Aventurarse a hojear los titulares de los
matutinos puede resultar una tarea más aburrida, que chupar un clavo. Más aún,
si a causa de la ausencia de información nacional se recurre al zapping
para buscar una condenada noticia, desfila ante el sufrido telespectador el
accidente vial de todos los días, los gordos de Cormillot en su reality forzado,
la habitual disputa de un gato con un travesti o viceversa, o el análisis
soporífero de algo que para la gran mayoría no tiene el menor sentido.
Ni un renglón, ni una palabra frente al calvario cotidiano
traducido en una inflación ya imparable o la inseguridad endémica que amenaza la
vida y bienes de muchos.
A las puertas de un cacerolazo que tendrá
lugar en el centro de La Plata dentro de unas horas, y de otro el viernes 14
frente a la Rosada, se refleja a las claras que el sentir de la comunidad marcha
por una ruta opuesta al de los actuales inquilinos de Balcarce 50.
Por algo, desde el último domingo tanto Clarín como
La Nación buscaron plasmar en sus ediciones dos temas urticantes, pero no
intentaron explayarse demasiado ante la inacción estatal. El matutino de los
Noble la emprendió, en la revista Viva, con la cuestión detallada arriba
de la inseguridad, mientras que el de los Saguier hizo lo propio con el
desabastecimiento.
Pero en los días subsiguientes, si bien en el segundo de
ellos se puntualizó sobre el divorcio del kirchnerismo con los sectores medios a
causa de la torpeza económica, prosiguió robando páginas la crónica de las
internas en la Aduana y en el ministerio que aún ocupa el casi inexistente
Lousteau, enfrentado a muerte con el trepador Guillermo Moreno.
Y en el medio de este "bolonqui", la abulia de la primera
magistrada que intenta mantenerse por arriba de cualquier especulación con
delirios rimbombantes como el tren bala.
Figurita repetida
En diversos sitios donde aún batalla el periodismo
independiente, se compara la situación actual con la padecida durante 1974-1976,
desde la muerte de Perón hasta el golpe de Videla. Si bien no existen en este
momento (felizmente) las condiciones de violencia extrema que facilitaron el
genocidio posterior, en materia económico financiera confluyen factores muy
similares. María Estela Martínez de Perón, Isabelita, sufría la constante
marca a presión de José El Brujo López Guerra. Cristina Fernández de K muchas
veces debe soportar que su marido, actual señor de Puerto Madero, rebote a la
noche en Olivos decisiones que ella tomó durante el día en la Casa de Gobierno.
Esa presión del adherente a la Logia P2, provocó la renuncia del ministro José
Ber Gelbard y la puesta a dedo de Gómez Morales en octubre de 1974. Este poco
pudo hacer frente a la estampida inflacionaria y la falta de inversión. La
situación se agravó al año siguiente, con la negativa del Mercado Común a seguir
recibiendo carnes argentinas y la devaluación del peso. Gómez Morales se
autoinflingió una patada en el tujes, y es reemplazado por Celestino
Rodrigo. Sin ningún margen de maniobra propio, estableció un plan económico que
estableció una devaluación del peso con respecto al dólar del 160%, aumentó un
175% los precios del combustible y de la electricidad en un 75 %. Esto provocó
un crack en el salario real de los trabajadores, quienes agrupados en sus
sindicatos libraron una dura lucha contra el ministro nigromante, provocando su
escape anticipado en julio de ese año. Su reemplazo por Antonio Cafiero en
agosto no arrojó ningún resultado positivo, y la situación económica siguió en
barranca abajo.
En febrero de 1976 asume Emilio Mondelli, quien con un
ambicioso Plan Nacional de Emergencia establece un aumento de salarios del 12%,
liberación de precios, establecimiento de un mercado único de cambios con tasa
devaluada y aumentos del 80% de los combustibles y en las tarifas de los
servicios públicos aún estatales. De más está decir que este colapsó, gracias a
su incompetencia y la presión del gremialismo; precipitando al país hacia la
inminente dictadura militar.
Mientras se termina de escribir este informe, las 4
entidades rurales más convocantes anuncian un paro de 48 horas a partir del
jueves 13, en respuesta a la desidia oficial.
Y al día siguiente, el mencionado cacerolazo convocado
por la gente de Argenlibre. Por lo visto, el mes de marzo se presenta
bastante movido.
Fernando Paolella