No es novedad que muchos de los temas que aparecen en nuestro país van muriendo a medida que los días pasan. Es una pena que eso suceda ya que la opinión pública se queda –muchas veces- sin saber cómo evolucionan en el tiempo.
El caso de la falsa doctora Rímolo es uno de ellos. Una causa donde han pasado muchas cosas –demasiadas- como para no intentar profundizar en su evolución.
Pero... empecemos por el principio.
Giselle Rímolo, novia de Silvio Soldán, se hizo tristemente célebre cuando una cámara del programa Telenoche Investiga -de Canal 13- demostró que no era médica a pesar de sus propias afirmaciones, en las que aseguraba ser "nutricionista, psicóloga, doctora en psicología, doctora en homeopatía, homeópata, licenciada en terapias alternativas, terapeuta flora y digitopunturista". Casi nada.
Giselle, cuyo verdadero nombre es Mónica Cristina María, solía prometer que siguiendo sus métodos -comiendo de todo y siguiendo una dieta nada estricta- era posible bajar de peso y no volver recuperarlo. Así se la ha visto por televisión recomendando comer unos budines de chocolate con 0% de colesterol y 0% de calorías. Obviamente, esos imposibles budines los vendía en su propia clínica.
Tal vez sea por ese tipo de afirmaciones que consiguió tener clientes famosos de la talla de Daniel Passarella, María Julia Alsogaray y Lía Salgado.
Doctora: ¿Ud. es o se hace?
A pesar de que hoy en día se defiende diciendo que no ostentaba abiertamente el título de “doctora”, Giselle Rímolo se hacía llamar casi obligadamente de esa manera entre sus empleados.
“Siempre acentuaba el ‘Doctora’ cuando alguien la llamaba por su nombre”, me asegura alguien que ha trabajado largamente con ella, agregando que “estaba obsesionada con eso”.
Rímolo, quien siempre insistió en asegurar que era doctora en homeopatía no desconocía que ese título sólo pueden obtenerlo quienes han estudiado previamente medicina.
Lo mismo sucede con su afirmación de que es nutricionista: en la Asociación Argentina de Dietistas no existe ninguna matrícula con su nombre y no consta que haya estudiado la licenciatura en ninguna universidad reconocida.
Todas las profesiones que ostenta las estudió en apenas dos lugares: el "Centro de Investigación y Perfeccionamiento de Estudios Superiores" y el "Instituto Científico de Investigación". Estas dos academias no sólo no son universidades sino que ni siquiera están registradas en el Ministerio de Educación.
Y es con esa pobre formación, que Giselle se ha abocado a diagnosticar y recetar como si fuera una verdadera doctora en su instituto llamado Centro Integral de Estética Naturista Elcano.
Según la investigación del programa Telenoche Investiga: “a una mujer extremadamente delgada, le dijo ‘Vos en este momento tenés celulitis de segundo y tercer grado, no mucha pero esta ahí. ¿Dónde? Glúteos, caderas y muy poquitita de primer y segundo grado en la cara interna de los brazos... ¿cómo lo sé? Viéndote el iris’ (sic)”.
Acto seguido, la falsa doctora le aconsejó bajar cinco kilos e intentó venderle sus pastillas, las que –según ella- son "naturales", compuestas de algas y centella asiática.
Un escribano del programa periodístico citado acompañó y certificó la compra de las pastillas que Giselle vende en su clínica –práctica terminantemente prohibida por la ley de farmacia- y se demostró, luego de que fueran analizadas por el Instituto Nacional de Alimentos y Medicamentos (INAME) que “en la muestra de centella asiática, no había el citado compuesto sino el diurético furosemida. En la de Fucus-Rucus-Uva Ursi no se detectó ni Fucus ni Uva Ursi pero sí sustancias como el estimulante cafeína, el relajante muscular diazepán, el diurético hidroclorotiazida, el laxante fenoftaleina y el agente colinérgico fenilpropanolamina”.
