Se puede concluir que prestar atención a posicionamientos electorales no tiene razón de ser hasta el día después del cierre de listas.
Es que si se piensa que hace cuatro meses apenas Néstor Kirchner había dado señales suficientes como para que Daniel Scioli entendiera que debía prepararse para ser candidato presidencial; que luego los indicios se revirtieron tanto como para que el gobernador se concentrara en buscar su reelección; y que a esta altura la alternativa más firme es que en el oficialismo haya puja interna por el primer sillón de la Provincia se llega a esta consideración.
Estos vaivenes no son, por lo demás, excluyentes del peronismo en el kirchnerismo. Hace también cuatro meses Ricardo Alfonsín era, por caso, el candidato "natural" a gobernador por el radicalismo —y por todo el espacio del Acuerdo Cívico— y hoy se alista para darle pelea a Julio Cobos por el sillón de Rivadavia.
En aquel tiempo cercano, Francisco De Narváez amagaba, desde el peronismo disidente, con anotarse en la disputa presidencial y ahora ha puesto toda la artillería en la batalla por la Gobernación. De cualquier modo, estos movimientos revelan tendencias que terminarán siendo los ejes de la oferta electoral final.
Kirchner y la batalla bonaerense
"No quiere que se vaya nadie más, y hará lo que sea necesario para que todos los que aún permanecen en el espacio, al menos formalmente, se queden adentro". Para los observadores, ésa es la motivación que llevó a Néstor Kirchner a visitar a los dirigentes de la "línea crítica" del oficialismo bonaerense en su propio búnker.
"Mi límite son (Francisco) De Narváez y que se juegue adentro" (del PJ-FpV), definió Kirchner en esa reunión, como para que los analistas tengan menos trabajo de interpretación.
En el Tigre, con el intendente Sergio Massa como anfitrión, Kirchner compartió un asado con esos dirigentes, empeñados en constituir una "corriente renovadora" —y jugar desde ese armado en las próximas elecciones— antes de definir referencias superiores ni encuadramientos.
El tiempo dirá si el grupo cobra suficiente envergadura para pelear por la gobernación. Decisión no les falta y por lo pronto el ex presidente ya da señales de que se les haga espacio, incluida la posibilidad de que Scioli y Massa —el seguro candidato de la "línea crítica"— terminen dirimiendo en los comicios internos quién se quedará con la postulación a la gobernación.
La estrategia inclusiva de Kirchner se inscribe en su convicción de que, una vez más, Buenos Aires será el escenario de la madre de todas las batallas, donde se definirá la competencia por la presidencia.
Desde esa obvia previsión, y desde la necesidad de que el candidato a gobernador traccione votos "hacia arriba" —hacia la boleta del aspirante a la Casa Rosada—, viene dejando ver alguna preocupación, a partir de encuestas que distan de reflejar que el oficialismo pueda dar ya por descontada una nueva victoria en el territorio que gobierna desde hace 23 años.
Quizá por eso, Kirchner también impulsa que "se vuelva a poner en marcha" el PJ bonaerense, nunca muy activo en los últimos años pero clausurado desde hace tres meses cuando su presidente,
Alberto Balestrini, sufrió un accidente cerebrovascular. Asumiendo que el vicegobernador no reasumirá ese rol durante bastante tiempo y conocedor de que buena parte de la dirigencia resiste que se haga cargo el interino natural, el vice Hugo Moyano, pero en busca de no enojar al líder de la CGT, el ex presidente propicia ahora que el sindicalista convoque a la creación de una comisión de acción política "en la que estén representados todos los sectores", para "movilizar el partido y abrirlo al debate".
La oposición y su rol
La oposición provincial vive, claro, sus propias turbulencias, centradas en estos días, a través de las representaciones parlamentarias, en su posicionamiento frente al oficialismo, encarnado en ese caso en el gobierno de Daniel Scioli.
De Narváez le pidió a su tropa legislativa que asuma un rol opositor más activo, más opositor en rigor, y le planteó inclusive que en algunos temas él mismo definirá la postura. Horas después de esa "bajada de línea", sin embargo, sus diputados le aportaron al oficialismo los votos necesarios para mantener un asiento en un organismo clave, como es el Consejo de la Magistratura.
Unión Pro dio ese apoyo a cambio de que un hombre propio fuera designado suplente en ese Consejo; un cargo que el oficialismo ya había demostrado que sabe cómo convertir en inexistente.
La vacante se produjo porque el diputado oficialista Guido Lorenzino se tomó licencia como tal para ser funcionario del gabinete de Scioli, pero en cambio renunció como consejero de la Magistratura.
Lo hizo porque el reglamento de ese órgano dice que si dimite el titular también debe hacerlo el suplente, de modo que con su renuncia Lorenzino bloqueó el ascenso de su suplente, un diputado radical.
Producto de esa jugarreta entre el oficialismo y los denarvaístas, en tanto, la que quedó al borde de la ruptura es la histórica y aceitada convivencia legislativa entre el peronismo en el gobierno y el radicalismo, que reclamaba, claro, que ser suplente significara reemplazar al titular cuando éste no está.
Marisa Álvarez
NA