Este jueves el gobierno bonaerense decidió modificar el régimen de promoción de alumnos en el sistema secundario, ampliando la posibilidad de adeudar materias para evitar la repitencia. Si aprueba la Dirección General de Escuelas comenzaría a aplicarse en el ciclo lectivo 2023, desde el 1° de marzo.
La reforma prevé alteraciones de fondo sobre el mecanismo evaluativo para que un estudiante pase de año. La nueva norma contempla la posibilidad de pasar hasta con 16 materias previas.
Repetimos: la enorme idea que se le ocurrió a quien es considerado la lumbrera más resplandeciente en el firmamento de Cristina Fernández de Kirchner, el gobernador Axel Kicillof, es eliminar los semáforos rojos de las esquinas para que ya no haya multas de tránsito.
Estamos a “esto” de que la misma inteligencia, o incluso alguna superior, siga los pasos del presidente colombiano Gustavo Petro y sugiera que delitos que ahora son delitos dejen de ser delitos para que haya menos delitos en el país.
A ver si ponemos esto en orden: si como toda iniciativa para que los estudiantes no repitan el año y no abandonen la escuela, lo único que se nos va a ocurrir es romper el termómetro que mide la fiebre que tenemos, estamos listos.
El atajo es tan burdo que solo confirma que todo está hecho a propósito, en una más de las mentiras kirchneristas, para seguir arrastrando a la ignorancia zombie y a una miseria atroz a más y más porciones de la sociedad, para que ellos puedan seguir gobernando sobre un yermo de sonámbulos.
La norma va a permitir deber materias de tres años. Imaginemos a un alumno de cuarto año del colegio secundario que debe matemáticas de primero, segundo y tercer año, ¿cómo se supone que hace para entender las ecuaciones más complicadas de matemática IV si no entendió matemáticas I, II y III?
En el universo de la educación -por sI la lumbrera marxista, Axel Kicillof, lo ignora- existe lo que se llaman “correlatividades”. Por el imperio de esa perogrullada no se puede pasar al entendimiento de una secuencia superior de la misma materia hasta que no haya quedado demostrado que se entendió la secuencia inferior. Es tan sencillo como eso, Kicillof.
Engañar a los estudiantes haciéndolos pasar de año y llevando al inconsciente de su cerebro la convicción de que saben algo -cuando no lo saben- solo va a producir futuros frustrados cuando el mercado laboral rechace esa oferta vacía de conocimientos.
Ustedes piensen que, aun enseñando bien lo que son los conocimientos actuales, es muy posible que muchos de ellos sean inútiles para desempeñarse en los trabajos que vienen. Imaginen lo que ocurrirá si, encima, enseñamos mal hoy lo que podríamos enseñar bien: la catástrofe está asegurada.
Si el problema con el que nos encontramos es que los alumnos repiten mucho los años y, como consecuencia de ello, muchos de ellos deciden abandonar el colegio, lo que tenemos que hacer es replantearnos qué estamos haciendo mal en el proceso de aprendizaje y enseñanza. Pero no alivianar las cargas para que los que no saben avancen como si supieran, porque en realidad los estamos haciendo avanzar hacia un precipicio.
Que la educación en la Argentina es un desastre nadie tiene a esta altura ninguna duda. Pero por este camino estará mucho peor.
Hoy existen elementos de tecnología que serían muy aptos para reconvertir los métodos de enseñanza en caminos atrayentes y hasta divertidos que permitan entusiasmar a los jóvenes. Naturalmente el cuerpo docente debería estar a la altura de ese entendimiento para luego poder usar esas herramientas y transmitir su conocimiento. Pero un conjunto de trabajadores que decidió elegir a Roberto Baradel como su representante, no parecería tener las cualidades y condiciones mínimas para entender, manejar y entusiasmarse con las nuevas metodologías.
Con un gremio que lucha contra la evaluación de la calidad técnica de su trabajo, que no quiere ser sometido a ninguna competencia, que se debate entre las carencias provocadas por la existencia de un océano de suplentes, que no ha mostrado (salvo excepciones, porque excepciones hay en todos lados) un entusiasmo particular por ser mejor y por encontrar maneras creativas de atraer y mantener a los alumnos en clase, obviamente es muy difícil lograr que el colegio sea una aventura atractiva.
Varios de estos maestros (aunque ellos -lo que significa toda una definición- prefieren llamarse a sí mismos “trabajadores de la educación”) hicieron campaña para mantener las escuelas cerradas durante la pandemia, más allá, incluso, de un par de primeros meses en donde pudo haber parecido razonable una suspensión. Es más, convirtieron a las escuelas cerradas en una bandera de lucha, produciendo un daño inmenso que, por su propia dimensión, cuesta creer que no haya sido buscado con toda intencionalidad.
La idea, que el gobierno del neocomunista Kicillof se propone llevar adelante, no hace otra cosa que institucionalizar en la letra de la ley un deterioro de una profundidad oceánica que petrificará los cerebros de los jóvenes como si un frío glacial los hubiera sorprendido en la Edad de Piedra.
Ninguna empresa del futuro encontrará en ellos nada bueno como para tomarlos y ofrecerles un buen salario. Es más, las desigualdades entre los que pudieron arañar algún conocimiento útil y los que fueron los “beneficiados” del “Plan Kicillof para la No Repitencia” serán de tal dimensión que la brecha que hoy tenemos en ese terreno nos parecerá un juego de niños.
Repito: el objetivo detrás de este verdadero asesinato es tan burdo que no alcanzo a entender cómo no se ve. Solo quieren fabricar zombies para que, como decía Solzhenitsyn, hasta a ellos se les haga más fácil la tarea de engañar: la masa de idiotas será tan grande que cada vez se necesitará menos talento para vender los embustes.