Estas drogas sintéticas producen efectos adversos muy severos como mareos, náuseas y vómitos, problemas gastrointestinales, hipotensión, dolor de cabeza, irritabilidad, pérdida de sodio, potasio y cloro, temblores, ansiedad, insomnio y taquicardia, entre otros síntomas, y están contraindicados para las mujeres embarazadas.
Miente, miente que algo queda
Aunque Giselle Rímolo ha perjurado más de una vez en sus apariciones televisivas que su método es el único autorizado por la Organización Mundial de la Salud para ser suministrado a "chiquitos obesos, mujeres embarzadas y/o en período de lactancia", su centro ni siquiera se encontraba habilitado por la Dirección de Registro y Fiscalización de Establecimientos Profesionales del Ministerio de Salud.
Asimismo, a los pacientes que iban por primera vez, les solía entregar un informe supuestamente firmado por el Dr. Carlos Chiale, director del INAME, en el que dejaba constancia de que su tratamiento era "absolutamente natural". De más está decir que el documento era falso: Chiale aseguró oportunamente que no se trataba de un documento emitido por el organismo que él dirige.
Entre tantas de sus contradicciones encontramos algunas que bordean la insanidad. Rímolo se ha definido como una persona sobrenatural: "Tengo los sentidos hiper desarrollados (...) yo huelo antes de que huelan, yo escucho antes de que escuchen, yo veo antes de que vean" y asegura que se siente un “ser más evolucionado, no superior (...) Yo soy igual que todos los demás pero más evolucionado espiritualmente".
En otro momento, cuando las papas quemaban, aseguró lo contrario: "yo soy un ser humano, no soy una computadora... ".
Trapitos al sol
Quienes han trabajado con Rímolo aseguran que es una persona extremadamente histérica. “Hacía trabajar a todos como sirvientes”, me asegura alguien que trabajó allí agregando que “es por ese motivo que la gente que no duraba mucho en su puesto laboral. Le decían ‘voy al kiosco’ y no volvían más”.
Era común que a algunas de las mujeres que limpiaban el centro de estética las maltratara al punto de burlarse de su color de piel: “bolita de mierda...”, les decía cuando se enojaba frente al asombro de los empleados del lugar.
A esas mismas mujeres las conformaba muchas veces, luego de un largo día de trabajo, con un sándwich de jamón y queso. “Les daba un solo sandwich”, me dice otro de los testigos de este miserable hecho.
La obsesión de la falta doctora por que todo estuviera enfermizamente ordenado la llevaba a esa neurosis que podía observarse en el descripto trato.
“Hija de puta”, fue una de las frases que más escuchó una de las empleadas de Rímolo durante el tiempo de trabajo a sus órdenes. A veces iba acompañado con un “te voy a matar”, pero no era potestad sólo de esta persona sino también de los otros empleados. Eso sí, siempre a los gritos.
El nerviosismo de Rímolo era constante, al igual que su mal humor. Y tal vez tuviera que ver con su propia intuición de que algo se avecinaba.
Pocos meses antes de que la cámara de Telenoche Investiga la pescara in fraganti, Rímolo dio una sugestiva orden a todos sus empleados: que a partir de ese momento la llamaran “Directora” en lugar de “Doctora”.
Sabía la falsa doctora que no podría resistir una investigación exhaustiva sobre su persona. Menos aún sobre su clínica, la cual no tenía siquiera habilitación municipal.
Y para acrecentar sus miedos, Rímolo venía sufriendo una serie de amenazas telefónicas que se sumaban a dos advertencias concretas del proxeneta Luciano Garbellano, gerenciador del tristemente célebre prostíbulo Spartacus, quien le auguró a la falsa doctora que iba a caer, “que se cuide”. “Todos van a caer”, le agregó al ocasional receptor de un llamado telefónico.
Rímolo tenía una relación bastante extraña con Garbellano, la cual se había iniciado a través de la novia de este último, Roxana Dib, quien le vendía a la doctora falsa todo tipo de objetos inservibles.
