– Hola.
– Hola, hola, ¿me escuchas?
– ¿Me escuchas?
– Sí.
– ¿Dónde están ustedes?
– Acá, en el 18, los tienen a los dos, viste, estaban…
– ¿Eh?
– Los tienen a los dos.
– ¿En dónde?
– A los dos los tienen acá, fuimos a Tres de Febrero, no estaba la chata. Todavía no la habían llevado.
– Ya los tienen ahí, boludo, 500 ‘lucas’ piden para largarlos.
– ¿Ah sí? Y, bueno, hay que ponerlas. Llamá a ‘Salvaje’. ‘Salvaje’ dijo que no hay problema.
– Y, bueno, tienen que ir a llevar la plata a la comisaría, nada más.
– Bueno, listo.
– ¿Listo? Ahí te mando la foto.
– Dale.
– Los hicieron pija, boludo.
– ¿Si?
– Sí.
– ¿A quién? ¿A ellos?
– A los dos, boludo, los cagaron a palos esos ortivas.
– Los cagaron a palos, dice. Eh, bueno, llamá a ‘Salvaje’, pa.
– ¿Y ‘Mocho’ qué está haciendo?
– 500 ‘lucas’, eh, tomá, boludo, hay que poner.
En ese momento, ‘Mocho’ tomó el teléfono:
– Hola.
– Hola, ‘Mocho’.
– Sí.
– 500 ‘lucas’ hay que bajar acá a la primera, están.
– Sí, en la primera, ahí me dijeron.
– Que baje ‘Perro’ si él tiene la cabida o bajas vos, no sé.
– Dale, dale.
– Dale.
– Dale, dale.
– Dale, dale, avísame, que lo manden ahora.
Aquel 27 de diciembre de 2021, Modesto Pare y Ruiz arregló con su hijo Matías, alias «Mocho», para que él o «Perro» fueran a la comisaría 1º de San Martín a pagarles a los de la Bonaerense para que liberaran a Federico Ariel Luna. «Salvaje», decían, lo había autorizado. «Salvaje» era Iván Gabriel Villalba, hijo del otro gran salvaje, Miguel Ángel «Mameluco» Villalba. Lo que no sabían los narcos ni los policías era que esa conversación estaba siendo escuchada por una oficial principal de la Dirección Unidad Especial de Lucha contra el Narcotráfico de la misma Policía.
Al día siguiente, «Mocho» cumplió: dejó un sobre con los 500 mil pesos a los de la comisaría y, un rato después, Luna se fue caminando como nada hubiera pasado, según pudo reconstruir Encripdata. Pero lo que tampoco sabían unos ni otros era que ese «peaje» estaba siendo vigilado por agentes encubiertos de la Dirección General de Operaciones Antidrogas de la Policía Federal.
Luna empezó el 2022 en libertad, pero sus salvadores, «Mameluco» y «Salvaje», hacía rato que estaban adentro. Como sea, mandaron a decir: Año Nuevo, precios nuevos. A partir de enero, los transas, repartidos en tres turnos, debían vender la dosis a 250 pesos. Cada bolsita rosa o celeste podía tener entre 0,0393 -la nada misma- y 0,1769 con una pureza de cocaína de entre el 15% y el 56%. Con 25% de aumento de un saque y con puntos de venta que funcionaban «24×7», los Villalba se aseguraban que el negocio siguiera siendo millonario para cubrir sus gastos, los de la familia y los de la nómina de la Bonaerense.
El 24 de enero, Natalia Yanina Díaz, Nati o «Tía», encargada de uno de los turnos, se asustó por una droga nueva y se lo hizo saber a su novio Fran:
– Acá hay un ‘bondi’
– ¿Qué pasó?
– El ‘Dylan’ y ‘el Boli’ trajeron una droga de Colombia, viste, como pasta base…
– Sí.
– Y preguntaron quién quería fumar, y dice ‘el Perro’, y fue a parar al hospital, re duro quedó, re acelerado…
– Ah, no…
– Y después el hermano de ‘Mocho’, ‘Mosqui’, tomó y también fue a parar al hospital.
– Decile que me convide un poco a mí.
