Si bien este esquema clásico de las democracias occidentales se ha visto alterado en los últimos años (y en algunos casos verdaderamente estremecido) lo normal es que los países civilizados, modernos, los que avanzan y aquellos en donde sus ciudadanos gozan de un gran nivel de vida, tengan lo que se llama en ciencia política un sistema bipartidista en donde dos partidos se diputan la presidencia y el derecho a administrar el país pero con arreglo a una significativa coincidencia alrededor de valores ampliamente compartidos por toda la sociedad.
La Argentina, como no podía ser de otra manera para un país que gira en una órbita diferente a la del resto del planeta (en especial, justamente, diferente a la del planeta civilizado) introdujo una variante a la dualidad: en el país no impera el bipartidismo sino la bi-ideología.
¿Y qué se entiende por un país bi-ideológico? Pues simplemente un país en donde no hay dos partidos con diferencias sutiles (generalmente centralizadas en cuanta carga impositiva esos partidos están dispuestos a aplicarle a la sociedad) sino dos ideas completamente contradictorias, opuestas, antitéticas, inconciliables y de convivencia imposible por su alto grado de incompatibilidad.
En los países bi-ideológicos no da lo mismo que gane el partido que representa una de las ideologías o la otra porque el escenario social será dramáticamente distinto según sea un caso u otro. La Argentina hace mucho tiempo que es un país bi-ideológico. Quizás lo haya sido siempre, desde el mismísimo 25 de mayo de 1810.
En efecto, desde los albores de Mayo fue muy evidente el choque de dos visiones completamente distintas del mundo que, con sus más y sus menos y con los detalles característicos de cada una de las diferentes épocas históricas, han perdurado hasta hoy.
Por eso, en los meses que anteceden a una elección, no es raro escuchar (y desde ambos extremos de la bi-ideología) que la que se aproxima es una “elección entre dos modelos de país”. La frase no podría ser más acertada. El problema es que la incompatibilidad entre una ideología y la otra es de tal magnitud que una elección (salvo que su resultado sea completamente aplastante, cosa que hasta ahora no ha sucedido en el curso de la historia) no resuelve la disputa, porque a pesar de haber perdido, los argentinos que votaron la opción derrotada son millones.
Una de esas “ideologías” (lo pongo entre comillas porque hay veces que esas “ideas” son tan vagas e inasibles que no alcanzan a redondear una verdadera ideología) además, tiene muchos menos escrúpulos que la otra y no duda en echar mano a la violencia institucional, verbal y callejera para cancelar o impedir que los adscriben al otro modelo -aun cuando hayan ganado las elecciones- moldeen el país según sus lineamientos.
En trazos gruesos ese enfrentamiento acompaña al país desde su alumbramiento. En mayo de 1810 eran los gauchos del interior contra el porteñismo ilustrado (una imagen que aun hoy es utilizada en muchos casos… ¿recuerdan por ejemplo a Grabois -lo más lejano a un gaucho que uno pueda imaginarse- gritando como un marrano en la 9 de Julio que “aquí había muchos gauchos y muchas gauchas dispuestos de dar su sangre”?); después fueron los aislacionistas contra los integristas (facciones aún vigentes hoy); después llegaron los proteccionistas y los librecambistas (también vivitos y coleando todavía); después los socialistas y los liberales, que resumen en gran parte todo lo anterior… En fin, la Argentina no ha cambiado mucho.
En general, la sociedad parece dividida en dos grandes bloques cuyas fuerzas y votos están casi empatados y que, detalle más detalle menos, podríamos conformar así:
Grupo 1: Aislamiento del mundo. Nacionalismo. Intervencion del Estado en la vida privada. Alineamiento con regimenes colectivistas. Control estatal de la banca y del comercio. Presume a favor del delincuente. Restricción del Mercosur. Sin responsabilidad por actos propios. Supremacía de la fuerza. Coseguir un curro o un yeite. Muchos impuestos. Control de los medios de prensa. Prevalencia de los “contactos”. Aceptación del uso de la fuerza o del matonismo como metodo de dominación política.
