Como era previsible, no es todo oro lo que reluce, y uno puede pecar de ingenuo, pero no tanto como para creer que en este contexto inflacionario de casi un 25 % anual (que pareciera marcar más del 30 %), los bancos o monopolios comerciales se esfuercen tanto en promover las ventas a crédito en cuotas, mucho más si tenemos en cuenta el detalle de que estamos en una Argentina donde un plazo de 30 días ya es mucho tiempo precisamente por la política de “la economía al revés”.
El razonamiento del comprador será “si tengo una deuda en pesos y hay inflación, cada vez voy a pagar menos, entonces saldré beneficiado”.
A su vez, el razonamiento del vendedor será: “La estrategia de marketing es muy útil, pero, ¿cómo hago para continuar con las filosofía de ganar-ganar, siempre?”.
La respuesta es ésta que sigue. Veamos primero el lado del vendedor.
Tal como se expresa en la nota El negocio de los supermercados no son las ventas, como estrategia de marketing las alianzas justamente llamadas “estratégicas” entre entidades financieras y grandes cadenas de hipermercados, son moneda corriente.
En ese contexto, los Carrefour, Disco, Coto, Jumbo, WallMart, Garbarino o Frávega, por ejemplo, acuerdan distribución de gastos, esto es, compartirlos con los bancos, para sacar estas promociones que en general no superan las 48 o 72 horas y casi siempre son sobre un monto específico o stock limitado.
Este tipo de estrategias comerciales bajo la fachada de promociones resultan una suerte de inversión realizada por los bancos con el fin de ganar nuevos clientes o nuevos nichos de mercado, y el cliente no tiene ningún costo financiero total.
Ahora bien, acá viene la trampa, y esta es la parte del comprador.
Es verdad que el cliente no paga intereses, pero sí le “hacen llover” un gasto administrativo por un lado en concepto de “gastos de envío” por ejemplo, por haberle enviado un resumen que nunca pidió, al que le suman otro gasto por renovación de tarjeta en el ínterin que tenga que pagar las 50 cuotas y algún gasto más en concepto de seguro de vida de un 3 % más o menos.
Los bancos asociados a estas promociones suelen no coincidir con aquellos en los que el comprador tiene su cuenta “sueldo”, por lo que se ve obligado a adquirir otra tarjeta (siempre versiones Prefer, Gold Black, etc. de Mastercard, Visa, y otras) que muy posiblemente sólo utilizará para esta compra y nunca más lo haga, ya que en lo habitual se maneja con su otra tarjeta.
De todos modos, por el hecho de entrar en este plan de 50 cuotas seguirá cautivo del nuevo banco, como mínimo, por los próximos cuatro años, a excepción que cancele su deuda por anticipado pero no serán casos generales.
En esos más de 4 años tendrá que pagar los gastos administrativos (alrededor de un 30 %), la renovación anual (entre $ 350 y $ 750 por año), eventuales seguros de vida, franqueo, resúmenes de cuenta (entre $12 y $ 22 mensuales), y algunos otros conceptos más que terminan duplicando el costo al contado del bien que se ofrece tan alegremente como “en 50 cuotas sin interés”.
El hecho de que la cuota final sea igual a la inicial, implica que el efecto inflacionario haga suponer al comprador que saldrá ganando con su decisión de meterse en el plan, pero como todos los gastos mencionados anteriormente seguirán la ruta de la inflación, irán incrementándose con el transcurso del tiempo, esto es, pagará cada vez más en concepto de gastos administrativos, seguro, renovación, etc.
Si bien existen otras opciones como los préstamos personales, por comodidad de diversa índole, los consumidores prefieren las tarjetas de crédito a la hora de aceptar acceder a este tipo de financiamientos.
Bueno, una vez más, se ha cumplido con el rol de informar y aclarar cómo funciona el sistema, el resto ya pasa por decisiones personales.
Ah, no se olvide que si quiere comprar un LCD, al día siguiente de finalizado el mundial, seguro lo va a encontrar casi un 50 % más barato.
Nidia G. Osimani