Massa ha empezado su campaña con un sello distintivo. Es más, creo que no podría haber arrancado esta carrera hacia la presidencia con algo que sea más característico de él que aquello que justamente eligió: mentir.
En una burda copia de la estrategia del “timbreo” inventada por Macri cuando era jefe de gobierno, el impresentable ministro de economía visitó varios hogares del conurbano bonaerense (que es su último salvavidas) y se hizo filmar con un teléfono celular para luego difundir sus encuentros por las redes sociales.
En uno de esos encuentros volvió a insistir con la cantinela de la deuda del Fondo, la “fuga de capitales” y la herencia de Macri.
Comparó al ex presidente con un tío vago que pide un préstamo al prestamista y huye con el dinero dejándole la hipoteca a la familia.
Solo un mal parido puede llegar tan bajo. Massa antes que cualquier otro sabe perfectamente cómo fue usado el dinero del Fondo. Entre otras cosas para pagar a los jubilados sin aportes que él, con Cristina Kirchner como presidente y Boudou como ministro de economía, habilitaron en 2009.
Dos de cada tres dólares de aquel préstamo se utilizaron para pagar deuda contraída por el kirchnerismo al que él “iba a meter preso”, mientras el dólar restante se derivó a cubrir déficit fiscal (no tan gigantesco como el que él tiene ahora) pero que sí era necesario atender responsablemente, sin emitir como hace él.
En materia de “fuga de capitales” no debería haber otro maestro mejor que Massa que, como buen kirchnerista, sabe lo que es crear un valor artificial del dólar para que, con las diferencias entre las cotizaciones, queden habilitadas todas las maniobras de fuga que el ser humano haya inventado (en la Argentina o en el mundo).
Que este inescrupuloso pretenda engañar a la gente echando mano de la “herencia de Macri” luego de que estuvieron en el gobierno durante cuatro años destruyendo literalmente todos los sueños de todos los argentinos, es francamente increíble.
Massa, en otro momento de su decadente visita a una familia honesta que lo recibió para escuchar sus mentiras, pretendió echar mano del nacionalismo barato que supone hacerle creer a la gente que demonios malos del exterior pretenden al rendición de la Argentina y su sometimiento a un orden que la Argentina no quiere.
Esa familia que lo recibió está pagando con sus privaciones la locura de que un conjunto de privilegiados se atornille a los sillones del Estado para disponer como a ellos se les antoje de los recursos que genera el pueblo con su trabajo.
Eso es lo que Massa defiende: un sistema en donde un sector productivo genera recursos para que gente como él -con las herramientas coactivas del Estado- se los saque de sus bolsillos para, en parte, robarlos y, en parte, disponerlos para servir sus intereses políticos bajo la forma del clientelismo populista o la demagogia federal de mantener gobernadores feudales.
Ese es el sistema que Massa propone: que un conjunto de esclavos trabaje para que los recursos que generan esos siervos él, por un lado, los pueda robar para beneficio personal y, por otro, hacerse el rey mago con quien le venga en gana (también para defender sus propios intereses políticos y alimentar su demagogia).
¿De dónde salen esos fondos? De los bolsillos de la familia que estaba sentada delante de Massa.
Según dicen cerca del peronismo, el ministro concentrará sus “esfuerzos” electorales sólo en el conurbano, en el NOA y en el NEA. ¡Qué casualidad: las tres regiones más pobres, peor educadas y menos productivas del país! Allí donde reina el peronismo.
El círculo vicioso de generar pobres, hambrientos y mal educados para hacerlos más dependientes, más zombies y más atados a la mano del Estado (entendido éste no como un concepto institucional sino como un conjunto de personas “salvadoras”) ha sido muy eficiente en esas áreas del país para el peronismo.
Sin embargo en otras zonas en donde aún queda gente con la dignidad del trabajador verdadero su poder se está dando vuelta. Han perdido San Juan y San Luis. Estuvieron muy cerca de perder Córdoba y aún así quien ganó no es kirchnerista (el kirchnerismo puro en la provincia sacó el 2% de los votos). Perdieron las PASO de Chaco (allí anda Capitanich en persona repartiendo regalos para comprar votos para las generales). Tranquilamente pueden perder la Córdoba Capital y la Provincia de Santa Fe. Ya hace rato perdieron Jujuy y pueden perder ahora en Chubut. La propia provincia de Buenos Aires puede darles una sorpresa y hasta Santa Cruz con Mario Markic puede eyectar a los Kirchner del eterno gobierno de ese feudo.
En gran medida la que viene es una elección entre la mentira de Massa y la realidad productiva del país: ¿Qué va a primar? ¿Los intereses de los que trabajan y producen o los de los que viven del reparto? ¿Los que trabajan y producen también reciben algo de “reparto”? ¿En ese caso, en ellos, qué será más fuerte, su deseo de conservar lo que “reciben” o su expectativa de que no le saquen lo que producen?
Estas son las tensiones que la elección general deberá resolver. Los que crean que el mentiroso de Massa puede ayudarlos ya lo han tenido en el gobierno estos cuatro años. Si tuviera la receta del éxito, ¿por qué no la aplicó desde el 2019 para acá? ¿Por qué no la está aplicando ahora?
La verdad resulta bastante repugnante que un sujeto que ha demostrado ser probablemente el político más inconfiable de la Argentina sea el candidato que probablemente vayan a votar millones. Porque convengamos que más allá de que pierda, Massa tendrá millones de votos.
En ese insondable misterio debe buscarse la respuesta a la -de otro modo- inexplicable miseria argentina.