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Moyano, Scioli y los mensajes cruzados con el kirchnerismo

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PANORAMA BONAERENSE
PANORAMA BONAERENSE

Una avalancha de "mensajes" cruzados de alta densidad entre importantes actores institucionales y políticos volvió a registrarse en los últimos días, con la Provincia —otra vez— como territorio de emisores y receptores.

 

Y en el medio, nuevamente una muerte inconcebible, un crimen de la violencia sindical. Un panorama de dolor y duelo, avanzadas y contraataques en el que, de una forma u otra, apareció recurrentemente el nombre de Hugo Moyano.

Fue la semana, por caso, en que Néstor Kirchner mandó a cinco gobernadores y otros tantos intendentes a desinflar una posible candidatura presidencial de Daniel Scioli para levantar la suya propia o la de su esposa.

Pero fue Hugo Moyano, un día antes de esa avalancha, quien hizo punta en esa contraofensiva frente a lo que aparece como un movimiento de una parte del peronismo para posicionar al gobernador para esa postulación.

La movida se completó con el lanzamiento de Martín Sabbatella —posible titular de una "colectora" de Kirchner— como candidato a gobernador disparando misiles contra Scioli.

Pero la semana había arrancado antes, con el gremio del personal de los rellenos de la Ceamse bloqueando el ingreso de los camiones que van hasta esos predios a volcar la basura de la Capital Federal, el Conurbano y nuestra región.

El titular del gremio no se anduvo con vueltas para explicar la razón de la medida: fue una "advertencia" de que el sindicato no permitirá una pérdida de poder como la que le provocaría la sustitución de la Ceamse —un ente estatal que utiliza el sistema de enterramiento de la basura— por plantas menos contaminantes y más saludables pero que estarían gestionadas por el sector privado.

Pareció una señal de defensa de un interés corporativo —una medida de presión, en rigor— extemporánea y desmesurada. Sólo para nuestra región —donde se producen apenas 700 de las 15 mil toneladas de basura diarias que genera el área de la Ceamse— se ha puesto en marcha la instalación de una planta de alta tecnología de tratamiento de residuos que implicará la salida del actual sistema.

Para el resto no hay —lamentablemente para la gente— el menor indicio de que se vayan a adoptar soluciones de ese tipo.

El conflicto provocó tensión en los gobiernos provincial, porteño y de las comunas involucradas. El sólo hecho de que se cubran de basura las calles del área donde viven 15 millones de personas alcanzaría para explicar el nerviosismo. Pero la crisis tuvo además un condimento político que desveló a esos gobiernos.

El titular del gremio que llevó adelante el bloqueo es Jorge Mancini, el diputado que representa a la CGT —y más exactamente a Moyano— en la Legislatura bonaerense.

Ese gesto de presión sobre Scioli, Macri y más de una treintena de intendentes (el 99 por ciento de ellos peronistas) en nombre de una improbable medida que menguaría el poder de un sindicato, se convirtió así, en la primera gran demostración de fuerza (mucho más efectiva, por cierto, que haber llenado de militantes la cancha de River) de Moyano desde que asumió la presidencia del PJ bonaerense.

Y quizá no resulte anecdótico que haya desarrollado esta movida en uno de los mejores momentos de su relación con la Presidenta y Néstor Kirchner.

"Moyano mostró los fierros", decía un funcionario bonaerense cuando el bloqueo ya había sido levantado merced a compromisos de solución —en la línea que reclama el gremio— asumidos por el gobernador. Se refería al poder práctico y concreto de las estructuras que responden al líder de la CGT.

Decía también el hombre que, con todo, Moyano tiene un contrapeso de esa fuerza que se agiganta cada vez que desata conflictos como éste: su 80 por ciento de imagen negativa. De cualquier modo, Moyano parece haber conseguido su objetivo. Por ahora, el conflicto se superó pero el mensaje de "lo que puede y es capaz" permanece.

 

Sindicalismo y crimen

 

Con todo, horas horas después de esa movida, el crimen de un militante de izquierda a manos de activistas sindicales vendría a poner a Moyano en una situación complicada.

El grupo desde el que partió el disparo que mató a Mariano Ferreyra pertenece a la Unión Ferroviaria y el conductor de ese gremio, "el gordo" José Pedraza, no será un amigo del alma del camionero pero integra el secretariado de la CGT.

Esa situación, sumada a la histórica opción del sindicalismo cegetista en general por las patotas y la violencia, puso a Moyano, en su condición de jefe de la CGT, en la obligación, ante la opinión pública, de dar explicaciones.

Fue así como un Moyano visiblemente nervioso apareció por TV la noche del crimen echándole "la culpa" a Eduardo Duhalde, cuando esa maniobra, originada en el corazón del kirchnerismo, ya había sido descartada, por burda, por el propio Gobierno.

El militante del Partido Obrero, por lo demás, fue baleado en Barracas, donde la Policía Federal habría "facilitado" la emboscada y agresión que terminó en muerte según investiga la Justicia.

Pero el choque había comenzado en Avellaneda, territorio bonaerense.

Así, el crimen de Ferreyra, que provocó una de las más reiteradas y deleznables prácticas frente a hechos de este tipo —tratar de "tirarle el muerto a otro" para evadir eventuales responsabilidades políticas—, generó un pico de tensión tan reservado como agudo entre la Casa Rosada y la Gobernación durante las largas horas en las que desde el gobierno nacional se buscó afanosamente un elemento que vinculara a la Policía bonaerense con el crimen (y zafara a la Federal).

 

Marisa Álvarez
NA

 

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