Tal vez muchos de nosotros hayamos tenido la posibilidad de ver la muy buena película estadounidense protagonizada nada menos que por Dustin Hoffman y Robert De Niro, La cortina de humo, como se la tituló en España o Mentiras que matan en Latinoamérica.
Esta película trata de la utilización de los medios de comunicación como recursos políticos para influir en la decisión del electorado y así poder ganar unas elecciones.
La estrategia fue inventarse una guerra con un país prácticamente desconocido —y no muy importante para la mayoría del pueblo estadounidense—: Albania, debido a que los oponentes soltaron la noticia de unos abusos sexuales del Presidente a una menor que visitaba
Un asesor del presidente (Conrad Brean) decidió hacer algo para contraponer el boom que supuso la noticia. Su idea fue contratar a Stanley Motss, un afamado productor de cine. Motss estaba convencido de que ninguna estrategia de medios de comunicación sería tan impactante como para desviar la atención de los votantes estadounidenses respecto al abuso sexual. Motss se dio cuenta de que solamente una guerra tendría tanto impacto como para salvar la candidatura del presidente a 11 días de las elecciones. Así pues Brean y Motss decidieron crear una guerra ficticia, produjeron un corto que tratara de una guerra en Albania. El corto era una chica corriendo con un gato en las manos y con ruidos de disparos de fondo.
Posteriormente, fueron creando más cortos diciendo quién era la chica y su vida…
Algunas de las últimas operaciones berretas del kirchnerismo me hacen recordar a esta película.
Lógicamente, debemos salvar las distancias en algunos aspectos entre el largometraje yanki y la versión autóctona, como por ejemplo la dirección, los argumentos, y especialmente los actores protagónicos, ya que tanto Dustin Hoffman como Robert De Niro son de lo máximo en lo suyo, y muy por el contrario, Aníbal Fernández, Florencio Randazzo y Héctor Timerman son tres ministros patéticos y genuflexos que están más para protagonizar una de los tres chiflados que para otra cosa.
Pero volviendo a la realidad de esta seguidilla de operaciones berretas perpetradas por el kirchnerismo —que vuelve a su esencia—, me pregunto: ¿hasta dónde son capaces de llegar con tanta imbecilidad?
Primero apareció un supuesto testigo que decía saber dónde está enterrado Julio López. Una berretada total, que todos sabíamos que era para distraer la atención pública.
Lo segundo fue la detención del sindicalista Gerónimo “Momo” Venegas. Un verdadero mamarracho llevado a cabo por Norberto Oyarbide, otro juez sospechado de ser un partícipe necesario de las tropelías del kirchnerismo. Nadie tardaría mucho tiempo en darse cuenta de que ese procedimiento no iba por los cauces que debería ir una investigación medianamente seria.
No obstante —y fiel al estilo K— muy lejos de amedrentarse por los papelones, subieron la apuesta, entonces, vaya uno a saber a qué luminaria del kirchnerismo se le ocurrió “hacerse el guapo” con alguien a quien la inmensa mayoría de los argentinos desprecia: el gobierno de los Estados Unidos. Y allá fueron a requisar un avión del ejército norteamericano en el que según la propia Aduana argentina, no hubo delito y que el mismo organismo se encargó de difundir que podría tratarse de un caso de “infracción aduanera”, y que el juez de la causa había dicho antes que se trataba “de una cuestión diplomática más que judicial”.
Mal, muy mal señores, pero no porque sea precisamente el gobierno de USA con quien se intenta demostrar que somos un país “soberano e independiente”, sino porque le seguimos dando al mundo la peor de las imágenes. Estamos cada vez más cerca de la caricaturesca manera de gobernar de Hugo Chávez y de los peores gobiernos populistas cuya única obsesión es difundir propaganda política a cualquier precio y costo.
Lo peor de todo es que las operaciones berretas del kirchnerismo recién comenzaron. Este es un año electoral, y los kirchneristas con Cristina o sin Cristina como candidata, saben que se están jugando mucho en las próximas elecciones, y no solo poder y dinero. Muchos de ellos, la mayoría, se está jugando nada más y nada menos que la libertad.
Por eso, mi amigo lector, prepárese para ver la campaña política más “emocionante” de los últimos doscientos años, y si en algún momento ve por los noticieros la versión argentina de la película Mentiras que matan, no se asombre, el kirchnerismo también subsidia la ficción.
Pablo Dócimo