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A propósito de Venezuela

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Una lección que jamás terminamos de aprender.
Una lección que jamás terminamos de aprender.

La categoría de “idiota útil” está conformada por una serie de sub-especies que tienen distinto origen, distinta formación y distintos intereses, pero que, al final del día, confluyen utilitariamente a los fines que persiguen los enemigos del individuo, de los derechos civiles, del mérito y del libre comercio.

 

La grosería insostenible ocurrida anoche en Venezuela no es más que una más de las consecuencias provocadas, entre otros, por este conjunto de pelotudos que vive porque el aire es gratis y que deambula por el mundo propagando, entre otras gansadas, que el comunismo “no existe más”.

La pavura que muchos de ellos sienten por el hecho de que el progresismo intelectual no los reconozca como miembros destacados de su club, hace que adopten poses públicas potables para ese “progresismo” entre las que se destaca, justamente, la idea de negar la perenne existencia del totalitarismo comunista.

Como una de las estrategias más inteligentes de cualquier enemigo es convencerte de que ya no existe, de que ya lo mataste (como esas clásicas escenas de películas de misterio en donde “el malo” se hace el muerto para que “el bueno” se confíe y así poder atacarlo en el momento de su relajación), el comunismo ha identificado en distintos países terminales “creíbles” para que multipliquen, como verdaderas poleas de transmisión, el mensaje que ellos están interesados en que se transmita. (Entre otras cosas, que el comunismo murió)

Aclaramos, antes de que alguno de estos pelotudos se nos venga al humo: no estamos hablando aquí de que un oscuro agente de la inteligencia cubana cita en una neblinosa noche de invierno al idiota útil de turno en un bar para arreglar con él los detalles de la estrategia. No.

Desde hace décadas esa intelligentsia viene trabajando en la elaboración de una “corriente” de pensamiento “cool”, bien vista, repleta de “deber ser”, políticamente “correcta”, siempre lista para señalar como “conspiranoicos” a los que describen sus intenciones, a la que suave e imperceptiblemente se van plegando distintas capas de idiotas útiles que, a su vez, como decíamos al principio, pueden tener motivaciones varias para incorporarse al club.

Muchas veces, incluso, muchos de estos idiotas útiles jurarán con sinceridad no pertenecer a ningún “club”; asegurarán no estar sirviendo a ninguna causa y, al contrario, dirán que lo que hacen es simplemente dejar saber sus opiniones o las cosas en las que creen.

Hago esta aclaración porque un porcentaje elevado de estos “funcionales” pululan en los medios de comunicación, pertenencia que no es casualidad ya que el comunismo está muy interesado en que esa polea de transmisión siempre aparezca bien lubricada.

Ese trabajo de décadas generó un “maistream” contra el que no está bien rebelarse o, el que, si te rebelas, te señalará como un extraviado fascista que ve fantasmas donde no los hay.

Como se ve la estrategia derrocha astucia por donde se la mire: si no haces nada, ganan porque nadie hace nada; y si alguien amaga con hacer algo gana porque inmediatamente se mofará del atrevido como un loco que ve conspiraciones. Win win situation.

El hecho de que el comunismo no murió es tan autoevidente que se transforma en la razón que justifica el mote de “idiota” en la expresión “idiotas útiles”. Porque, efectivamente (entre los que no son directamente comunistas), solo un idiota podría no ver semejante realidad.

Luego, con la invalorable cooperación de estos idiotas, el comunismo produce hechos como el ocurrido ayer en Venezuela. Cuando situaciones tan groseras como esa ocurren, el club de los “correctos” saldrá a levantar -todo ofendido- las banderas de la libertad (porque grotescos como ese tampoco son aceptados por el mainstream cool y avant garde de la sociedad) sin aceptar, claro está, ninguna responsabilidad indirecta por lo que sucedió.

Cuando alguien les recuerde que -cuando un grupo de estudiosos verdaderos de la realidad quiso prevenir sobre lo que podía ocurrir- ellos los tildaron de “locos que ven fantasmas”, echarán mano de alguna de sus típicas sanatas para zafar.

El miedo al “qué dirán” es una de las grandes armas indirectas a las que el comunismo jamás renunció. Ese estado de neblina mental en la que entran muchos que viven de la “popularidad” también hace posible que el comunismo avance de manera imperceptible. En muchos de estos agentes “idiotas útiles” prima un temor reverencial a lo que puedan decir de ellos “referentes” intelectuales si produjeran una opinión que contradiga lo que está bien visto por la “vanguardia”.

