Tarde de invierno en el superclásico River- Boca. A las 3 de la tarde del 23 de junio de 1968 ya no parecían quedar más oportunidades para alterar el resultado del partido, un aburrido 0 a 0 igualaba el marcador del Estadio Monumental, y como de costumbre el visitante empezó a marcharse primero, algunos incluso antes de que finalizara el juego ya que las 90.000 personas que habían visto el partido querían irse lo antes posible.

Un aire extraño sobrevolaba las plateas, el temple estaba enrarecido pese al empate sin goles. “El clima era peligroso. Algunos hinchas habían quemado banderas de River. Otros arrojaban cohetes, monedas y vasos con orina a los que estaban en la parte baja de la tribuna" (Eduardo Amatucci, testigo, a Clarín en 1968).

Los hinchas visitantes ocuparon la tribuna que da a la calle Figueroa Alcorta y comenzaron a caminar hacia el túnel para descender los 80 escalones que bajan a la Puerta 12 (actual sector L de la tribuna alta) y que debía facilitar la salida a los visitantes.

Pero luego de las escaleras, la puerta de salida no se encontraba abierta lo que produjo una avalancha humana que se llevó la vida de 71 personas, en su mayoría, menores de edad que perecieron asfixiadas, mientras 79 resultaron gravemente heridas. Este hecho se transformaría en la peor desgracia del futbol argentino.

 "En un principio era una avalancha normal, pero después se acrecentó. Iba por el aire, sin tocar el piso. Algo empezó a salir mal. La avalancha se detuvo. Cada vez estaba más apretado. Había gritos de pánico, de mucho miedo. La gente que estaba abajo quería subir. Estábamos uno arriba de otro bajo una terrible presión que no dejaba respirar. Me caí y después me desmayé. ¿Cuál fue el motivo de la tragedia? Nunca lo conocí. Yo me salvé de milagro. Quizá gracias a la gente que me ayudó porque era el más joven de todos y porque la avalancha se detuvo cuando yo estaba en un recodo de la escalera. Apenas tenía 14 años. Nunca más fui a ver a Boca" (Miguel Durrieu, 46, sobreviviente).

Las causas de la tragedia nunca fueron del todo esclarecidas. Diferentes versiones resultaron luego del episodio que nadie supo investigar correctamente. Algunos afirmaron que al momento de la salida, los molinetes se encontraban todavía colocados, lo que impidió el escape de la multitud. Otros sostienen que la Puerta 12 jamás estuvo abierta.

Sin embrago, la negligencia no parece ser la única razón del aberrante hecho. Testigos sostuvieron que la policía pudo haber obrado sistemáticamente al momento de la salida por la Puerta 12. "Los hinchas hacían sus necesidades en vasos de café y le tiraban orina y excremento a la Policía montada que estaba en la calle. Eso provocó la represión policial y luego, la tragedia" (William Kent, ex presidente de River).

"Hubo agentes que actuaron sobre la gente que se desconcentraba por la escalera de la Puerta 12, mientras era obstruida por la Policía montada. Allí se produjo el desbande y la tragedia. La puerta estaba abierta y los molinetes, retirados. Yo estaba ahí y doy fe de ello. Mi hipótesis es que se quiso poner a cubierto el desempeño de la Fuerza y se inventó el tema de los molinetes" (testimonio de Juan Carlos Tabanera, ex inspector general de la Municipalidad, a Domingos Populares en 1988). Otros testigos sostuvieron que la Policía montada se descargó con la hinchada boquense luego de que la misma cantara la marcha peronista durante todo el partido en pleno gobierno de Onganía.

La causa quedó a cargo de un juez de Menores, Oscar Hermelo por tratarse de un caso con un promedio de víctimas de 19 años. "Yo había dispuesto el procesamiento de dos personas pero, cuando la Cámara revocó la medida, la investigación no pudo continuar", afirmaba el juez, al diario Clarín a través de un familiar.

La investigación finalizó sin culpables. Inicialmente, dos directivos de River fueron procesados como sospechosos de negligencia, pero la Cámara de Apelaciones dejó el procesamiento sin efecto.

La Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y los clubes, afrontaron la responsabilidad de manera conjunta, reuniendo un fondo de poco menos de cien mil dólares, que significaban apenas mil dólares por fallecido. A cambio de cobrar esa cifra, se les exigió a los damnificados que renunciaran a cualquier reclamo judicial. Posteriormente, cambiaron el nombre de la Puerta 12 por la doceava letra del abecedario, Puerta “L”.

La queja presentada por los perjudicados ante la Corte Suprema quedó "dormida". En agosto de 1969, batidos, los familiares desistieron del recurso.

Una puerta indebidamente cerrada, una coima para no apelar… luego de 42 años, nada parece haber cambiado demasiado.

Alexis Montefiore