No se acallaron los ecos del ataque a la embarazada de La Plata en una salidera bancaria, cuando frescas estadísticas marcaron en estas horas que mataron a tres agentes de la Policía Federal en cinco días y que, en lo que va del año, ya asesinaron a tantos efectivos de la fuerza como en todo 2009.
Algunos datos que trascendieron en las últimas horas dicen que en todo el país se producen 24 salideras bancarias por día, que los asaltos a casas y comercios son moneda corriente y que son frecuentes los secuestros express.
El jefe de la Policía Federal, Néstor Valleca, puso el dedo en la llaga cuando reclamó este lunes que se revise el tema de las excarcelaciones, un debate judicial que no se resuelve junto a otros muchos problemas de una Justicia desbordada y, por lo tanto, lamentablemente ineficaz.
Y agregó un dato que toda le gente percibe, conoce y teme, pero que en palabras oficiales toma cuerpo de verdad irremediable: "existe una violencia desmedida de jóvenes que tiran por tirar".
El poder político, del oficialismo y la oposición, quedó atrapado cuando los las tragedias por hechos policiales convocan al ciudadano común.
En estos días de violencia por delincuencia irracional, el Gobierno prefirió mantener su polémico silencio y solamente el ministro Aníbal Fernández salió a cruzar las críticas argumentando sobre el "oportunismo de la oposición con el dolor" y que la Argentina es el país más seguro de América.
Y algunos líderes opositores reclamaron acciones que en administraciones anteriores tampoco se aplicaron.
También es cierto que la pobreza y la marginación juegan un papel fundamental a la hora de diseñar planes eficientes de contención del delito.
Asimismo, la mutación constante del accionar de los delincuentes hace compleja la prevención del delito.
Se repasaron en rápido vuelo en estos párrafos, algunos ingredientes que abonan la realidad incuestionable de la inseguridad.
Inseguridad que se ha convertido en una cuestión de enorme peso social y de poderoso efecto en la opinión pública.
Pero lo que reclama la gente no son discursos de ocasión ni que lo expliquen ni le nieguen lo que ya sabe, sino que reclama políticas profundas y amplias para combatir la marginalidad y planes de superficie visibles y sustentables para sentirse protegidos.