Ni uno, ni dos, ni tres… cientos de tuiteros mileístas salieron a coro a asegurar que el balazo recibido por el fotógrafo Pablo Grillo es parte del riesgo que implica su labor profesional.

Más aún, hubo quienes lo culparon por haberse agachado a tomar la fotografía en cuestión. “Hubiera recibido un machucón en la tibia”, dijeron en el marco de una curiosa versión de una teoría contrafáctica.

Es tan absurdo como suena. E imbécil y retrógrado. Un argumento que atrasa un millón de años. Que es similar al de la mujer que mereció ser violada por llevar una “pollera muy corta”.

Eso sí, sobre el gendarme que disparó, ni una sola palabra. A pesar de los videos que lo complican. De hecho, una voluminosa causa judicial avanza en su contra.

Bajo la misma lógica, en el año 1997 habrían culpado a José Luis Cabezas por su propia muerte, por haberle sacado una fotografía a Alfredo Yabrán. “Él sabía a lo que se atenía”, dirían en legión los mismos termocéfalos que hoy en día actúan como una verdadera secta.

Yabrán hubiera estado agradecido por los favores prestados. También los sicarios y policías que ejecutaron a Cabezas. Y todos los demás, los cómplices de ocasión.

Y en tren de estupideces, en 1963 podría haberse culpardo a John F. Kennedy por haber facilitado su propio asesinato al tomar por calle Elm, en Dallas, mientras viajaba en su Ford Lincoln Continental Convertible.

Lo mismo le cabe a Martin Luther King, quien el 3 de abril de 1968 no tuvo mejor idea que dar un discurso en el Mason Temple, en Memphis. Se merecía morir. “Era el riesgo”, dirían.

Y así sucesivamente. La historia del mundo cambiaría por completo bajo esta novedosa mirada. Y todos los termocéfalos serían felices e irían por allí tomados de la mano.

Pero ello no ocurrirá, por suerte existe algo llamado sentido común… y otro algo llamado Código Penal.