Hace unos días, el Gobierno de Néstor Kirchner salió con los tapones de punta a denunciar que había una conspiración en su contra, lo cual produjo un gran e inevitable revuelo en la opinión pública que vio aparecer repentinamente, ante sus ojos, los siempre temidos fantasmas del pasado.
Y, aunque muchos aseguran que los motivos de esa paranoia tiene que ver con el pésimo artículo de Horacio Verbitsky aparecido en Página/12 -donde se hablaba de una conspiración “anti K”-, hoy se sabe que esto no es así. Recordemos que lo publicado por el oficialista diario terminó siendo un disparate total, alejado de toda realidad posible.
La verdad es que esta conspirativa hipótesis comenzó a rondar por la cabeza de Kirchner hace dos semanas, cuando unas veinte personas con una bandera con la inscripción "Menem vuelve" se apareció en la puerta del Ministerio de Justicia para reclamarle a Gustavo Beliz que no persiguiera al ex presidente riojano. Este grupo alertaba sobre la ola de inseguridad, criticaba la purga en la Policía y la reforma judicial que apunta a los jueces federales.
Ese mismo día, Menem habló por radio desde Chile. Dijo que el gobierno de Kirchner era "leninista" y le dedicó una frase a Beliz: "Siempre decía que yo era un padre para él".
Estos pequeños episodios, sumados al incendio intencional en el ex ferrocarril Roca y a la ola de delitos en Capital Federal, le bastaron a un grupo de paranoicos vinculados al Gobierno para redondear la idea de que estaban ante un intento de desestabilización contra el propio Presidente. Y así se lo hicieron saber.
Buenos para nada
No hay gran misterio. Los principales responsables de que Kirchner crea que existe una conspiración en su contra son los periodistas Horacio Verbitsky y Miguel Bonasso, acompañados –y potenciados- por el actual subsecretario general de la Presidencia, Carlos Kunkel, un personaje digno de una novela de Stephen King.
Kunkel es quien le llena la cabeza diariamente al primer mandatario y le da letra a ministros, secretarios y periodistas acerca de un complot que sólo existe en su cabeza y que implica la asociación conspirativa de personas tan improbables como Rosendo Fraga.
Recordemos que fue Kunkel quien denunció sin dudar que los protagonistas de esa supuesta “campaña desestabilizadora” eran “sectores que se beneficiaron en los últimos años con el neoliberalismo económico y aquellos militares, que con la actual gestión, se han visto privados de prebendas”. Tiempo antes había defendido al oscuro embajador Carlos Bettini, al señalar que se trataba de "una excelente persona”.
Carlos Kunkel es, hoy en día, uno de los “operadores” más importantes del presidente Kirchner y uno de los pocos que goza de su total confianza y la de su esposa, hasta tal punto, que ocupa una discreta oficina en el sector presidencial de la Rosada al lado de la de Cristina de Kirchner. Recordemos que Kunkel fue jefe político del matrimonio Kirchner en la Juventud Peronista de los setenta, cuando todos estudiaban Derecho en La Plata.
Actualmente y junto con Dante Gullo (ex montonero y ex ARI, devenido en exitoso empresario de la publicidad vial), Kunkel lidera el llamado Grupo Michelángelo, una especie de "tanque de pensamiento" de los proyectos que tiene en mente el personalista presidente K.
Asimismo, es uno de los que ofician de "contacto" entre la Casa Rosada y el sector de los “piqueteros oficialistas" liderado por Luis D’Elía, el mismo que en su momento lanzó la acusación de "autoatendado" contra las organizaciones que promovieron el acto del 20 de diciembre de 2003 y donde estalló una poderosa bomba.
Acerca de este episodio -según fuentes de Casa de Gobierno-, el que le “pasó letra” a D’Elía para que dijera semejante disparate habría sido justamente el subsecretario Kunkel.
El papelón que se armó por las declaraciones del "piquetero" fue tal que el entorno íntimo de Kirchner comenzó a apuntar su improvisado dedo acusador contra la policía bonaerense y el aparato "duhaldista" de la provincia de Buenos Aires.
Más allá de las versiones, la verdad que arrojó la investigación de lo sucedido –y que sospechosamente no trascendió a la prensa-, es que los autores del atentado habían sido elementos policiales infiltrados en el ala piquetera de Raúl Castells, el más acérrimo enemigo del kirchnerismo.
Paradójicamente, dicha investigación salió de la mismísima secretaría general de la Presidencia, más precisamente del sector que comanda el propio Kunkel.
Concluyendo
Hablar de conspiraciones le otorga a Kunkel un gran poderío sobre Kirchner y sus funcionarios más cercanos y ejerce sobre la opinión pública un temor que paraliza cualquier atisbo de pensamiento critico. Justo lo que busca este gobierno.
Lo cierto es que Kunkel sólo le da al gobierno una buena excusa para que no se hable de lo verdaderamente importante: la flexibilización de la posición argentina en el tema de la deuda externa y el envío de tropas a Haití, entre otras.
Pero la mentira cae tarde o temprano. Kirchner tendría que haber aprendido de lo que le sucedió a Bush en su irracional invasión a Irak.
Es toda una lección...