Creo, sin temor a equivocarme, que nadie había divido tanto a la sociedad argentina como el Gral. Juan D. Perón. A partir de la irrupción de Perón en la vida política de nuestra Nación los argentinos nos dividimos entre peronistas y anti peronistas, como si lo único que existiese fuera el peronismo y lo demás.
También creo que después de Perón, Néstor Kirchner fue el más peronista de los que gobernaron en nombre del Justicialismo, o peronismo, si usted prefiere. Por supuesto, debemos salvar las distancias, ya que Néstor Kirchner dista mucho, muchísimo, de ser Perón, pero de lo que tampoco cabe dudas es de que fue Kirchner, también, quien logró dividir a la sociedad en dos.
Si bien hoy no se habla de peronistas y anti peronistas, desde 2003 el espectro político se dividió entre oficialismo y oposición.
Algunos datos curiosos: dentro de oficialismo podemos encontrar a ortodoxos, ex menemistas, ex duhaldistas, radicales K, socialistas, progresistas e, incluso, partidarios de izquierda. En tanto que la oposición está formada por peronistas “federales”, radicales, ex radicales y, curiosamente, también progresistas, socialistas y miembros de izquierda.
Lo cierto es que Kirchner despertó, no solo en sus adversarios políticos y/o partidarios, sino también en la población, una división tajante. A Kirchner se lo odia o se lo ama, y esto muy difícilmente acepte grises.
Sin embargo, parecería que desde el mismo momento en que se conoció la noticia del deceso del ex presidente, la inmensa mayoría se volvió kirchnerista, como si la muerte lo hubiese santificado.
¿Qué es lo que hace que la muerte haga ver como mejor persona a quien acaba de morir?
Por supuesto, la muerte conmueve; hasta la del enemigo. Las personas de bien cubren con un tapiz de piedad los costados oscuros de los que mueren y generalmente callan sus opiniones si estas no favorecen al muerto.
Pero es llamativo escuchar, salvo honrosas excepciones, a quienes hasta el día anterior lo demonizaban, cambiar redondamente el discurso diciendo con todas las letras, conceptos tales como “un apasionado luchador”, “un político de raza”, “un defensor vehemente de sus ideas” y varias otras calificaciones de tinte épico.
Sería lógico y normal escuchar estas calificaciones de sus partidarios (que por otra parte se turnan para llorar en la radio) pero es muy llamativo y lastimoso oírlo de gente que hasta ayer luchaba para no ser destruida por las perversas andanadas del furor exterminador de Néstor Kirchner.
Escuchar a personajes como Daniel Scioli o Alberto Fernández (que han sido ninguneados, maltratados, desautorizados, erosionados, boicoteados, extorsionados y manipulados por el “apasionado luchador”), hacer pucheritos en la radio hablando del amigo que se les fue, me remite al trágico síndrome de la mujer golpeada. A ellos trato de comprenderlos desde la patológica necesidad que tienen los políticos, en especial los peronistas, de subirse al tren que más les convenga.
Pero lo más llamativo es escuchar a opositores vociferando, a diestra y siniestra, loas al “líder que ya no está”.
Repito, salvo algunas honrosas excepciones, como la de Raúl Castells, que a diferencia de la mayoría no ocultó, ni aún en la muerte, su rechazo a la figura del ex mandatario, al afirmar que "hoy es el día de la hipocresía nacional", "Respetamos el dolor de sus familiares, de su gente, pero nosotros no lloramos a Néstor Kirchner. No nos parece que sea ni un mártir, ni un héroe, ni un patriota, ni un demócrata". Incluso se refirió al vicepresidente Julio Cobos, diciendo que le pareció "espantosamente hipócrita" su actitud.
Un párrafo aparte merecen lo medios y sus coberturas, especialmente los “enemigos” del kirchnerismo.
Todos, absolutamente todos, los televisivos, gráficos, radiales e incluso los digitales, trataron la cobertura de lo acontecido con absoluto respeto.
Lo cierto es que casi nadie se animó a decir lo que realmente piensa de Néstor Kirchner, pero en cambio, sus partidarios, una inmensa minoría, sí se despacharon a gusto y se encargaron de santificarlo e insultar a quien no es kirchnerista.
Mientras tanto, piden respeto, se quejan del odio que muestran los no kirchneristas, cuando en realidad, deberían preguntarse quién generó ese odio, quién fue el labrador de la tierra para sembrar la semilla de ese odio que hoy tanto ha proliferado en la Argentina.
Pablo Dócimo