Al tiempo, el vínculo se amplió con el propio Garbellano a quien Rímolo le entregaba dinero y recetarios en blanco pero sellados. El motivo es desconocido para quien escribe estas líneas.
Lo cierto es que el fin estaba cerca y no era difícil ver las señales al respecto.
Yo la peor de todas
La primera vez que el nombre Giselle Rímolo cayó en los medios de comunicación fue cuando el locutor Silvio Soldán oficializó su relación con ella. Su verdadero nombre es Mónica Cristina María Rímolo, y por entonces, se presentaba tímidamente como psicóloga.
El periodismo de chimentos los difundió como una pareja fashion y, a partir de allí, Giselle conoció el sabor de la fama, las fiestas y el glamour de ser conocida.
Adicta a pastillas de todo tipo –entre ellas las anfetaminas-, Rímolo suele mentir a la hora de decir su edad. Asegura tener treinta y pico cuando ya alcanzó los 42 y su mal humor es un clásico entre quienes conocen su intimidad.
Su obsesión por el dinero la ha llevado a descontar a sus empleados cualquier faltante que hubiera del mismo y a establecer un sistema de multas bastante particular: si ella pedía algo y no se le traía en tiempo y forma, eso se descontaba del sueldo del empleado en cuestión. “Yo me olvidé de llevarle un té una vez y me descontó diez pesos de mi salario”, me confiesa uno de sus empleados, agregando que “es una persona que solía amenazarnos para conseguir sus objetivos”.
Según ese dato, confirmado por otros empleados, Rímolo suele mentir para sonsacar cosas de “mentira a verdad”. En más de una oportunidad ha asegurado a sus trabajadores que tenía todas las conversaciones grabadas y/o filmadas, con la intención de ejercer una elocuente coerción sobre ellos.
Esta situación, según especialistas de la salud mental, erosiona fuertemente la psicología de una persona, dejando secuelas en su personalidad.
Pero a Rímolo nunca nada le importó. El impulso de facturar cada vez más dinero y su ambición desmedida obnubilaron siempre su interesada mirada.
Abogados del diablo
Pero dentro de esta tremenda historia existe otra historia paralela que no deja de ser miserable.
Tiene que ver con los abogados que se movieron en la periferia de Giselle Rímolo y cuyo desempeño, en algunos casos, dejó mucho que desear.
Quien escribe estas líneas se entrevistó con algunos de ellos y no dejó de asombrarse por la saña con la que se acusan unos a otros en torno al mal desempeño en esta causa.
Ya me había advertido uno de los testigos de la causa acerca de los abogados de las empleadas de Rímolo, Pablo y Alejandro Barés: “Una de las veces en que estuvimos reunidos para ver qué estrategia seguir, el Dr. Pablo Barés me aconsejó que llamara a Giselle (Rímolo) y le pidiera dinero. Me dijo que la llame a la cárcel, que la apretara, que ella tenía mucho dinero”.
Uno de los primeros letrados que entrevisté se llama Miguel Angel Arce Aggeo. Se trata de un ambicioso abogado –según sus propios colegas- que se hizo célebre por haber defendido en su momento al asesino Emilio Massera.
Arce Aggeo se encontró con este periodista el 23 de octubre de 2003 en la confitería que librerías Yenny posee en el cruce de las avenidas Callao y Santa Fe.
El letrado no vaciló demasiado antes de romper el hielo y me aseguró que el abogado de Rímolo, Juan Gaineddu, en realidad es su novio y no tiene conocimiento sobre derecho penal. Acto seguido, me aseveró que la fortuna de Soldán asciende a $3 millones y la de Rímolo a $2 millones, mientras se jactó de haber logrado un acuerdo monetario muy favorable para sí respecto a la causa por la muerte de Lilian Díaz (1).