Es decir, encima de proveer una ayuda invalorable a quienes persiguen destruir la libertad, cuando uno bien observa, se da cuenta de que lo hacen por pura pusilanimidad o por seguir protagonizando un “papel” (algo que Ortega llamaría “rol”) que los deje bien parados y que no vaya a ofender  a quienes el mainstream tiene por especies de “tótems” contra los que no se puede ir.

Otra de las fascinantes camaleonadas del comunismo es señalar como un “loco” a quien es uno de sus agentes pero cuyas conductas extravagantes lo hacen intragable para vastos sectores sociales. Es el perfectísimo caso de Maduro.

Un intelectual comunista puro (o un idiota útil correcto) dirá que Maduro no es comunista sino un payaso caribeño -incluso un corrupto- que solo busca intereses personales (como si los comunistas no buscaran justamente eso) pero que no refleja las bondades de la justicia social comunista.

Del mismo modo se expresarán respecto de muchos comunistas locales a los que les bajarán el precio por distintos motivos sin advertir (o quizás advirtiendo) que con ello no hacen otra cosa más que “aprobarlos” porque, con ellos “no hay de qué preocuparse”.

O sea, para cada evidencia, un comunista tiene una respuesta. Y un idiota útil un rótulo soberbio con el que tiende a etiquetar a quien se anima a decir la verdad sin vueltas.

Muchos de los idiotas útiles se regodean con los placeres que solo puede proporcionar el capitalismo, naturalmente. Pero en sus apariciones públicas aparecen como los “superados” intelectuales que rebajan a los “brutos”, a los “poco refinados” que hablan sin pelos en la lengua y a los que, sin tapujos, declaran abiertamente que prefieren Miami antes que París. (Aunque a muchos de ellos les encante ir a jugar golf al Blue Monster del Trump National Doral)

Es esta impostura insostenible lo que produce la presencia de fenómenos “contra-modelo” que aparecen cuando el desbalance de fuerzas es tan notorio que se hace necesaria la irrupción de un “incorrecto” que acabe con tanto teatro.

Obviamente, cuando eso ocurre, el mainstream, el intelectualismo y los idiotas útiles saldrán a señalar al “incorrecto” como un impresentable que no debería ser tolerado. Más “papita pal’oro”, dirían los comunistas.

Lo que ocurrió en Venezuela ayer es gravísimo. Pero atención con las lágrimas de los idiotas útiles.

Su invalorable y pusilánime postura es lo que hace que ese y otros regímenes de oprobio sigan teniendo posibilidades de sojuzgar seres humanos. Si no tuvieran miedo de decir las cosas como son, o -mejor aún- si se dedicaran a estudiar y a observar la realidad sin los antifaces del temor o de la conveniencia, no digo que el comunismo estaría vencido (no lo daría por vencido nunca porque el odio y la envidia en los que se basa lamentablemente son inherentes al ser humano), pero sí que debería agudizar aún más su ingenio para perdurar.

Son los idiotas útiles, en el fondo, la evidencia que mejor prueba la existencia de lo que ellos se empeñan en negar.

 
 

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  1. Va más allá del socialismo, del comunismo extremo o de la izquierda criolla de cada país. El dictador no tiene ideología ni implementa un sistema político, sea de izquierda, derecha o liberal. Maduro sabe que la mayoría del pueblo venezolano ya no lo quiere y que perdió por más del 70% de los votos. El problema es que el régimen de terror chavista no tiene dónde caerse muerto si pierde el poder, o terminan presos por todos sus crímenes cometidos en estos últimos 25 años de dictadura o se exilian en países afines (solo Rusia le ofreció asilo a Maduro) o se someten como supuestos "patriotas" que dicen ser, a la justicia dentro de un gobierno democrático. Cuatro cosas pueden suceder: Maduro reconoce la derrota, llama a nuevas elecciones con veedores internacionales, una guerra civil o una intervención militar integrada por fuerzas internacionales designadas por la ONU/OEA Lo que es claro es que Maduro no llega a 2031. ..

  2. Esta no se la esperaban. El rechazo a Maduro es tan grande y tan amplio que no pudo hacer fraude. No le bastó con poner una tarjeta de votación con una sola casilla de la oposición y veinte propias, no le alcanzó la gente para intimidar en los lugares de votación. El proceso electoral fue bastante tranquilo y normal. Lo que no pudo aceptar Maduro fueron los resultados, una paliza 70-30. Por eso el último recurso fue poner cualquier resultado, incluso con errores groseros en los porcentajes, y salir a la pelea de siempre: abusar del terrorismo y la violencia propia y acusar de terroristas y violentos a las víctimas. Tal vez le sobran otros doce millones a Venezuela, antes que sea el "paraíso socialista" que todos esperan: Sólo unos miles de oligarcas militantes y paramilitares viviendo del alquiler de los recursos como el petróleo. La izquierda es como el sueño de toda loca pasada de años, la prostitución parece muy tentadora hasta que se enteran que hay competencia.

