Pongamos las cosas en blanco sobre negro. Dejemos de lado por un momento las aparentes motivaciones que puedan tener los proyectos que la semana pasada impulsó la oposición al gobierno de Javier Milei (y con los que logró avanzar en el Congreso) y fijemos la atención en lo que fueron las advertencias de esa misma gente antes de las elecciones y después del triunfo de Milei el 19 de Noviembre.
Allí se dijo “si gana Milei no va a poder gobernar” (antes de las elecciones) y “a Milei lo vamos a voltear” (después de las elecciones). Ese es el principio que ordena la política argentina de estos días: el objetivo destituyente de un sector político y la reacción defensiva de otro.
Que el objetivo destituyente sea encarnado en proyectos “simpáticos” no hace que el objetivo de los proyectos deje de ser la destitución en lugar de la aparente primera finalidad de los proyectos.
El peronismo siempre emplea la misma táctica tanto sea cuando está en el gobierno como cuando está fuera de él: cuando gobierna inventa “programas” e “iniciativas” que “amplían derechos”, programas e iniciativas detrás de los cuales se monta una organización sincronizada para robar dineros públicos con la “yapa” de hacerlo bajo un paraguas de marketing que le hace creer a la gente que se la está ayudando; y cuando está en la oposición impulsa proyectos e iniciativas que, al tiempo que complican la gestión del gobierno, también lo hace aparecer ante la gente como los únicos que se “preocupan” por ella.
No hace falta recordar aquí la interminable lista de “creaciones “ kirchneristas a través de las cuales se desviaron fondos públicos a los bolsillos de los Kirchner bajo el argumento de ayudar a la gente y de “ampliar derechos”. Tampoco resultaría muy difícil hacer memoria sobre las iniciativas que el peronismo impulsó para complicar la administración de Macri. Se trata de una táctica que, no por vieja, obvia, grotesca y remanida, ha dejado de reportarle jugosos resultados al peronismo, repito, tanto cunado gobierna como cuando está en la oposición.
Lo que vimos la semana pasada no es otra cosa más que la enésima puesta en práctica de la misma metodología: ponerse al frente de proyectos que “defienden a la gente” cuando, en realidad, detrás de ellos, hay una estrategia para complicar la gestión de Milei.
Si hay un proyecto que reúne esas características -casi diría por antonomasia- es el de la fórmula de cálculo jubilatorio. Y ese instrumento, a su vez, también es viejo, conocido y obvio.
El peronismo ha usado a los jubilados como carne de cañón demagógica casi desde que Perón y Eva lo fundaron porque la jubilación reúne por definición la idea de que es posible llevar adelante una vida no solo digna sino abundante mediante la intervención del gobierno como árbitro para la distribución de los ingresos.
La realidad empírica demuestra que ello nunca ha sido menos cierto que desde que el peronismo lo intenta y que los jubilados, desde hace 80 años, no hacen otra cosa más que estar peor. Pero por esa inventiva de marketing populista que siempre ha caracterizado al peronismo, de alguna manera ese engendro se las ingenió para poner las culpas del fracaso de su idea en otro lado y así evitar el castigo electoral que esa estafa hubiera merecido.
En muchas ocasiones el peronismo no solo no arregló el problema sino que lo profundizó aún más bajo la consabida táctica de vender gato por liebre y convencer a la gente que lo que hacía era para beneficiarla.
Así fue la catastrófica decisión kirchnerista de incorporar 3 millones de jubilados sin aportes al sistema de la Anses, lo cual -como era lógico- no produjo otra cosa más que un caos en la administración y una pauperización atroz de los ingresos. La medida, sin embargo, seguramente fue útil para engañar a unos cuantos creyentes de la magia que sostuvieron electoralmente en el poder a una banda criminal que se llevó a su casa decenas de miles de millones de dólares.
Desde la oposición, cuando el gobierno de Macri quiso sancionar una fórmula más racional que cumplía al mismo tiempo con el doble objetivo de entregarle a los jubilados una ecuación por la que mejorarían su ingreso (como luego lo probó la indisimulable realidad durante el gobierno del impresentable dúo de los Fernández) y al gobierno unos términos más racionales para el cálculo económico, el peronismo destruyó la Plaza de los Dos Congresos para arrojar 14 mil kilos de piedras sobre el Congreso en un claro intento de golpe de Estado que jamás fue investigado como hubiera correspondido.
Ahora el presidente Milei dijo desde antes de asumir que la regla básica e innegociable de su gobierno sería en equilibrio fiscal, causante último y primero de la inflación. Entonces, ¿cuál es la jugada destituyente obvia, de cajón, esperable y hasta preanunciada? Respuesta: proyectos que tengan por objetivo destruir el equilibrio fiscal. Si a esos proyectos, como siempre, se los puede pintar, de paso, con los colores de la preocupada sensibilidad social, mejor. No importa si yo fui el que arruinó a los jubilados, el que los pauperizó, el que los engañó, el que los estafó, el que les vendió gato por liebre y el que los usó como carne de cañón demagógica para robar o para intentar voltear gobiernos: los argentinos son tan idiotas que se volverán a creer el verso y de nuevo caeré parado.
Mientras, el que busca equilibrar las cuentas para que el dinero que los jubilados y que todos recibimos como nuestro ingreso recupere su poder de compra (aniquilado por el populismo peronista) queda como el insensible nefasto que busca el sufrimiento de la gente. Doble jackpot.
Esta estrategia peronista de gobernar y de ser oposición (porque en el fondo es la misma) por la que vende una iniciativa detrás de la cual o hay una caja propia a la que piensa vaciar (cuando gobierna) o hay un misil para voltear gobiernos (cuando no gobierna) ya cansa, aburre. No por eso deja de ser menos dañina. Pero el cansancio y el aburrimiento realmente llaman la atención porque parece mentira que los argentinos puedan comprar siempre el mismo paquete de mierda.
No hay nada nuevo bajo el sol. A todos los sesudos analistas de la realidad les diría: antes de llegar a una conclusión pasen por el tamiz de la advertencia peronista sobre voltear a todo gobierno que no sea propio el análisis de cualquier “iniciativa”. Solo así la superficie tendrá la luz que, paradójicamente, viene desde la profundidad.