Luego de negarse a decirme a cuánto asciende dicho acuerdo, Arce Aggeo respondió a otra de mis dudas: “¿Sos amigo de Fernando Burlando, uno de los primeros letrados de Rímolo, como aseguran algunos de tus colegas?”
-“No es mi amigo”, afirmó tajante el abogado, mientras me contó cómo Burlando le sacó U$S 100.000 a Rímolo convenciéndola de que podía coimear al juez de la causa, Mariano Bergés. Ipso facto, Arce Aggeo agregó que el citado letrado –Burlando- llegó a cobrarle U$S 700.000 a la falsa doctora lo largo del –breve- tiempo que duró su pobre defensa.
Ríe el altísimo abogado mientras me cuenta la anécdota, y me quedo pensando cuál será el chiste de todo este tema.
Doy por terminada la entrevista y agradezco al abogado, no sólo por su tiempo, sino por haber pagado mi consumición.
Franca entrevista
El estudio que posee la Dra. Ana María García Franco es realmente imponente. El olor a nuevo puede respirarse en cada rincón de ese lugar y el lujo se impone a la vista de quien tiene la oportunidad de estar allí.
El 7 de noviembre del mismo año estuve sentado enfrente de la inquieta abogada tratando de confirmar algunas de las hipótesis que manejaba sobre el tema y, por qué no, para saber qué opinión le cabía sobre sus propios colegas de la causa Rímolo.
Recordemos que García Franco representa los intereses de una veintena de afectados por las impresentables prácticas de la falsa doctora y ha logrado llegar a un acuerdo indemnizatorio bastante importante en lo que a compensación monetaria respecta.
García Franco va directamente al grano: “Acá hubo un acuerdo entre Arce Aggeo y Burlando, en donde este último le pidió a su amigo que no desistiera en la querella por el tema Lilian Díaz (...) Arce Aggeo deja mucho que desear. Le cobró a Rímolo cerca de U$S 350.000 a través de amenazas. Le dijo ‘es esto o la cárcel’”.
Antes de poder salir de mi asombro, García Franco me aseguró que existieron denuncias que nunca llegaron a presentarse y que sólo se invocaron para “sacarle dinero a Rímolo”.
A la hora de hablar de los abogados de las empleadas de Rímolo, los doctores Barés, la letrada me confesó que, para ella, le estaban cobrando a Rímolo “varios miles de pesos por cada escrito, lo cual explica que la defiendan de la manera en que lo hacen”.
El abogado Juan Gaineddu es el menos salpicado por las críticas de García Franco: “este hombre era abogado de algunos querellantes y se dio vuelta para defender a Rímolo”.
Las palabras de la ansiosa abogada confirmaron algo que ya me había comentado otra de las personas que entrevisté oportunamente.
Antes de retirarme, pedí a la letrada que me comentara su impresión acerca de Silvio Soldán. La respuesta no se hizo esperar: “La verdad de esta historia es que Soldán fue el que la hizo estudiar a Rímolo todas esas cosas en su momento y, cuando ella empezó a trabajar en esto, él se quedaba con un importante porcentaje de la recaudación diaria”.
Para hacer más creíble su versión, García Franco me comentó dos detalles importantes: “No te olvides que Soldán puso a su propio escribano al frente del instituto, apellidado Nan, y a un médico de su confianza, el Dr. Marino”.
-“Si es así...”, pregunté a la abogada “¿Por qué entonces no está preso Soldán también”.
La respuesta que obtuve me dejó sin palabras: “Soldán aseguró que era masón y que por ese motivo no había juez en el país que lo metiera preso”.
En ese preciso instante recordé un parte de la SIDE publicado en una página afín que aseguraba algo similar. El texto, titulado “Martín Balza y la impunidad de Silvio Soldán”, rezaba más o menos así:
La relación entre BALZA y SOLDÁN es muy estrecha. BALZA lo inició al animador en la masonería lo que le posibilito al ambicioso y perverso locutor montar negocios increíbles con la seguridad de poder operar con total impunidad.
