Que Néstor Kirchner es autoritario, no es ninguna novedad, sólo hay que ver como trata a sus serviles funcionarios o, tal vez recordar cuando ocupaba la presidencia y basureó a quien era su vice, Daniel Scioli.
Que es corrupto, tampoco, y a las pruebas me remito, por si algún juez o fiscal no hace caso omiso de mis dichos.
Sólo basta con ver la última declaración jurada de quien hace las veces de Presidente de la Nación, la supuesta abogada, Cristina Fernández.
Pero claro, cuando alguien reúne tantas condiciones, lo más factible es que sea un completo déspota, y si algo faltaba confirmar, aunque las sospechas son sobradas, es la categoría de mafioso en la que podemos situar a Néstor Kirchner.
En los últimos días, hemos visto cómo la mafia de los medicamentos es una realidad en nuestro país. Como también que existe una estrecha conexión entre los imputados y procesados en la causa con el kirchnerismo, además de los aportes de los implicados a la campaña presidencial de Cristina.
También, según el libro recientemente publicado del periodista Hugo Alconada Mon, “Los secretos de la valija”, nos podemos enterar de cuáles eran las conexiones de Guido Antonini Wilson con Hugo Chávez y el gobierno de Néstor Kirchner.
Por supuesto que todo esto deriva en lo que hoy ocupa la mayor atención de ámbito político, la guerra entre el gobierno y el Grupo Clarín.
Sería redundante opinar sobre cuáles son las verdaderas intenciones del gobierno para modificar la actual Ley de Radiodifusión, que son, ni más ni menos, desmembrar al Grupo Clarín, por un lado, e intimidar a los demás medios y/o periodistas, al mejor estilo chavista en Venezuela.
Y todo quedó demostrado con la vergonzosa embestida a la redacción del diario Clarín —anticipada con enorme precisión por Tribuna de periodistas— llevada a cabo por la AFIP, donde encontramos sugestivas similitudes al ataque que sufriera el canal venezolano Globovisión, opositor a Hugo Chávez cuando la dirigente Lina Linette Ron Pereira, una especie de versión femenina y caribeña de Luís D`Elía, encabezando una banda de unos 30 delincuentes encapuchados atacó las instalaciones de canal.
Como no podía ser de otra manera, el presidente venezolano salió a despegarse del episodio y dijo que fue "un acto anárquico y contrarrevolucionario".
Algo parecido ocurrió en el allanamiento al diario Clarín; el titular de la AFIP, Ricardo Echegaray, dijo que no ordenó nada y pidió disculpas a su editor General, Ricardo Kirschbaum, enviándole una carta. Pero eso no es todo, según el mismo Kirschbaum, en la AFIP aún no saben quién dio la orden, y agregó: "Esto es para intimidar y amenazar".
¿Queda alguna duda, después de esto, que Néstor Kirchner sigue los mismos pasos de Hugo Chávez, y que el intento de reformar la Ley de Radiodifusión es un mero pretexto para perjudicar a Clarín y controlar a la prensa?
Si a esta altura de las circunstancias alguien no lo ve, es porque, sencillamente, no lo quiere ver o forma parte de la banda de Kirchner.
Pablo Dócimo