Cristina Kirchner perdió, es un hecho. Y también lo es que le cuesta aceptarlo. Jugó con la seguridad de que lograría voltear el acuerdo con el FMI, y no lo consiguió.
Ni siquiera pudo obrar el “efecto contagio” que esperaba respecto de aquel pequeño grupo de vándalos que destruyeron todo a piedrazos y bombas molotov. Nadie se plegó. O casi nadie.
El gran ganador de la disputa fue Alberto Fernández quien no solo consiguió la media sanción esperada, sino que además logró convencer a propios y ajenos para que lo acompañaran.
La pelea sigue en el Senado Nacional, donde Cristina teme que se replique el mismo escenario que en julio de 2008 obligó al entonces vicepresidente Julio Cobos a desempatar cuando se debatían las retenciones móviles.
La expresidenta sabe que, ante esa eventual posibilidad, siempre le tocará perder: si vota en contra del acuerdo, será la culpable del posterior default y consecuente crisis económica. Si vota a favor, quedará “pegada” a las antipáticas medidas que deberá tomar el gobierno, referidas a la quita de subsidios, “coto” a los planes sociales e impuestazos varios.
Entretanto, el jefe de Estado empieza a escuchar con atención a aquellos que le insisten por enésima vez con el siempre trunco “albertismo”. Sergio Uñac y Juan Manzur son los que más le insisten al respecto.
Le juran que es el momento perfecto, que La Cámpora está siendo más repudiada que nunca y que a Cristina le han soltado la mano muchos de sus otrora incondicionales. El único temor de Alberto es el que refiere a lo económico, ya que los camporistas manejan el 70% del presupuesto nacional a través de millonarias cajas como las de Aerolíneas, la Anses, el PAMI, y otras similares. ¿Cómo gobernar sin ese poder financiero?
Los albertistas lo tranquilizan: le aseguran que aportarán dinero de sus propias provincias y municipios. Pero Alberto insiste en desconfiar. Y hace bien. Porque el kirchnerismo es bien destructivo.
“Es gente con una gran capacidad de daño y mucha maldad encima”, le dijo el mandatario a Manzur hace unos meses, cuando el hoy jefe de Gabinete le aconsejaba romper con Cristina.
Como sea, el único interés del presidente gravita hoy en culminar el trámite parlamentario referido al entendimiento con el Fondo. Luego se enfocará en su propia reelección de cara a 2023. Ante, se sacará de encima a Martín Guzmán, quien demostró no ser nada confiable en su tarea.
Como ya reveló Tribuna de Periodistas, no solo ocultó información sobre las tratativas con el FMI, sino que además mintió respecto de que podía moderar las sobretasas que suele cobrar ese organismo. También acerca del plazo a pagar la deuda que contrajo Mauricio Macri.
Dicho sea de paso, el propio Guzmán sufrirá la pérdida de una funcionaria de confianza: la Directora Nacional de Economía, Igualdad y Género del Ministerio de Economía de la Nación, Mercedes D’Alessandro, quien dejará su cargo en los próximos días por "diferencias" en torno a lo que se acordó con el Fondo.
Una digresión aparte, ¿cómo es que Cristina se encontraba filmando justo al momento que ingresaban las piedras a su despacho, rompiendo todo a su paso? Más aún: ¿Por qué hubo despachos cercanos al suyo que no sufrieron ningún tipo de vandalismo? ¿Habrá que pensar que fue la propia vicepresidenta la que armó todo para victimizarse? Conociendo el paño, no sería nada descabellado.
En otro orden de cosas, empieza a tomar color un escándalo de corrupción en Jujuy que involucra a la firma minera Exar S.A. empresa conformada por Lithium Americas Corp, Ganfeng Lithium y JEMSE (Jujuy Energía y Minería Sociedad del Estado).
El curro es millonario e involucra a importantes funcionarios que responden a Gerardo Morales. Se está motorizando a través del Ministerio de Agricultura de esa provincia. También intervienen UPCN; Tello Group SRL; First Data Comercios, Fideicomiso Fátima, y otros. Los documentos en poder de este portal son elocuentes al respecto. Serán publicados esta misma semana.
El que avisa, no es traidor...
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