Primero era el montaje de préstamos usurarios y estafas en la escribanía de Carlos PRATO MURPHY (...) Con posterioridad, SOLDÁN abrió una clínica clandestina de medicina naturista; que puso a cargo de su pareja Mónica RÍMOLO (alias Giselle) donde fallecieron dos personas por la ingestión de medicamentos fraguados y sin control. Esta clínica facturaba unos 3.000 Dólares diarios gracias a la promoción de SOLDÁN quien se quedaba con el 80 por ciento de las ganancias.
Pese a que Giselle y su hermano que hacía de laboratorista están presos y que haya quedado probado que SOLDÁN es el jefe de la banda, la mano de la masonería impide que el animador sea detenido.
Esta es la prueba cabal de la corrupción que hay en la justicia argentina.
Otra de las pruebas de la mano negra que ampara a SOLDÁN es la sospechosa muerte de Carlos PRATO MURPHY quien murió ‘de una afección respiratoria’ según el director del geriátrico pero en realidad fue ahogado puesto que el escribano se había asustado por el escándalo de la clínica Rímolo y quería declarar ante la justicia para deslindar responsabilidades puesto que SOLDÁN lo había perjudicado al negarle a su hija la mitad de los 10 millones que se llevó al Uruguay.
¿Quién es la mano negra que auxilia a SOLDÁN? La respuesta es Martín BALZA quien no duda en convocar a sus influencias en la masonería para salvar la impresentable forma de vida del animador.
En medio de ese difuso recuerdo, Ana María García Franco me recordó que había terminado la entrevista. Le agradecí el tiempo brindado y partí a ver a mi próximo entrevistado.
Mi cabeza ya no daba para más...
Un Don Juan
El apuro por terminar de resolver este tema, me empujó a entrevistar ese mismo día –11 de noviembre- a otro de los personajes de la trama: Juan Gaineddu, el mismísimo abogado de Giselle Rímolo y, por qué no, su supuesto novio.
La oficina del desconfiado abogado es más humilde que la de los otros letrados de la causa. Aún así, el lugar es acogedor e intimista.
Gaineddu tiene una mirada de desconfianza permanente, que aparenta formar parte de su temperamento. Ese gesto nunca lo abandonó, por lo menos durante el tiempo que duró mi entrevista.
Su defensa hacia Rímolo es casi fundamentalista y su formalidad se confunde con sus muy buenos modales. Nunca, durante nuestra charla, habló de la falsa doctora por su nombre. Siempre la trató como “mi defendida”.
Sin demasiados preámbulos, el corvo letrado me confirmó lo contado por García Franco sólo un par de horas antes respecto a la relación Soldán-Rímolo.
Gaineddu me aseguró que el popular animador era el ideólogo inevitable de todo lo acontecido en esta causa. “Soldán mandó a mi defendida a hacer unos cursos. Ella era una modelo que no ganaba mucho dinero y, luego de conocerlo a él, comenzó con sus ‘estudios’. Siempre empujada por Soldán”, afirma vehementemente el letrado.
Respecto a su colega, Fernando Burlando, Gaineddu dice que “se metió en la causa por motus propio. Llamó a Soldán y le dijo que Cuneo Libarona (el primer abogado de Rímolo) no iba a llegar a nada.”
“Burlando es un abogado que vende falsas influencias. A mi defendida le pidió U$S 300.000 que luego terminaron siendo U$S 1.500.000. Con ese dinero compró el estudio que tiene en Puerto Madero”.
Antes de poder reaccionar, Gaineddu me comentó su insólita desconfianza hacia la cámara oculta hecha por Telenoche Investiga. Al principio pensé que se trataba sólo de una ironía, pero en seguida supe que no lo era: “¿Cómo sé yo que ese video no está editado?”, preguntó el abogado, sin esperar respuesta alguna de mi parte.
