"En la noche del 11 de junio de 1982 (viernes) aproximadamente las 21 horas, me encontraba en mi refugio, una posición hecha entre unas rocas para guarecerme del húmedo y frio piso Malvinense, se encontraba a mi lado, como en toda la guerra, mi compañero de posición el soldado Omar Melo que ya se encontraba dormido. Yo aun no había conciliado el sueño, en un momento determinado escucho voces extrañas y algún disparo aislado y despierto al soldado Melo:
-Melo despertate nos están atacando, se escuchan disparos y voces que no son de soldados argentinos
-No, mi cabo. Le debe parecer
-No ponete los borceguíes y abrigate. Agarrá el FAL y salgamos de la posición!
Al salir encontramos al soldado Cañeque , Rozas , al sargento 1ro Spizuocco y mayor Carrizo Salvadores. El mayor me dice por radio que nos atacan y pide refuerzos, el combate comienza a ser más cercano y el sargento 1ro Spizuocco comienza a adelantarse hacia las otras secciones ya tomadas, y en medio de la balacera infernal, recata heridos poniendo en riesgo varias veces su propia vida.
Una MAG hostigaba nuestras posiciones desde una alta posición rocosa. El mayor Carrizo Salvadores pide dos voluntarios para trepar el pico rocoso y repelar el ataque. Me presento como voluntario:
-Yo voy mi mayor
-Muy bien cabo, necesito otro voluntario más para acompañar el cabo Mussi
Responde el soldado Rozas:
-Yo voy con usted, mi cabo.
Al trepar el pico comenzamos a disparar hacia la mag por algo más de 30 minutos. el lugar se convierte en un verdadero infierno al no poder mantener la posicion y casi sin proyectiles, por suerte logramos replegarnos a tiempo’’.
Un combate desesperado
Quien relata esto tenía 18 años aquella noche infernal del viernes 11 de junio de 1982, hace casi 28 años. Oscar Mussi era cabo y revistaba en la Primera Sección de la Compañía B del Regimiento de Infantería Mecanizada N°7 Coronel Conde. Esta, luego de la obturación del ataque sorpresivo británico a causa de la detonación de una mina antipersonal por parte del cabo Brian Milne, recibe de lleno la embestida. Son un poco más de doscientos argentinos aguantando la oleada de 400 paracaidistas del Tercer Regimiento, que con la bayoneta calada intentan hacerse con la cumbre del monte Longdon.
El jefe de la misma, el subteniente Juan Domingo Baldini, se da cuenta de lo que ocurre y al ver a su asistente Flores caer herido, toma el mando de su ametralladora MAG y comienza a hacer fuego sobre los atacantes. Estos están a solo siete metros, disparando y gritando con toda la fuerza de sus pulmones. Recibe la ayuda del cabo Ríos, pero la diosa Fortuna los abandona, al encasquillarse un cartucho de munición de 7,62 mm haciendo trabar el mecanismo. Desesperados, intentan destrabarla con una bayoneta de FAL, y al no conseguirlo, prosiguen el combate tratando de desalojar a los británicos que ya estaban por todos lados. Pero ambos son acribillados a balazos por los integrantes del pelotón 5, a las órdenes del cabo escocés Stewart MacLaughlin. Este se haría tristemente célebre al comprobarse que, luego de ser literalmente decapitado por un morterazo, tenía en su mochila una ristra de orejas cortadas de efectivos argentinos muertos o moribundos.
En la feroz lucha por la posesión de la cima, cae también el cabo Pedro Orozco, quien es llevado por delante con una bayoneta por un integrante del pelotón 6 al mando del cabo Heaton.
Pero este fue sólo el inicio de una lucha encarnizada que se prolongaría durante casi 11 horas pavorosas, en las cuales los paracaidistas enemigos pagaban muy caro cada terreno ganado a los enardecidos y valerosos soldados argentinos. Tanto fue su bravura, que el propio brigadier Julian Thompson llegó a pensar cesar el ataque, dado que no podía creer que ‘’esos adolescentes disfrazados de soldados podían causarnos tantas bajas’’.
El pedido desesperado de refuerzos por parte del segundo jefe del Regimiento, mayor Carrizo Salvadores, fue desestimado por el gobernador, general Mario Benjamín Menéndez, que ya estaba pensando en la rendición incondicional.
Absolutamente solos, los integrantes del 7° prosiguieron la desesperada resistencia, como se vio en un análisis del año pasado, disputando a los británicos cada palmo del escarpado suelo hasta que escasos de municiones, algunos pudieron replegarse luego de intentar un casi exitoso contraataque.
Quien escribe estas líneas, tiene escrito un proyecto de guión cinematográfico al respecto, pero desgraciadamente por motivos obvios a nadie parece interesarle plasmarlo en celuloide.
Honor a esos hombres, por siempre.