– No, nene, sabés cómo te deja, re mal.
– Dale, amor.
– ¿Sabés cómo se fueron al hospital los dos?
– Pero a mí me va a pegar re piola.
– ¿Qué piola? La cagada que yo te voy a dar te va a quedar piola…
Como reveló el autor de esta nota en una investigación para LA NACIÓN, la escucha telefónica entre Nati y Fran también fue grabada por la Dirección Unidad Especial de Lucha contra el Narcotráfico de la Policía Bonaerense y podría haber evitado lo que sucedió el 2 de febrero en Puerta 8, pero la jefa de esa unidad, comisario mayor María Cristina Sánchez, recién se lo informó dos días después a la jueza federal Alicia Vence y al fiscal Paul Starc cuando 24 personas ya habían muerto por consumir la «droga fea».
La tarde de la tragedia, «Mameluco» habló con «Mocho» para intentar poner un poco de orden:
– Estamos todos acá con ese ‘bondi’ de la droga esa.
– Sí, sí, ya sé, toda cagada hicieron, cagada total, pero ¿qué onda con el guachito?
– Sí, sí, y bueno ahora estamos, vinieron a hacer ‘bondi’ a las 4 de la mañana por ahí, a las 5.
– ¿Cómo?
– Que ‘el Pachu’ y todos esos con Chaparro, todos esos…
– ¿Buscándolo a quién?
– Y a cualquiera, porque supuestamente dice que la Adri fumó, tomó por la nariz
– Ah ¿la Adri ahora se para de manos?
– Todos se paran de manos.
– ¿Y el guachito con quién anda?
– Anda con un par, anda con el Nico, los Chaparro, ‘el Pachu’, son un par, estos me parece que laburaban con ‘el negro Alicho’ o siguen laburando.
– Ah ¿están laburando con ‘el Negro’?
– Pero como no tenemos el ok de ‘el Salvaje’ para asesinarlo, no hacemos nada. Pero ahora tenemos el ok para ‘darle de bardo’. Tenemos ‘tarjeta verde’.
– No, no, ya sé, a todos hay que ‘darles de baja’, pero no se puede, hay que aguantar…
– Pero ellos van a venir a tirar.
– No, ya sé, ahí me están contando lo que pasó. Escuchame: me interesa más este quilombito ahora. Ahora voy a hablar con ‘Chucky’, yo ya lo manejo con ‘Chucky’.
– Ya lo hablé con ‘Chucky’.
– ¿Qué te dijo ‘Chucky’?
– Qué acá, la mamá de Chaparro fue a hacer la denuncia por el pibito.
– Sí.
– Y que hay como tres o cuatro muertos que tiene ahí en la comisaría, pero la pateó para Puerta 8.
– Sí, bueno, Puerta 8 ya la allanaron, ya está, Puerta 8 está hasta la verga.
El 22 de febrero, finalmente, la jueza Vence decidió detener a 18 miembros del clan. Como «Mameluco» ya estaba en la Unidad 6 Rawson, Chubut, del Servicio Penitenciario Federal (SPF), y «Salvaje«, en la Unidad 35 Magdalena, del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB), a ellos les requisaron las celdas. Iván tenía dos celulares, cuatro chips, cuatro pendrives, papeles escritos a mano y 10 gramos de marihuana.
Entre los 18, la jueza incluyó a «Boli» y «Dylan», los que «trajeron la droga de Colombia», como quedó expuesto en el diálogo entre Nati y Fran. La dosis letal del fentanilo es de solo 2 miligramos. Como la «droga fea» estaba cortada con carfentanilo, un opioide análogo del fentanilo pero 30 veces más potente, 24 de los compradores en Puerta 8 se sintieron mal de inmediato. No todos pudieron llegar a los hospitales en San Martín: algunos fallecieron casi instantáneamente en su casa o en la calle.
«Boli» soñaba con que «Mameluco» lo ascendiera. Que dejara un barrio o, al menos, un punto de venta a su cargo. Según le contó a Gustavo Daniel Acosta, alias «Chavo», «Dylan» le dio su palabra de que así sería:
– Decile al tío que no voy a estar.