Grupo 2: Integración al mundo. Patriotismo. Soberanía individual de las decisiones. Alineamiento con Occidente. Libertad financiera y bancaria. Presume a favor de la víctima. Tratados bilaterales de libre comercio. 100% de responsabilidad por actos propios. Supremacía del mérito. Progresar trabajando. Pocos impuestos. Libertad de expresión. Prevalencia del talento. Rechazo de la violencia y del matonismo como método de dominación política.
Y así podríamos seguir en una larga lista de diferencias que abarcan hasta los detalles más insignificantes de la vida, pero que aparecen influidos por estas dos concepciones completamente disímiles del mundo y de la creación.
La Argentina nunca pudo encontrar una síntesis conciliadora de ambas corrientes no porque sea un país sin imaginación sino porque, sencillamente, no hay conciliación entre el agua y el aceite.
De modo que es muy posible que en las elecciones venideras este cuadro se vuelva a verificar. Si las cosas fueran lineales, un candidato como Massa, el ministro de economía que llevó la inflación a 140% y la pobreza a la mitad del país, no podría obtener más de 15 votos. Ojo, no dije 15%. Dije 15 votos, probablemente los de su círculo familiar.
Sin embargo, en la Argentina, aunque pierda, Massa va a sacar millones de votos, simplemente porque no es una elección entre su persona y la de otro: en esta elección Massa encarna una de las dos “ideologías”. El candidato de JxC y Milei encarnan la otra.
Si en lugar de Massa pusiéramos a la Mona Chita, pues la Mona Chita sacaría millones de votos. Son las “ideas” que nos acompañan desde 1810, no las personas.
¿Me preguntan si esto puede arreglarse? Mmmm…. no lo creo. Las cartas están echadas. Miles de intereses, (incluso de gente que de la boca para afuera habla con las convicciones del Grupo 2 pero que sus negocios dependen de que siga vigente el Grupo 1) han avanzado mucho ya como para que esto tenga una vuelta atrás.
La única duda es si el grupo que hasta ahora rechaza el uso de métodos violentos para imponer sus posturas cambia de posición y comienza a aceptar que bajo determinadas condiciones hay que usar la violencia para avanzar. ¿Qué pasaría allí? Obviamente lo más probable es que del otro lado haya respuesta ya que siempre fue un grupo que echó mano de la violencia como método para alcanzar sus objetivos.
En ese caso, claro está, el horizonte podría ser el de una guerra civil. La última guerra civil argentina tuvo un ganador militar y un triunfador cultural: quienes perseguían la instalación de una dictadura comunista perdieron en el campo de batalla pero ganaron la lucha gramsciana con agentes inorgánicos que se infiltraron en las usinas culturales del país.
La anterior guerra civil se decidió en Caseros el 3 de febrero de 1852, cuando las fuerzas del entonces “Grupo 2” de nuestro cuadro, vencieron a las fuerzas del entonces “Grupo 1”. Eso dio origen a la organización nacional y a la Constitución de Alberdi que trajo 80 años de progreso.
Nadie quiere ni una cosa ni la otra. Pero el agua y el aceite no se mezclan.
Lo dijo Perón "les pongo un caballos y lo votan"
Independiente de la veracidad o no de parte de la autoría factica de la fábula de Stalin y la gallina, bien vale el relato para ejemplificar lo que sucede en la Argentina.https://quintafuerza.mx/cultura/la-fabula-de-stalin-y-la-gallina-desplumada-fue-real/ ¿QUIEN ES LA FUERZA POLITICA QUE MAS HA GOBERNADO EL PAIS DURANTE EL SIGLO XX Y EL ACTUAL? ¡¡¡ El Peronismo!!!. Incluso hasta en la dictadura hubo un "azul" como Juan Carlos Onganía que fué capaz de derrocar a un gobierno DEMOCRATICO como el de Don Arturo Illia y congraciarse con los sindicalistas PERONISTAS, otorgandoles el manejo de los fondos de las OBRAS SOCIALES. ¿Escucharon a algun SINDICALISTA exigir la derogación de ese decreto del regimen militar? HOY en pleno siglo XXI, en Argentina hay quienes promueven "VOLVER AL PRIMER PERON" ¿Eso acaso no es masoquismo servil? ¿No fueron suficientes las "generaciones sacrificadas" como para que NO HAYA APRENDIZAJE?