La imbecilidad es una potestad que no conoce limites. En general se presenta en situaciones en las que reina el desconocimiento y el desorden, y ahí es donde mejor pasa desapercibida.
Lo que le ha sucedido a Diego Maradona es el ejemplo perfecto de lo antedicho. Han reaparecido en estas horas los idiotas de siempre a decir las imbecilidades más increíbles y a desinformar al público general. Lamentablemente, algunos de ellos están “disfrazados” de periodistas.
Pero también hay irresponsables amparados en su condición de “profesionales” o “amigos de Diego” que creen estar en la obligación de opinar, aunque no tengan nada importante que decir.
Alfredo Cahe tal vez sea el paradigma más cabal de lo que representa la irresponsabilidad profesional. Y es que, sin titubear un momento, aseguró que la internación del astro del futbol no tenía relación alguna con su adicción a las drogas.
¿Hace falta ser médico para saber que el consumo a largo plazo de cocaína resiente el corazón de una persona?
¿Hace falta ser médico para saber que la droga hace estragos con la presión de una persona y produce síntomas similares a los que padeció Maradona en sus primeras horas de descompostura?
¿Hace falta ser inteligente para intuir que Cahe miente?
Me importa mucho, poquito, nada
Alfredo Cahe, conocido como “el médico de las estrellas”, no ha estado a la altura de las circunstancias respecto al cuidado de Diego Maradona. Quienes rodean al “Diego”, aseguran que Cahe no mantiene un control demasiado riguroso sobre el astro de futbol.
Tal es así que, en una entrevista al diario Clarín del 24 de septiembre de 2000, el irresponsable médico aseguró que ya no le preocupaba el corazón de Maradona, sino su melancolía (??). Ese mismo corazón es el mismo que ahora no responde como debe, pero ya nadie recuerda las palabras de Cahe.
Posteriormente, el 2 de febrero de 2001, el mismo “profesional” manifestó al diario brasileño O Globo, que Maradona consumía “cocaína circunstancialmente” y que, pese a la adicción, si el futbolista se mantenía en tratamiento podía “vivir hasta los 70 años”.
Esas irresponsables palabras deberían ser el inevitable disparador para replantear lo que los medios nunca terminan de profundizar: las insanas relaciones del ex futbolista con un entorno de innombrables, tales como Ferro Viera, su propio cuñado Gabriel “el Morsa” Espósito, Omar Suárez (dueño del boliche Cocodrilo), el Turco Abdala y Oldemar Barreiro Laborda, entre otros.
No olvidemos que dos de los nombrados han sido (junto a otros personajes, como Guillermo Cóppola), quienes proveyeron de cocaína a Maradona a diestra y siniestra.
Amigos son los amigos
Los primeros días del año 2000 encontraron a Diego Maradona descompuesto en tierra uruguaya: le faltaba el aire, transpiraba y tenía la cara más hinchada que nunca. La tensión le había subido y su ritmo cardíaco estaba descompensado. Casi igual que en estos momentos. Lo cierto es que el astro podría haber muerto: el resultado de los análisis de sangre y orina no sólo mostraban rastros de cocaína en exceso, también detectaban una elocuente intoxicación producto de un cóctel de barbitúricos y sedantes.
Aunque Cóppola trató de imponer a la prensa una historia light –aseguró que Maradona “nunca se había portado tan bien”-, pronto se supo que todo era mentira. Las miradas se dirigieron no sólo hacia su persona, sino también a la de Carlos Ferro Viera, un pseudoempresario que se acercó al “grupo” de Maradona después de conocer a Cóppola en la cárcel de Dolores, donde ambos compartían la prisión.
No es casual que haya sido –justamente- en el departamento de Ferro Viera donde Maradona se enteró de que le había dado positivo el control antidoping en agosto de 1997 cuando jugaba para Boca. Fue después de esa caída que Diego abandonó definitivamente el fútbol.
El caso del “Morsa” Espósito es más puntual. Y es que en el marco de la causa Cóppola él mismo admitió que proveía de cocaína a su cuñado. Pocos saben que, en esos días, Diego Maradona le había garantizado que lo iba a sacar de la cárcel, siempre y cuando no declarase contra -su entonces amigo- Guillermo Cóppola.
En la indagatoria, el Morsa aseguró que la cocaína se la compraba “a Claudio Cóppola, más conocido como ‘Lechón’. Lo llamaba previamente a su casa del barrio de Floresta y cuando llegaba a su casa ya tenía preparado el encargue. Pagaba cien pesos la bochita de cinco gramos”.
Cuando el secretario del juzgado quiso saber quién era el que a su vez le vendía la droga a Claudio Cóppola, el Morsa fue bien terminante: “Eso no se lo voy a decir”. Todos intuían ese nombre, pero nadie se animó a decirlo.
Guillote, por su parte –y a pesar de tener el mismo apellido- había asegurado desconocer a Claudio Cóppola. Sin embargo, había una escucha telefónica que los tenía a ambos como protagonistas: “Guille, yo tengo que conseguir un kilo cuando llegue mi primo. Yo te puedo asegurar que si ven los billetes te pongo la pelota con botella de whisky de la mejor”, dice Claudio Cóppola, mientras en su casa suena el timbre.
Cuando regresa al teléfono le dice a Guillermo Cóppola: “Leo quiere merquita, dale, dale. Lujos y placeres conseguíme”.
Guillote no duda: “Yo consigo, sí, no hay problema”.
Finalmente, no podemos dejar de hablar de Oldemar “Cuqui” Barreiro Laborda, quien es el nuevo asesor comercial y espiritual de Maradona.
Con 52 años, construyó un imperio de 32 empresas entre las que se destaca Lo Jack y tiene un prontuario de lo más elocuente.
Y es que Barreiro Laborda es un habitué de los ámbitos tribunalicios. Fue perseguido por la Justicia por presunta defraudación cuando era titular de Lo Jack y tuvo siete causas en trámite en el juzgado de instrucción de Mariano Bergés. Entre éstas, se destaca la que le iniciaron por una supuesta estafa contra el Bank Boston por 62 millones de dólares.
Respecto a Maradona, aseguró en su momento que: “Soy su consejero y amigo, pero no su representante. Lo que haremos será un control de gestión de los negocios de Diego (...) Diego sólo tiene 200 mil dólares en efectivo, aunque su patrimonio en propiedades ascendería a siete millones. De todas maneras, si no genera nuevos negocios, podría quedarse sin dinero en poco tiempo más, aunque tiene varios contratos vigentes que, ordenándolos en su manejo, le permitirán salir adelante”.
De más está aclarar que Barreiro Laborda ya está al tope del ranking de indeseables que imaginariamente traza y actualiza Claudia Villafañe y que, por carácter transitivo, comparte con sus hijas.
Concluyendo
Aunque la internación de Maradona no tenga que ver puntualmente con la adicción a los estupefacientes, es obvio que su cuerpo está duramente resentido a causa de estas y eso le juega en contra en este preciso instante.
Es probable que el astro finalmente salga de su grave cuadro de salud, pero deberá replantearse cómo será su futuro y quiénes serán los “hombres de confianza” que lo acompañarán a partir de ahora.
Y es que, hasta que el astro no se aleje de ese entorno de indeseables, no podrá superar el estado lamentable de salud que lo aqueja de manera crónica.
Esa decisión es potestad de su propia voluntad.
De nadie, nadie más...
El turco abdala quién es?