– Sí, sí…
– Porque después es para quilombo, igual ahí hablé con Charly, que está con la tía Beti, quédate tranquilo, así que, bueno, nada, hermano.
– ¿Qué? ¿Estaban hablando boludeces de mí?
– No, pero viste como es ahí…
– ¿Quién?
– No, todos, se fijan en todos.
– Ah puterio, como siempre.
– Sí, el otro día el Eze se puso ahí en el pasillo a ver. Cualquiera, se quieren subir…
– Arriba del choto.
– Yo saludo y ni cabida.
– No hay que darle cabida.
– Y sí, yo sé quiénes son los que están siempre, yo le dije al Dylan.
– Me dijo el chabón: ‘El próximo jefe de acá sos vos’, me dio la palabra.
– Y sí, amigo, siempre dije, ‘el Boli’ siempre.
– Yo no voy a dejar tirado a nadie y no voy a cambiar.
– Imagínate que tienen un par de pingüinos que están cobrando de onda 5, 4…
– Es lo que te digo.
– Están regalando a full.
– Sale el viejo y ahí cambia todo, hermano.
– Sí, patada en la cabeza, sabes cómo voy a estar con el tío ‘Mameluco’, olvídate…
– Olvídate, vos vas a estar con nosotros, conmigo, olvídate, vas a ser uno de los primeros.
Pero ese 22 de febrero, los planes de William Javier Zalazar, tal el nombre de «Boli», se derrumbaron: los investigadores lo encontraron en el pasillo 5 de la villa 18, Billinghurst.
Con Luca Nahuel Baigorria, el verdadero nombre de «Dylan», no tuvieron tanta suerte.
Ya lleva más de un mes prófugo de la Justicia.
Como reveló Encripdata, «Dylan» es hijo de «Mameluco», pero lleva el apellido de su madre. Tiene un tatuaje de Cupido en la panza, muchas estrellas de varios colores en el antebrazo derecho, un rosario en la muñeca izquierda y un Kaláshnikov -fusil de asalto ruso- en el brazo izquierdo. Hincha de Boca por herencia familiar y de Chacarita y La Persiana por tradición barrial. Con 27 años, tiene en su haber un ajuste de cuentas del que sobrevivió, un paso por la cárcel y dos barrios a su cargo, Lanzone y Lavalle. Los tenía. Hasta el 2.
El 23 de febrero, por fin, el director de Asuntos Internos de la Policía Bonaerense Darío Díaz sumarió, desafectó y detuvo al comisario Vasalli, hasta entonces jefe de la comisaría 5º de Billinghurst, por darle «cobertura» al clan Villalba.
Pero nada cambió.
La tarde del viernes 18 de marzo, policías bonaerenses pararon a «Kako», otro medio hermano de «Dylan», y lo llevaron a esa misma comisaría, ahora a cargo del comisario Ojeda. Como no tenían orden de captura en su contra, lo dejaron ir, pero, según pudo reconstruir Encripdata, no fue gratis: se quedaron con su bolso lleno de plata.
A los arrestados, la jueza Vence los procesó por realizar actividades compatibles con el narcomenudeo y más temprano que tarde lo hará también por el desastre de Puerta 8. Algunos podrían zafar: para imputarles las 24 muertes, no le alcanzará con probar que formaron parte de la banda que vendió la «droga fea» (responsabilidad objetiva) sino que también deberá demostrar que sabían que estaban entregando la «droga fea» y no la común (responsabilidad subjetiva). La magistrada también extrajo testimonios del expediente, es decir, avisó que investigará la «cobertura» de las fuerzas de seguridad al clan.
«Dylan», uno de los más complicados porque con «Boli» fueron los que la trajeron de Colombia, se escondió muy bien. Especialmente, después de lo que le pasó a «Kako» en la comisaría. Si esos policías hubieran seguido a «Kako» en vez de cobrarle ese «peaje», tal vez habrían llegado hasta «Dylan»: el sábado 19 de marzo, tenían el cumpleaños de un familiar en una quinta.
Ahora nadie sabe dónde está el dueño de la droga mortal.
Y eso, en parte, gracias a la Bonaerense.
País sin futuro