Aunque no suelo mencionarlo, soy profesor de Problemática Religiosa Contemporánea en el Círculo de la Prensa, una de las escuelas más prestigiosas de periodismo del país. Se trata de una materia muy interesante que me permite analizar, junto a mis alumnos, tópicos como la discriminación y los estereotipos, amén de exponer sobre las grandes religiones y su impacto en la vida cotidiana.
Toda vez que tocamos el tema de los clichés, aparecen en clase una serie de prejuicios respecto a ciertas religiones o etnias, que desmenuzamos entre todos, a efectos de derribar ciertos mitos. Es uno de los momentos más entretenidos y fructíferos, ya que, desde el conocimiento y el sentido común, develamos las falacias que se tejen en torno a este tema.
Es algo que sucede en general cuando estudiamos el judaísmo. No dejan de asombrarse los alumnos cuando observan que el dogma en el que creen los judíos —el Tanaj, especialmente la Torá (el Pentateuco)— es idéntico a lo que dice el Antiguo Testamento católico y que, contra sus propios prejuicios, sus costumbres están estrechamente vinculadas a la solidaridad y el buen comportamiento social.
Siempre les digo que, aunque tenemos ciertas diferencias con aquellos que profesan el judaísmo, las coincidencias que nos unen son aún mayores. Mi frase final siempre es la misma: "hay que trabajar sobre lo que nos hace parecidos, en lugar de ampliar las mínimas brechas que nos separan".
Acto seguido, hacemos un interesante trabajo de análisis sobre cómo los medios generalizan y discriminan a ciertas religiones, especialmente en Europa. La mayoría de los alumnos se sienten decepcionados por ver la elocuencia del mal manejo de la información —vemos ejemplos concretos— y suelen asegurar que no cometerán el mismo error cuando se reciban de periodistas.
Esto alienta una gran esperanza hacia mi persona y me ayuda a creer que algunos prejuicios puedan derribarse en un futuro cercano.
Retroceso perseguirás
Hace unos días, el flamante titular de la AMIA, Guillermo Borger, aseguró en una entrevista realizada por un importante matutino, que haría una gestión dirigida a reforzar "el papel de la AMIA como representante de los judíos genuinos". En tal sentido, descalificó implícitamente a aquellos que profesan el judaísmo desde el "reformismo" o el "conservadurismo".
Las palabras de Borger generaron una innecesaria polémica que, en lugar de aclararse, cada día parece acrecentarse más, no sólo dentro de la colectividad judía, sino también a nivel social. ¿Quiénes son judíos "genuinos"? ¿Por qué esa discriminación negativa en un momento en el que hace falta diálogo y entendimiento?
Es duro pero necesario recordar que el genocida Adolfo Hitler hablaba de la "pureza" de la raza mientras asesinaba a millones de personas, y no sólo judíos, también gitanos, homosexuales y otros no "puros". El debate posterior a la finalización de la Segunda Guerra mundial permitió la creación de la Organización de las Naciones Unidas y de docenas de movimientos civiles a favor de la igualdad de los derechos entre seres humanos. Nacieron allí los lineamientos de los Derechos Humanos tal y como los conocemos hoy.
Fue lento pero incesante el camino que permitió llegar a niveles increíbles de convivencia social y que culminó cuando se descifró gran parte del mapa del genoma humano, lo cual permitió concluir que, gracias al increíble porcentaje de similitud entre las personas, no se puede hablar más de "razas", sino de una sola "raza humana".
En este contexto aparecieron las anacrónicas palabras de Borger para retrotraernos a un pasado que ya tendría que haber quedado sepultado bajo los escombros del conocimiento científico y social. ¿Para qué volver a añejas diferencias ya superadas por el saber?
Independientemente de la respuesta que podamos encontrar, sería interesante esclarecer un tema que suele ser tabú dentro del judaísmo y que tiene que ver justamente con la "pureza" del judío.
Aquellos que profesan la religión judía se dividen esencialmente en dos grupos, sefardíes y askenazíes. Aunque los sefardíes son descendientes de aquellos judíos que vivieron en la Península Ibérica hasta 1492 —y que están ligados a la cultura hispánica mediante la lengua y la tradición—, luego de la fundación del Estado de Israel en el año 1948, el término se empezó a usar para designar a los de origen distinto al askenazí, conocidos por ser los judíos asentados en la Europa central y oriental —principalmente en Alemania, Polonia, Francia, Ucrania y Rusia— hacia comienzos del siglo X.
Su procedencia está relacionada a un pueblo euroasiático de origen caucásico: los kázaros, los cuales, de judíos "puros", como veremos a continuación, no tienen nada.
A convertirse que se acaba el mundo
En los siglos VII, VIII y IX, los kázaros lograron conformar un imperio de gran extensión pero fuertemente descentralizado por tratarse de un pueblo eminentemente nómada. Estos eran regidos por un rey que comprendió que la principal amenaza que había sobre su pueblo era la de verse asimilados por alguno de los dos imperios políticos, militares y culturales euroasiáticos de la época: por una lado, el cristiano Imperio Romano Oriental regido desde Bizancio y, por el otro, el islámico Califato de Bagdad.
A través de una complicada trama de casamientos políticos, los kázaros supieron insertarse en el poder bizantino, pero siempre eligieron mantener su orgullosa independencia, uno de cuyos pilares era no haberse jamás subordinado ni al cristianismo bizantino ni al Islam, a sabiendas de que en aquellos tiempos que la religión era el factor de poder de gran importancia política y social.
Es así que los reyes kázaros desde su ciudadela en la ciudad de Itil a orillas del Mar Caspio, tomaron una medida revolucionaria, sin precedentes históricos, y única: en el año 740, los kázaros se convirtieron en masa al judaísmo como estrategia para frenar las peligrosas presiones cristiana y musulmana.
Con el devenir de los siglos, los descendientes de los nómades kázaros se expandieron hacia Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Polonia e ingresaron a Europa Central y Occidental a través de Rumania y Alemania llegando a tener amplia presencia en algunas de las principales ciudades de Europa.
Adrián Salbuchi, destacado investigador de cuestiones vinculadas a Medio Oriente, asegura que, "con el tiempo, desarrollaron costumbres y leyes particulares, que les diferenciaron en ciertos temas de los sefardíes, llegando incluso a crear una lengua propia, el yídish, surgida de la combinación de los dialectos germanos de su región con influencias eslavas y hebreas. En vísperas del Holocausto, los askenazíes representaban más del 90% del total de los judíos del mundo".
Concluyendo
Como puede verse, no hay manera de hablar de "judíos genuinos", toda vez que la mayoría de ellos no lo son por herencia de sangre, sino por conversión. ¿Esto resta mérito al judío no genuino? Definitivamente, no.
Es evidente que, más importante que esa supuesta "pureza" es su propia convicción del dogma judío y el buen comportamiento ético derivado de este. Poder entender algo tan sencillo como esto, representa la clave para acercar al judaísmo a otras culturas y tradiciones, y elimina las barreras que nos separan a la hora de tratar de entender a aquel cuyas costumbres muchas veces no terminamos de entender.
Encerrarse en una postura caprichosa como la de Borger no ayuda en absoluto a la convivencia mutua y termina por alentar los falaces prejuicios contra el judío.
En momentos en que el mundo parece haber enloquecido por completo, es hora de hacer caso al consejo que doy a mis alumnos: trabajemos sobre nuestras coincidencias, son muchísimas más que nuestras disidencias.