Poco a poco, la Argentina se hunde en el barro de la mediocridad. Es un proceso lento pero persistente. Que arrastra a todos los estratos de la sociedad, sin solución de continuidad.
La política, los medios, las instituciones… nadie zafa. Es una espiral de putrefacción que no depara nada bueno al final del camino. En su momento casi que pasaba desapercibido, pero últimamente es demasiado notorio. Todo se ha vuelto berreta, vulgar, incluso distorsionado.
¿Dónde quedaron aquellos debates filosóficos de la política donde los que discutían destilaban conocimiento acabado sobre casi todos los temas? ¿Qué fue de aquellos que llegaban a la política cargados con un eficaz bagaje de buenas intenciones, siempre acompañados por la sapiencia de los que saben sobre los principales temas de coyuntura?
Hoy en día, cualquiera es ministro, secretario, diputado y senador. Poco importa que no tenga conocimiento de ningún tema en particular. O ningún conocimiento en absoluto.
¿Cómo puede un tipo de la calaña de Aníbal Fernández, con un pasado vinculado al mundo narco, ocupar el cargo de ministro de Seguridad? ¿O Santiago Cafiero, un completo ignorante, ser canciller? ¿Y el ex espía Rodolfo Tailhade, cómo es posible que sea diputado un tipo de tal calaña? El berretismo al poder.
El periodismo no es menos: la desinformación está a la orden del día. Se acabó el rigor de antaño por completo, ahora cualquier fake news es publicada como si fuera una verdad revelada. Y repetida una y otra vez, con una irresponsabilidad a prueba de balas.
El caso de la “banda de los copitos” es una prueba cabal de ello: desde un primer momento los periodistas alineados a un lado o el otro de la grieta denunciaron cuestiones absurdas. En una vereda, aparecen los que sostienen que se trató de un “autoatentado”; en la otra, los que culpan a la derecha y el PRO. Sin ninguna evidencia, ni los unos ni los otros.
Los principales exponentes fueron los colegas de C5N y La Nación Más. Durante semanas y semanas se la pasaron diciendo las teorías más absurdas. Aportando datos que no existen en el expediente de marras. ¿La ciudadanía? Bien, gracias. A nadie le importa el daño que hace la desinformación al tejido social, que busca en el periodismo las herramientas para tomar sus decisiones a diario.
Ahora mismo, periodistas de Página/12 —otrora un diario de valorada reputación— insisten en hacer una concatenación imposible entre Patricia Bullrich y el ataque a la vicepresidenta.
Ello a raíz del hallazgo de unos audios que prueban que el colega y youtuber “El Presto” tuvo una serie de encuentros íntimos con Brenda Uliarte, una de las implicadas en aquella trama.
Automáticamente, esos registros convirtieron a El Presto en el autor intelectual del atentado contra Cristina. A su vez, una fotografía de Bullrich con el youtuber terminaron de completar la trama. ¡El PRO habría armado todo! De tan absurdo, es hilarante.
De hecho, sorprende que los colegas no se hayan percatado de dos detalles, no menores. El primero: ¿Todos los que tuvieron sexo con Uliarte son parte de la conspiración? ¿Por qué nadie los ha señalado aún?
Segundo: ¿Cómo es posible que en ninguno de los teléfonos celulares de los implicados aparezcan mensajes o llamados que los vinculen con los presuntos financistas de la política?
Como dijo este cronista desde el día uno, los que buscaron atentar contra Cristina son parte de una banda de descerebrados que actuó por cuenta propia. Así de simple, aunque el periodismo no termine de entenderlo. Solo deben leer el expediente judicial.
Otra trama que expuso la vacuidad de conocimiento de los hombres de prensa de los grandes medios es la del avión venezolano-iraní, cuyos presuntos vínculos con el terrorismo internacional fueron expuestos durante meses, basados en supuestas pruebas de la CIA, el FBI y Mandrake el mago.
Finalmente, todo resultó un blef y los iraníes terminaron libres de culpa y cargo. Solo quedaron vinculados a la causa judicial un grupo de venezolanos, que más temprano que tarde terminarán sobreseídos también. ¿Cuándo entenderán los colegas que el hecho de ser de tal o cual nacionalidad no convierte a una persona en delincuente?
El terrorismo existe y es un hecho, pero jamás se maneja de la manera que lo hicieron estos tipos. Su impericia evidente fue la que demostró que estaban lejos de ser lo que los medios dijeron que eran. Hay que decirlo: si realmente eran terroristas de alta laya merecían pertenecer a la “banda de los copitos”.
Pero no es todo. El caso de las críticas de Facundo Manes a Mauricio Macri también expuso las miserias del periodismo, que salió abroquelado a destrozar al incipiente referente radical, solo por atreverse a semejante herejía.
¿A quién se le ocurre acusar al macrismo de haber espiado ilegalmente durante su gobierno? Más allá de la ironía, ello es un hecho y ha sido sobradamente demostrado. Pero es incómodo para Juntos por el Cambio admitirlo. Ergo, es mejor entonces callar al mensajero.
Y allí salieron los medios, entre los cuales se destacó La Nación Más, a avanzar en el trabajo sucio de hacer añicos la reputación de Manes, quien no carece de las ambiciones propias de quien quiere ser presidente de la Nación.
Entonces aparecen las preguntas de rigor: ¿Quién les ordenó a esos colegas destrozar con tanta virulencia al crítico de Macri? ¿Fue gratis? ¿Era para tanto el ensañamiento, con notas editoriales y demás? ¿Por qué esos mismos periodistas jamás hablan del espionaje macrista? ¿O acaso hay que refrescarles la memoria?
Uno lo ha contado una y mil veces: aquello que Elisa Carrió le dijo a Macri en 2017, respecto de que agentes de la exSIDE estaban espiando a propios y ajenos. Sobre todo a propios. Y el entonces presidente no dijo ni mu. Ni tampoco hizo nada. Y Carrió se lo recordó en tres oportunidades, durante el mismo año.
Valga mencionar que uno ha sufrido aquel espionaje del macrismo, tras descubrir una empresa off shore del entonces primer mandatario, llamada Kagemusha. En los idus de 2016, cuando despuntaban los Panamá Paper.
Es bien cierto que el espionaje no es potestad solo del macrismo, el menemismo apelaba a las mismas estrategias, también el kirchnerismo, pero ello no le quita gravedad a la cuestión.
En otro orden de cosas, la causa judicial que inició contra Sergio Massa quien escribe estas líneas avanza a paso de tortuga, como si una mano misteriosa comandara los destinos de ese expediente, que reposa en el despacho del juez Marcelo Martínez de Giorgi. Una situación suspicaz.
Dicho sea de paso, Daniel Guerra, quien jura que no es testaferro del hoy ministro de Economía ya encargó 8 carpas en nombre de este último para enero en el Balneario CR de Pinamar, a valor de 300 mil pesos cada una. El año pasado fueron “solo” 6. Dos menos.
Delicias de un país que, como se dijo, se encamina al declive irremediable.
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