En el año 1994 se empezó a formar una fuerza política que fue subestimada por propios y ajenos, y terminó creciendo hasta llegar a lugares impensados.
Se trató del Frente País Solidario, un “rejunte” que permitió conformar la Alianza que llevó a Fernando De la Rúa a la presidencia de la Nación de la mano de Carlos “Chacho” Alvarez. La fórmula surgió de unas primarias donde se decidió qué lugar ocuparía cada uno.
De la Rúa venía de hacer una impecable gestión como jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, bastión que logró arrebatarle al peronismo, que venía de gobernar en los años anteriores gracias a la posibilidad de elegir “a dedo” al intendente de turno.
Luego, en el marco de un acuerdo refrendado entre partidos, la UCR relegó su poder y el Frepaso se quedó con aquel relevante bastión. Ello gracias a que el entonces jefe de Gobierno, el radical Enrique Olivera, no se presentó a la reelección, y permitó al frepasista Aníbal Ibarra hacerse con el trono de la CABA. Su gestión se acabó en el preciso momento en el cual se incendió el boliche República Cromañon, a fines de 2004.
En estas horas, muchos observan un escenario similar en el marco de la decisión que ha tomado Horacio Rodríguez Larreta de desdoblar las elecciones porteñas, abriendo la puerta a la UCR de quedarse con el “trofeo” que el PRO cela con uñas y dientes.
Ciertamente, hay diversas similitudes entre aquel escenario y el actual. La principal: un jefe de Gobierno de la CABA que busca alcanzar el cetro mayor: el sillón de Rivadavia. Otra, una coalición con ideologías totalmente diferentes.
No obstante, la historia no tiene porqué terminar necesariamente igual que hace dos décadas, ni mucho menos. Los contextos son diferentes y los ciclos históricos también.
La Argentina ha cambiado mucho, en muy poco tiempo. Algo más de 20 años. Por caso, el PRO nació al calor de aquel fracaso de la Alianza a fines de 2001, al igual que el Frente de Todos.
Sea como fuere, Rodríguez Larreta sufre en estas horas las inclemencias que se ciernen sobre él desde la cúpula de su propio espacio. Ello por decidir cumplir con el pacto “no escrito” que había refrendado con el radical Martín Lousteau. donde se decidió desdoblar las elecciones en la CABA.
La situación encendió la furia de Mauricio Macri, que envió a su tropa de “halcones” a destrozar a su otrora jefe de Gabinete, el malogrado Larreta. Ello explica la sucesión de voces contra el hoy alcalde porteño, desde Patricia Bullrich, hasta Maria Eugenia Vidal, pasando por la desdibujada Laura Alonso. Todos con argumentos casi calcados.
Para escapar a los furibundos ataques, Larreta decidió escapar a Mendoza, la provincia con la cual más y mejor se identifica Bullrich. Por caso, en plena Fiesta de la Vendimia, la hasta hace poco presidenta del PRO se sacó fotos con los principales referentes de la provincia, incluido el gravitante Alfredo Cornejo.
Larreta esperó agazapado e hizo lo propio. Este viernes se sumó a una conferencia de prensa en la cual le rindió pleitesía al hoy precandidato a volver a gobernar la provincia. A su vez, se despegó del díscolo Omar De Marchi, no sin inquietud.
Hablando de incomodidad, hubo una situación que pasó desapercibida para los medios: el libertario José María Videla Sáenz decidió no aparecer en la fotografía con Larreta. Según pudo saber Tribuna de Periodistas, les pidió a la gente de Protocolo que lo quiten de escena y después se sacó otro retrato solo con los referentes provinciales.
Podría parecer una anécdota menor, pero no lo es: se trata de una postal de la incomodidad que se vive dentro de Cambia Mendoza en estas horas, donde se intenta forzar una convivencia entre aguas y aceites.
Imposible semejante mezcla, todo el mundo lo sabe.
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