  3. Que el sujeto carcamán que escribió este artículo haga referencia al concepto de "idiota útil" me hizo viajar en el tiempo a 1979 cuando leía los textos horrorosos de Formación Moral y Cívica de Ángela Luchenio justificando los hechos perpetrados por el Proceso. Los militares justificando lo injustificable. Cuando digo que Carlos Mira es un pelotudo de órdago, tengo mis razones para hacerlo. Después de todas las cagadas que se mandaron los milicos, Mira, se ve que no aprendiste absolutamente nada y que sos un resentido de mierda. Por eso el país está como está, por gente como vos Carlos Mira.

  4. Lamentables vivencias personales Miguelete. Por suerte nunca supe quién era Luchenio. En el 76 yo estaba terminando la secundaria. En la escuela pública y en la universidad nunca tuvimos adoctrinamiento contra los zurdos ni justificación de los milicos. Lo de los idiotas útiles se lo había escuchado a mi vieja, y como siempre la refutaba: no eran idiotas y mucho menos eran útiles. Creo que en tiempos de Alfonsín comenzó una tergiversación de lo que significó el gobierno militar, y la reescritura de la historia siguió mucho peor con los Kirchner. Este país nunca tuvo gente que supiera refutar las equivocaciones del sistema de pensamiento del totalitarismo. Podían ser comunistas, anarquistas, nazis, fascistas, o supuestos democráticos; pero hayan estado en contra o a favor, todos creían que en el fondo había una sola forma de ejercer el poder. Para nuestra manera de ver las cosas, el individualismo y los derechos y responsabilidades individuales eran una sofisticación de algunas imaginaciones trastornadas por los mitos de la Reforma. Cada vez que alguien se manifestaba como libre pensador o con independencia de criterio, salían las hordas de falsos campesinos con sus antorchas y sus herramientas de labranza, reclamando su inmediata extinción, como el monstruo aborrecible que había creado el Dr. Frankenstein. Si no eras fanático de un equipo o de un partido, si no tenías camiseta bandera y vincha, si no te entregabas totalmente a las ideas de un líder carismático, no tenías identidad ni pertenencia, ni tampoco autoestima; eras un bicho raro, seguramente con problemas de figura paterna, o medio puto. También en los cincuentas y setentas el argento lo explicaba todo desde la psicología. La ignorancia, la violencia, y la arrogancia del usurpador, eran características del entusiasmo juvenil y jamás hubieran sido consideradas una cultura de degenerada ni una idolatría de la degeneración. Antes que derechos y humanos, los argentos eran sexuales y concientizados, admiradores de Sartre y Beauvoir, y del che Guevara por carácter transitivo. Corrían tiempos en los que el discurso era opaco y camuflado pero seguía siendo obvio y grosero. Miguelete recuerda a esos libros de educación cívica como muchos otros recordamos el eterno meme de Mafalda con el globo terráqueo. A unos les molesta una reivindicación de una guerra ganada contra un enemigo verdaderamente genocida, y otros vemos a un idiota útil queriendo melonearnos con una versión del “cosmismo” ruso (de cosmos), y sus equivalentes universalistas, que implican tanto el colectivismo, como la necesidad de un gobierno mundial que use a la humanidad como una cosa o una materia prima para construir un futuro de gloria para sus dirigentes. La versión actualizada de todo esto la vemos en los activistas ambientales: “el mundo es mío y quiero cambiarlo” o “el mundo es nuestro y queremos protegerlo de todos ustedes”. Siempre yo y el mundo, yo y la historia, yo y la sociedad; no es más que un narcisismo perverso y morboso impuesto como el principal valor social. Entre tanta confusión, no extraña que la peor crítica que se les podía hacer a los asesinos y terroristas que nos habían declarado la guerra para convertirnos en un satélite soviético como Cuba, era esa doble mentira, que eran idiotas y que eran útiles.

  5. El Vaticano descendió al reino que no es de su mundo. Exigió, bastante tarde, la exhibición de las actas electorales en Venezuela. La fuerza de los hechos es superior a la conveniencia dogmática de sostener la metafísica.

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