La Argentina va a tener que tomar más temprano que tarde una decisión crucial. Una decisión que tiene que ver con su sistema de vida.
Esa decisión implica responder algunas preguntas: ¿Está el peronismo por encima de la democracia? ¿Es el peronismo LA democracia? ¿”Voluntad popular” y democracia, son sinónimos? Por ende, ¿Son sinónimos “voluntad popular” y peronismo?
Está claro que la Constitución resolvió todos estos interrogantes y las respuestas las podemos consignar aquí:
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La democracia es la Constitución,
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Nadie está por encima de la Constitución,
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Voluntad Popular y democracia no son sinónimos porque la voluntad del pueblo no puede alzarse contra la Constitución a menos que se reúnan los requisitos que ella misma establece para que esa voluntad la reforme,
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El peronismo no existe en términos constitucionales.
El peronismo está en estado de rebeldía frente a estas respuestas porque el peronismo, desde que nació, está en estado de rebeldía contra la Constitución de 1853.
Trató de cambiarla (de un modo amañado, como no podía ser de otra manera) en 1949 estableciendo una Constitución nueva que ellos mismos llamaron “la Constitución de Perón”, confesando desde su mismo principio el carácter fascista y personalista que ese engendro tenía.
Con el restablecimiento de la Constitución de 1853, la rebeldía peronista renació. Acompañado por leyes inconstitucionales -que ellos mismos dictaron y que una Justicia cobarde no abortó- el peronismo inició un ciclo contra-constitucional de facto que es en el que la Argentina vive desde 1960 hasta aquí.
Una de las manifestaciones más groseras de ese estilo de vida es la entronización en las provincias de verdaderos señores feudales que, amañando la interpretación de las constituciones provinciales o forzando reformas para hacerse reelegir eternamente, han logrado permanecer en el poder por 20, 25 o 30 años, a veces directamente con las mismas personas y otras garantizando la perpetuidad del peronismo.
Eso mismo iba a pasar nuevamente en San Juan y Tucumán donde Uñac y Manzur habían retorcido las interpretaciones jurídicas para presentarse a elecciones cuando no podían hacerlo.
Esa flagrancia ilegal fue llevada, por referentes de la oposición, en queja a la Corte Suprema de Justicia que, en una resolución que tardíamente se conoció ayer, suspendió las elecciones en esos distritos que debían llevarse a cabo el domingo.
Lo interesante de este caso es el comunicado del gobierno por el cual dio a conocer una respuesta oficial a ese fallo.
De ese texto se desprende el asombro que el peronismo siente cuando el mecanismo constitucional actúa. Entra en una especie de estado de estupefacción.
En ese comunicado el gobierno habla de que la Corte pone en peligro la democracia porque se opone a la voluntad popular.
Noten el océano de distancia que hay entre una concepción que considera que la Corte ES la democracia (porque es la última intérprete de la Constitución) y otra que entiende que si la Corte emite un fallo contrario al peronismo se ataca la democracia.
Mientras el peronismo (y buena parte de la Argentina) no entienda que la democracia consiste en que los mecanismos constitucionales funcionen aún cuando de su funcionamiento se deriven decisiones contrarias a los intereses peronistas, lo que habrá en el país no será una democracia real sino un sistema de matones que solo se vale de las formalidades democráticas para mantener su propio poder pero no para respetar las libertades civiles, que son la razón última por la cual un sistema como el democrático fue diseñado.
La democracia no se inventó para proteger al que gana y para santificar las decisiones mayoritarias sino, al revés, para proteger a los que pierden y para salvar y sostener las opiniones minoritarias.
Mientras ese ABC muy, muy básico no sea aprendido por la sociedad, habrá espacio para que el peronismo siga trasmitiendo sistemáticamente -como una gota china- la idea de que la democracia es el sistema de gobierno en donde gobierna el más fuerte, el más matón y el que más elementos tiene para irla de malo.
En ese escenario selvático es en el que vive la Argentina hace décadas. Y lo seguirá haciendo mientras respuestas claras a las preguntas que hicimos más arriba sirvan para notificarle al peronismo que sus formas peronistas se terminaron.