El crecimiento sustantivo que muestra la campaña agrícola de este ciclo, que supera en unos 30 millones de toneladas a la anterior, está dejando al descubierto las severas dificultades que se presentan para la producción y buena parte de la cadena comercial granaria, provocadas por la falta de previsibilidad para trasladar a puertos los granos colectados. A ese escenario se suma la denuncia de los chacareros sobre la escasez de gasoil para realizar la trilla.
Mientras urge agilizar cambios relevantes en materia de infraestructura vial, el hombre de campo avanza en la voluminosa colecta de la soja nueva, junto con el maíz, los dos granos que dejarán los mayores volúmenes de zafra de este ciclo.
Urge entregar esa mercadería, pero mientras se sembraba soja hasta en los balcones y se cuantificaban los ingresos que dejaría la comercialización del "yuyo", pocos pensaron en el cuello de botella que se produciría a la hora de descargar la oleaginosa en las terminales portuarias.
En este punto, la historia vuelve a repetirse. No es la primera vez que el país incumple compromisos externos, provocando un nuevo descrédito de Argentina como proveedor de alimentos en tiempo y forma.
Es como si una vez más los responsables de las mejoras de infraestructura que requiere el país hubiesen olvidado que luego de la supersiembra venía la cosecha y, tras ella, el traslado de las cargas. Es una historia de nunca acabar que muestra nuevamente los déficits comerciales que caracterizan a la Argentina, que le impiden hacerse respetar como nación exportadora en más de 150 destinos del mundo.
Las imágenes de rutas colapsadas por interminables filas de camiones que pugnan por llegar a las terminales del Gran Rosario ya recorrieron el mundo, justo cuando el país necesita recuperar confianza entre los compradores del exterior, para no seguir enrareciendo el concepto que estos tienen del país.
Ese escenario se presenta en los umbrales de la siembra del trigo nuevo, que este año cuenta con condiciones climáticas más favorables que las del ciclo anterior, así como con cotizaciones más alentadoras y precios de insumos accesibles. Sólo dudan del devenir comercial del cereal, algo que retrasa la siembra y podría recortar el hectareaje a cubrir si no se aclara antes el panorama.
Curiosamente, en las dos producciones se sigue optimizando la aplicación de paquetes tecnológicos de última generación, como pudo verse en la última edición de Expoagro. Allí quedó claro que si se cuenta con un mínimo estímulo, el sector agropecuario nacional no vacilará en subir la apuesta para multiplicar mieses y rodeos... Pero esa falta de incentivo se suma al accionar oficial en materia de restricciones, falta de previsión y una oleada intervencionista que amenaza profundizarse. Si se hace tanta gala de la calidad y cantidad de las zafras y exportaciones granarias y ganaderas, ¿no es tiempo de sumar la continuidad que completa la tercera "C" de las reglas básicas del comercio internacional?
Gladys de la Nova
DyN