Es muy común escuchar o leer Cristina Kirchner, y no sé quién es, ya que si se refieren a la que fuera presidente y actual vicepresidente, cometen una equivocación, su apellido no es Kirchner, su apellido es Fernández. Su nombre es Cristina Elisabet Fernández, lo de Kirchner fue un agregado que obtuvo cuando se casó con Néstor Carlos Kirchner.
En consecuencia, pasó a llamarse Cristina Elisabet Fernández de Kirchner hasta que su cónyuge murió en forma extraña, de allí en más es Cristina Elisabet Fernández Vda. de Kirchner.
Pero es evidente que quiere que se la siga llamando Cristina Kirchner en cualquiera de sus variantes, pero nada de Viuda o que solo se utilice su apellido Fernández y hasta ha exigido en más de una oportunidad que no se utilice su segundo nombre Elisabet.
El haber obligado a todo el mundo a que al hablar de ella y llamarla Cristina Kirchner, se podría tomar al principio como una contracción de sus apellidos, pero en la actualidad es hablar de una persona que no existe, partiendo de que no hay una partida de nacimiento y continuando con los registros de sus actuaciones, no hay nada, no existe.
¿Cuál es la razón? Nunca lo explicó, si es que alguien fuera de su círculo íntimo alguna vez se lo preguntó. Lo más probable es que Kirchner le resulte más importante que el muy común Fernández y en ese caso adquirir una posición social más elevada. Bueno, ella puede pensar eso y algunos periodistas militantes acostumbrados a sus caprichos, pero tal proceder habla de una tara muy preocupante que se potencia con otras actitudes llamativas.
Dice ser abogada, pero nunca pudo probarlo y los documentos que aparecieron eran falsificados, en EEUU en la universidad de Harvard manifestó ser “una exitosa abogada” pero no existe constancia alguna sobre su actividad como abogada ni registro en los colegios de abogados de toda la Argentina.
Se ha promocionado como una gran oradora y si bien tiene facilidad de palabras, para algunas cosas, adolece de una falta de cultura y de conocimientos llamativa, partiendo de no conocer ni manejar el idioma Español y tampoco el idioma Inglés con el trató de impresionar a un periodista extranjero, siendo muchos los ejemplos, pero el más grosero es el exigir que se la llame “presidenta” del senado, ignorando que nuestra Constitución Nacional solo reconoce el término presidente, además de que el idioma Español (nuestro idioma y de ella) indica que la persona que preside (terminación “ente”) hace referencia a la acción de hacer o ejecutar y no tiene género, pese que la RAE reconoce la palabra presidenta pero solo aplicado a la esposa del presidente, claro que para no hacer el ridículo hay que conocer el idioma y no insistir con “argentinos y argentinas”, “niños y niñas” y otras tantas burradas que demuestran que su cultura es muy precaria.
¿Cuál es su único mérito? Ser dueña de una colosal fortuna, totalmente inexplicable si se quiere justificar como herencia y tampoco como los sueldos del estado que cobró desde que fuera legisladora; se calcula por declaraciones de algunos funcionarios allegados que su fortuna en propiedades y depósitos bancarios en el exterior, rondarían en los U$S 50.000 millones, que hoy pesificado serían unos $ 10,75 billones (10.750.000.000.000). Suponiendo que la obtuvo de ganar unos $ 10.000.000 por día, debió tardar 2740 años en juntar todo el capital.
Por lo general la prensa siempre que se refiere a ella la trata de “Cristina Kirchner” o “Cristina de Kirchner”, omitiendo (obligados por la pauta ??) el “Cristina Fernández o “Cristina Fernández Viuda de Kirchner” que serían las formas correctas. El día que el periodismo se dé cuenta que son los culpables de hacerle propaganda gratis y mantenerla en el ideario de sus seguidores, son ellos, se diluye su supuesta hegemonía “popular”.
Sería muy interesante que durante un tiempo, no inferior a tres meses, solo se hable de Cristina Fernández y de la vicepresidente, entonces veremos una explosión en los medios adictos hablando de Cristina Kirchner y de la vice presidenta para que no se diluya su presencia hegemónica que tan cuidadosamente han fabricado sus colaboradores y tanto rédito le ha producido, sin olvidar la instauración del miedo a contradecirla.
Se detecta su incompetencia intelectual por sus caprichos, por no querer debatir ni realizar ruedas de prensa por miedo a las preguntas que la comprometan, ella solo se ha manejado con cartas y por las redes sociales, escribe (o le dan el libreto) pero no contesta ni justifica, también por sus desplantes aprovechando la buena educación de las otras personas que prefieren callarse antes de bañarla de improperios bien ganados.
Ella sabe que los tiempos se acortan y pretende alianzas con el eje comunista para que la sostengan pero no se ha enterado que ya no tiene 30 años y ronda los 70 de arrugas y carácter avinagrado y en el horizonte vislumbra un fin bochornoso, ha hecho muchas maldades y debería conocer la historia de los poderosos que al caer la pasaron muy mal como María Antonieta en 1793.
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