Yo estaba realmente sorprendido: no esperaba semejante pregunta. Es decir, lo que se mostró en televisión –producto de esa cámara oculta- era contundente. Había escenas imposibles de sacar de contexto. La imagen de Rímolo hablando como si fuera médica y dando recomendaciones a sus “pacientes” era más que elocuente.
Realmente no cabía lugar para la duda planteada por Gaineddu.
Fue entonces que le planteé lo inconsistente de su argumento, pero nunca pude sacarlo de sus trece. Mi primera impresión no era equivocada: el tipo era casi un fundamentalista.
Decidí, pues, cambiar de tema. Pregunté al desconfiado abogado cuál era su impresión sobre Arce Aggeo y me confirmó lo dicho por la Dra. García Franco acerca de su amistad con Burlando. Me dio un dato contundente: “Parte del dinero que Arce Aggeo le sacó a mi defendida fue gracias a que Burlando le ‘aconsejó’, a poco de que ella saliera de prisión, que arreglara con él (Arce Aggeo). Mi defendida le pagó entonces a este último U$S 200.000 que se repartieron entre ambos”.
Con gran asombro frente a semejantes palabras le pregunté a Gaineddu cómo podía ser que le sacaran dinero tan fácilmente a “su defendida”.
El formal abogado, no sin evidente fastidio, me confesó que a Rímolo la habían “extorsionado”.
“Ella estuvo presa bastante tiempo y tenía pánico de volver allí. Estos abogados se aprovecharon de esa situación y le sacaron todo lo que tenía. La amenazaban con que podía volver a la cárcel y mi defendida les daba el dinero que le pedían para tratar de evitarlo”.
Ya en el tramo final de la entrevista, Gaineddu quiso convencerme de que las pastillas que daba Rímolo no tenían ninguno de los principios activos que se le atribuían. Sus palabras iban contra la oportuna evidencia y eso me dio la pauta de que era tiempo de culminar mi entrevista.
Despedí a mi último entrevistado, partí hacia la puerta y escuché las últimas palabras del abogado: “para mí las victimas quieren hacer negocio con esto".
Obviamente, no había nada más que escuchar.
Concluyendo
Para tratar de terminar de armar este rompecabezas, quien escribe estas líneas ha intentado contactar tanto al juez de la causa -Mariano Bergés- como a Giselle Rímolo.
Esta última nunca aceptó entrevista alguna aún cuando este periodista pautó displicentes condiciones con su propio abogado (2).
Respecto a Bergés, he intentado aportarle información y evidencia muy relevante –fruto de esta investigación-, pero nunca pude superar el mero contacto telefónico. Todo por decisión del propio magistrado, quien aparenta no estar tan interesado en develar la verdad como parece (3).
No hay duda de que Giselle Rímolo ha actuado de pésima manera. No hay peor delito que el que involucra a temas de salud, ya que pone en riesgo la vida de las personas.
Pero también es cierto que algunos de los abogados que se movieron alrededor del caso actuaron cual buitres que acechan a su presa para luego despellejarla.
Rímolo merece estar presa, pero no antes de que estos personajes sean sancionados de la manera que corresponda. Si esto no sucede, será muy difícil que las cosas mejoren a futuro.
Baste ver, por ejemplo, a Fernando Burlando -haciendo honor a su apellido-, quien sigue apareciendo en los medios como si fuera el más honesto de los abogados.
La causa Rímolo va camino a morir por falta de evidencia concreta y por el pacto de algunos testigos que acordaron aliviar la situación de la falsa doctora.
Lo que equivale a decir que en el corto plazo estaremos sólo frente a otra postal más de lo que a impunidad vernácula respecta...
Christian Sanz
(1) Lilian Díaz falleció supuestamente a causa de haber ingerido las pastillas que vendía Giselle Rímolo.
(2) Este periodista envió dos cartas al domicilio particular de Giselle Rímolo, amén de dejarle sendos mensajes en su contestador telefónico.
(3) Este periodista envió TRES faxes a su juzgado y sólo pudo concretar una breve comunicación telefónica.