Primero fue Los chicos de la guerra, basado en parte de los relatos de veteranos de guerra brindados a Daniel Kon, en agosto de 1982. Después, bastante a la distancia, fue Iluminados por el fuego, también asentado en un libro escrito por el periodista Edgardo Esteban.
Este filme fue bastante controversial, ya que según él no combatió donde lo muestra el mismo, sino que según su versión tuvo un ataque de pánico y pasó la noche del ataque final escondido en un pozo. El miércoles por la noche, en el marco del ciclo de Telefé Lo que el tiempo nos dejó, se emitió —muy tarde— Los niños que escribían en el cielo. En él se muestra la guerra de Malvinas, mejor dicho se intenta, a través de la visión peculiar de un chico de 10 años, interpretado por Arturo Goetz.
Ya de entrada, se cae en el lugar común de insertar a Malvinas como un necesario correlato del Proceso agonizante, o lo que es peor, producto del ya gastado recurso del desatino de un general borracho. Luego, el conocido episodio del chocolate enviado por carta a un soldado y aparecido en un kiosco de Comodoro Rivadavia, más la inefable presencia del militar interpretado por Carlos Belloso que presiona a los padres del chico (Fabián Vena y Julieta Ortega), para que siga manteniendo correspondencia con un imaginario conscripto Sosa, para luego hacerse con las mismas; encuadran el episodio dentro del contexto mencionado. Acto seguido, se muestra aquel megaevento de Las 24 horas por Malvinas, donde la generosidad de la gente común se dio cita para apoyar a los combatientes en las islas, donando lo que podía.
Todo esto jalonado por música rock nacional, remedando aquella prohibición de no emitir ningún tema en inglés, como bien lo manifiesta el personaje de Fabián Vena, que es manager.
Lo de siempre
Aunque al principio del programa se advierte de que se trata de una ficcionalización de sucesos históricos, llama la atención algunos errores que no pueden pasar inadvertidos. Por ejemplo, el Regimiento 25, al cual supuestamente pertenece Sosa, jamás estuvo asentado en Georgias sino en Darwin. Y el combate en dichas islas no fue el 24 de abril, sino un día después. En el mismo, los infantes de marina comandados por Alfredo Astiz se rinden luego de intercambiar escasos disparos contra la inmensa fuerza de tareas enemiga que se les vino encima.
Además, se alude a que el conscripto en cuestión pertenecía a la clase 64, cosa errónea puesto que las dos movilizadas durante el conflicto fueron la 62 y la 63. Y durante los días 27 al 30 de mayo de 1982, soportó heroicamente el ataque del Segundo Regimiento de Paracaidistas británico, mandado por el teniente coronel Herbert Jones. El RIMEC 25 estaba bajo la conducción del teniente coronel Italo Piaggi.
Durante esos interminables días, en medio de nubes de pólvora y el humo de incendios creados por el adversario para establecer mayor confusión, los efectivos argentinos frenaron el intento británico de tomar Goose Green, generándoles centenares de bajas. Entre ellas, el mismísimo Jones, quien resultó abatido por una MAG operada por los conscriptos Oscar Ledesma y Guillermo Huircapán. Esto se encuentra profusamente ilustrado en este artículo de Tribuna de Periodistas.
En otra secuencia, se ve un pozo de zorro ocupado por un soldado misionero del BIM 5, aquellos bravos que defendieron Tumbledown de la ofensiva perpetrada por las Guardias Reales Galesa y Escocesa, los ghurkas y los Royal Marines: ‘’El último combate fue el 14 de junio entre las 13.30 y las 14.30. Fueron 14 hombres del BIM 5 contra 8 helicópteros ingleses y 120 hombres. Tuvieron tres muertos y un herido. Los ingleses, 84 bajas’’ según la edición especial de la revista Noticias de abril de 1992.
Si, de acuerdo a esto, se tiene material de sobra para conformar algo más realista que el mencionado ciclo, ¿por qué no se hace algo así? ¿Es que desmalvinizar hace bien?
¿O habrá que esperar, en el peor de los casos, a que el Foreign Office abra sus archivos el 14 de junio de 2082, cuando estemos muertos, para que esto sea realidad?