Si Ud. alguna vez creyó que las grandes cadenas de supermercados giraban en torno a la más acendrada concepción capitalista de ganar o ganar a cualquier precio, no se equivocó, pero si pensó que era mediante estrategias de venta pecó de ingenuo.
Mientras el común de los ciudadanos andamos con la cabeza inundada de problemas manoteando soluciones para ver como sobrevivimos con sueldos magros, inflación en ascenso y una feroz presión tributaria, existen negocios casi invisibles que siempre en el marco legal, obviamente porque de eso se trata la parte artística de la trampa, generan ganancias que utilizadas en un 0,0001 % con criterio solidario, podrían terminar con el hambre en el mundo. Pero claro, “no se trata de eso, justamente”, porque sería el suicidio de la elite.
De ofertas, tarjetas con premios por acumulación de puntos, descuentos para jubilados, para ciertas tarjetas según el día de la semana o para ciertos gremios y otras yerbas, uno hasta llega a pensar “¡qué grande este supermercado!”.
Si uno fuera proveedor, debería aceptar para ingresar como tal, por ejemplo, realizar la primera entrega de manera absolutamente gratuita, y eso posiblemente le garantizaría su permanencia en el tiempo.
Otra de las concesiones son los cobros a 180 días, es decir que el proveedor debe estar dispuesto a esperar ese plazo para percibir sus ingresos.
Ahora bien, como las cadenas de supermercados son “muy buenas”, trabajan con mesas de dinero que le canjean al proveedor las facturas (se las compran) y pagan por anticipado en tanto se conceda un descuento por acortar el tiempo de pago. Esa diferencia de dinero se pone a trabajar de diferentes maneras y como no puede ser de otro modo, generan abultados intereses que resulta ser las verdaderas ganancias de estas grandes cadenas.
Del mismo modo canjean cheques descontando importantes intereses y hasta se compran acciones canjeando estos valores.
Alertados los grandes proveedores, hacen exactamente lo mismo con quienes los proveen de materias primas para sus producciones, y ahí generan también grandes sumas por acumulación de intereses.
Otro tanto ocurre con los pagos de clientes mediante tarjetas de crédito. Las diferencias entre le precio de contado y el precio financiado es dinero puesto a trabajar, que al ser mucho y colocado a las opciones más rentables, deja jugosas ganancias con las que los dueños tiran manteca al techo (¿qué antigua, no?), bueno, quiero decir que las cajeras, repositores, y personal en su conjunto trabaja tiempo extra sin correspondencia salarial y muchas veces en actividades muy ajenas a su incumbencia, por suelditos que honestamente dan pena, pero los señores supermercadistas sí que saben lo que hacen, ¿no?
Mientras en las décadas de los 70, 80 y 90 las mesas de dinero constituían la institución de la inversión por excelencia operando con acciones y bonos, actualmente se han consolidado como verdaderos centros de entrenamiento profesional de la especulación, en detrimento de la actividad productiva nacional.
El quid del negocio está en los contactos y las influencias donde por ejemplo, sólo en la City porteña se calcula que mueve algo más de 30 millones de dólares diarios (y creo que me quedé corta).
Las cadenas de supermercados entonces puede ser lo que son, gracias a este tipo de operaciones, donde por ejemplo reciben un alto porcentaje comparativo por entregar efectivo recibiendo cheques que ellos utilizan para pagar a sus proveedores y luego de los 180 días donde ya han cuadruplicado las ganancias entre tanta operatoria diversa.
De más está decir que tomé los supermercados sólo por dar un ejemplo, pero estas prácticas, unidas a otras de carácter tributario que no tienen por qué ser ilegales, son las únicas que hacen posibles que los negocios se transformen en mega corporaciones, mientras los empleados dejan su alma y vida por $ 2,50.- y los clientes siguen creyendo “¡Qué grande este supermercado!”.
Por último ¿sabe por qué en todas partes del mundo existe legislación restrictiva acerca de instalar un supermercado en zonas urbanas y en la Argentina tenemos las ciudades inundadas de ellos?
Cuenta la leyenda que corrían los años 90 cuando ex Ministro de Economía Don Domingo Felipe recibió la propuesta de inversiones extranjeras mediante la instalación de estas cadenas en nuestro país.
Don Domingo Felipe hizo números y dijo: “Al bolichito de la esquina me cuesta hacerle cumplir sus obligaciones tributarias, son escurridizos y lo que pagan tampoco es significativo. Yo necesito la tarasca para pagarle a mi amigo el FMI y quedar bien con mis colegas de Chicago. Estos mega negocios no se me van a escapar porque los puedo tener agarrados de “las góndolas”. ¡Ups, pero van a hacer desaparecer a los bolichitos!, y bueno, que se le va a hacer, si aquí lo importante es el modelo y las comisiones que me llevo por cada negociación con el Fondo”.
Nidia G. Osimani