeptos identifican con Dios quien creó espíritus como desprendimiento de su propia energía. ¡Qué fabulosa imaginación! ¿Qué dirán los teólogos a todo esto?
En un abierto desafío a la Iglesia, esta gente dice poder materializar nada menos que a Jesús, una de las personas que junto con el Padre y el Espíritu Santo forma parte del Dios único, según el dogma cristiano trinitario.
Pero para la Escuela Científica Basilio, Jesús no es como lo son los otros dos componentes de la Trinidad, sino sólo un espíritu enviado, un medium capaz de realizar curaciones de enfermos, y una especie de Redentor en el espacio.
Igualmente creen que, a la par de Cristo, también Buda y Mahoma han sido espíritus enviados a este mundo desde el espacio.
La historia de la escuela Basilio comenzó durante la sesión espiritista llevada a cabo en Buenos Aires en 1915, durante cuyo desarrollo la médium Blanca Lambert materializó a Jesús de Nazaret. A continuación esta mujer provista de sus poderes mediúmnicos logró materializar a un tal Basilio Portal, padre de uno de los asistentes a la sesión, Eugenio Portal de profesión escribano además de espiritista kardeciano, esto es seguidor de Hipólito León Rivail, más conocido con el seudónimo de Alan Kardec, escritor y espiritista francés (1803-1869).
Entonces ante los presentes el espíritu materializado de Basilio Portal, dio las pautas para que la sociedad espiritista siguiera adelante. Así surgió esta nueva rama que tomó precisamente el nombre del espíritu materializado: Basilio.
Sus adeptos creen, como una reminiscencia o reedición del primitivo animismo, que el espacio se encuentra poblado de espíritus en número fijo (sabemos que por otro lado la teosofía asigna al mundo una cifra de 60.000 millones de espíritus) y que todos ellos tienen la oportunidad de "llegar a la luz". (Véase al respecto: C. Jinarajadasa: Fundamentos de la teosofía, Buenos Aires. ed. Kier, 1982, pág. 107).
En resumen, es evidente que las creencias parapsicológicas y sus afines, se sostienen únicamente desde una posición espiritualista, jamás desde un punto de vista realista que acepta la mente-cerebro como una estructura transitoria formada durante el desarrollo embrionario, según el plan genético (ADN) de la especie, preparada para funcionar que graba experiencias y produce emanaciones energéticas en forma de psiquismo, activadas por la combustión del oxígeno respirado y el carbono aportado por los alimentos. Un mecanismo estructural en cierto modo comparable con una computadora.
Desde este último enfoque naturalista biológico, los fenómenos "extranormales", son imposibles.
El espiritualismo soñador que lo reduce todo a la conciencia y que despectivamente se da el lujo
(en filósofos como Lotze y Bergson, por ejemplo) de reducir la ciencia a sólo un conocimiento "preparatorio", y según otros a un conocimiento falso e imperfecto, es sólo una ilusión óptica. Ha sido superado por las ciencias positivas, siendo las pseudociencias sólo resabios de aquella posición hoy insostenible
Para terminar con el tema podemos acotar que, de tener ciertos visos de realidad algunos de los casos que forman la constelación de los fenómenos extranormales o paranormales clasificados y sostenidos por la parapsicología, el mundo sería muy distinto. Muchas personas conocerían el pensamiento de los demás (telepatía), se descubrirían secretos en el orden político internacional bastando para ello con explorar los archivos ocultos mediante los dotados en clarividencia. Por telequinesia (mediante la cual se pueden detener relojes, por ejemplo, según se dice) se lograría hacer tambalear las leyes físico-químicas y biológicas en su solidez para cuestionar toda experiencia con resultados previstos. Productos químicos, medicinas, máquinas construcciones arquitectónicas, seguridad en el hogar... todo fallaría inexplicablemente por turno en alguna parte del globo; habría que revizar entonces todo cálculo matemático, toda ecuación, toda ponderación de resistencia de materiales, en una palabra, recelar de todo.
Por causa de la telepatía y la clarividencia muchos acertarían en la vida y sin merecerlo quizás, serían más felices que otros, al sonreírles la suerte, una "suerte" inclinada a su favor por sus dotes privilegiadas, pero los conflictos entre las personas y las naciones serían más frecuentes, los pensamientos e intenciones adivinados, las sorpresas desagradables suprimidas por ser conocidas de antemano, los secretos ventilados, las intimidades reveladas, los servicios de inteligencia descubiertos... y así viviríamos en un ¡mundo imposible!