En el campo dicen que la cizaña es difícil de combatir porque se mimetiza con el trigo y eso dificulta su eliminación. Es mala porque utiliza su parecido con el cereal para matarlo y, desde la Biblia, se aconseja separarla en la cosecha y quemarla.
La sabiduría popular ha instalado el dicho de “sembrar cizaña” como una metáfora del accionar de aquel que viene a generar discordia y a terminar con la paz y la vida apacible.
Muchos llevan en su sangre el “sembrar cizaña”. No pueden parar. Está en su naturaleza de la misma manera que está en la del escorpión que pica a quien acaba de ayudarlo.
Cristina Fernández de Kirchner se deleita con la siembra de cizaña. Es para ella casi una cuestión de libido: su química se enciende cuando se prepara para ver los efectos de su siembra. Se mimetiza en las instituciones y desde allí desafía a la semilla buena.
La Corte Suprema de Justicia le notificó hace unas semanas a la ex juez Ana María Figueroa que debía desalojar su oficina en la Cámara de Casación Penal porque no contaba al día anterior de cumplir 75 años con un voto del Senado que revalidara su pliego.
Muchos titulares de diarios dijeron: “La Corte echó a Figueroa”. La Corte no echó a nadie; no está dentro de sus atribuciones hacerlo.
En realidad, la Corte solo tuvo la deferencia de invitar a Figueroa a que dejara de cometer el delito de usurpación de cargos y honores porque de lo contrario no le iba a quedar más remedio que abrirle una causa penal por la flagrante comisión de ese delito.
La Corte es el último intérprete de la Constitución. Lo que ella dice respecto de cómo deben ser leídas las disposiciones constitucionales no puede discutirse en otra instancia. La única opción que tendría otro poder para contradecir a la Corte sería emprender un proceso de reforma constitucional. Pero mientras esos poderes no logren reunir los requisitos que la misma Constitución exige para que pueda reformarse, deberán acatar lo que la Corte dice.
Es así de sencillo: mal que le pese a los populismos aluvionales, la nuestra es una república organizada bajo los principios del gobierno limitado, lo que quiere decir que por encima de una circunstancial “voluntad popular” (que es por definición cambiante y que no es siempre igual) rigen unos principios que sí son inalterables porque hacen a las convicciones profundas sobre las que el país está fundado.
Paradójicamente, una reforma de la Constitución que pretendió incorporar al texto de 1853 (y para desgracia del país lo logró) elementos de las democracias aluvionales (la reforma de 1994) introdujo una cláusula según la cual, si bien los jueces permanecen en sus cargos mientras dura su buena conducta (tal como lo decía el texto original) deberán contar con una extensión del consentimiento del Senado cuando cumplen 75 años para seguir ocupando sus cargos. De no tener esa renovación, el día de su aniversario número 75 deberán dejar el cargo.
La ex juez Figueroa cumplió 75 años el 9 de agosto. Según la jurisprudencia de la Corte el día 8 de agosto la juez debía contar con el consentimiento para extender su judicatura. Ese trámite no se completó. Si bien Cristina Fernández de Kirchner había ordenado a su tropa en el Senado que votaran esa aprobación, la oposición logró bloquear el número mínimo que se precisaba para obtenerla.
Kirchner pretendía que Figueroa siguiera en su lugar porque era una juez que le responde, que avaló su desopilante teoría del lawfare y que estaba dispuesta a votar en contra de la apertura a juicio del caso Hotesur-Los Sauces que tanto preocupa a la vicepresidente.
Esa causa es la que pone en blanco sobre negro el círculo completo de corrupción por el que el dinero robado al Estado terminaba en los bolsillos de la familia Kirchner vía la adjudicación de obra pública a sus propios secuaces que luego la transferían por medio de alquileres y otras operaciones truchas con las empresas que administraban los hoteles que fueron construidos en la Patagonia para enmascarar las operaciones de lavado.
Una vez que la Corte le notificó a Figueroa que, de acuerdo a la aplicación de las cláusulas de la Constitución reformada en el ’94, ya no era juez, la Cámara de Casación con el voto favorable de los otros jueces revocó el sobreseimiento a los Kirchner (excepto a Florencia Kirchner) y mandó a abrir el juicio oral por Hotesur-Los Sauces.
La vicepresidente sintió un estallido de furia en el medio de su estómago. Millones de semillas de cizaña salieron de cada uno de sus poros: según ella la batalla no estaba terminada; se disponía a sembrar veneno y confusión para seguir defendiéndose como gato entre la leña.
Su plan ahora es plantear un abierto conflicto de poderes con la Corte, forzando la aprobación fuera de tiempo del pliego de Figueroa con el objetivo ilusorio de regresarla a su puesto de comisario kirchnerista en Casación.
Mi colega Cristian Sanz hace muchos años que lleva encima un cheque por U$S 10000 extendido a favor de cualquiera que le pueda demostrar que Kirchner es abogada. Jamás se presentó nadie a reclamarlo portando una prueba indubitable de la colación de la actual vicepresidente.
La realidad, al contrario, prácticamente a diario entrega evidencias de que no es abogada. Este caso de la jueza Figueroa no podía ser la excepción.
Kirchner funda su pretensión en que la solicitud de renovación del pliego de Figueroa estaba presentada antes de que ella cumpliera 75 años. Pero olvida que la misma debía contar con la aprobación del Senado el día 8 de agosto ¿Contaba con esa aprobación? Respuesta: No. Cuestión terminada entonces. Solo la cizaña, que es tan difícil de eliminar, mantiene este tema entre las noticias del día.
¿Acaso Figueroa no puede ser juez nunca más porque cumplió 75 años? No: Figueroa puede volver a ser juez, pero lo que cesó es el trámite de extensión de su judicatura anterior porque no consiguió ser aprobado a tiempo. Figueroa podría volver a los tribunales si cumpliera desde cero con todos los pasos para la designación de un juez: estar en una terna que el Consejo de la Magistratura eleva al Presidente, ser escogida por el Presidente, que su pliego vaya al Senado y que ese pliego nuevo sea aprobado por los 2/3 de la Cámara. Pero la solicitud de extensión de su viejo acuerdo caducó.
Si Kirchner fuera abogada lo sabría. O quizás, si no estuviera en su espíritu sembrar cizaña, también.