La línea Horacio Verbitksy – Nilda Garré – Héctor Timerman, ha tomado la iniciativa del operativo de repudio a la "no-visita" de Obama. Apenas conocido, a fines de enero, que el presidente norteamericano Barack Obama se saltaría olímpicamente a la Argentina K, el indescriptible canciller argentino lanzó en Twitter aquello de los policías porteños entrenados en una "escuela de torturas" de los Estados Unidos.
El asunto era "pegarle" a Estados Unidos con lo que hubiera a mano, y si de paso se le "pegaba" a Mauricio Macri, mucho mejor. Es evidente que el jueves 10 de febrero estaban esperando en el aeropuerto de Ezeiza al C-17 yanki. De nuevo, el grotesco Timerman no tuvo miedo al ridículo, y dio la imagen de un canciller de la República supervisando en persona una requisa durante horas en la aduana del aeropuerto. ¿Alguien se imagina al canciller de Brasil haciendo lo mismo, ordenando "rompan ese candado", metido entre policías aeroportuarios y funcionarios de aduana, revisando materiales y planillas? Otra loca y grosera sobreactuación de Timerman, que ha hecho de este gesto su marca de identidad, aunque sea el hazmerreír de todos los profesionales de la diplomacia. El estupor que trasuntan los comentarios de Arturo Valenzuela es apenas un ejemplo del que debe ser comentario generalizado en los círculos diplomáticos.
Es evidente que todo este show tuvo el OK de la presidenta y que ella lo ordenó. Pero el trío arriba citado -Timerman, Vervitksy y Garré- fue el que le presentó el plan. El columnista de Página 12 tuvo la "exclusiva" en su columna del domingo, como corresponde. Un dato que evidencia que el gobierno no pensaba "tapar" nada de esto, como se dijo al inicio. Al contrario, al gobierno esto le sirve como una segunda cumbre de Mar del Plata para embanderarse en su furioso discurso antiyanki de barricada. La "militancia", el aparato propagandístico-informativo, encantados, pues tienen otra "bandera".
Es la fórmula del finado Néstor: mucha conflictividad, poca radicalización de verdad; mucha litigiosidad y retórica, ninguna política seriamente de izquierda. El episodio del avión "con drogas" y "equipos de espionaje" no declarados es la ratificación de este estilo K, el de la guerrilla y la hostilidad no declarada, y tiene el sello del kirchnerismo: es reactivo y superficial, en modo alguno parte de una política exterior pensada y seria.
"¿Así que Obama no viene, y con lo bien que me porté frenando a Evo? Ahora va a ver. Timerman, Nilda, armen algo rápido contra los yankis". Parece increíble, pero todos los indicios apuntan a esta conducta de la Presidenta y de su gobierno. El modo en que Timerman cargó las tintas, el lenguaje utilizado para describir la carga presuntamente ilegal, apuntala esta hipótesis. Había, dijo "desde armas hasta drogas, incluso morfina". Y su descripción del equipo de "espionaje" es imperdible: "material para interceptar comunicaciones, varios GPS de una sofisticación reveladora de su potencia (?), elementos tecnológicos que contienen códigos caratulados como secretos y un baúl completo con drogas medicinales vencidas".
Habrá que pensar que los gringos querían inocular a los nativos con estas drogas vencidas, mientras ellos se drogaban con la buena, con la morfina: ¡es que son tan perversos estos imperialistas! Incluso es revelador del operativo político el antecedente citado por el mismo Timerman del avión de Estados Unidos que en agosto pasado se hizo volver por idéntico problema. El contraste entre ese vuelo y este es enorme: a aquel se lo hizo partir de regreso muy discretamente, luego de una comunicación de Aníbal Fernández y del ministro Julio Alak con la embajadora Martínez. Todo fue tan discreto que nadie se enteró. Ahora, es evidente, los estaban esperando a los gringos del C-17, con todo el show montado.
Y es un hecho que este tipo de cursos ya no se harán con el "imperio", se darán de baja los acuerdos y se suplantarán con los de otros de países, como Brasil o México. Chávez y Evo deben estar regocijándose.
El episodio es otra demostración de que la política exterior argentina está a la deriva, sujeta a los arranques de malhumor de la presidenta, de su ideologismo estudiantil y de las lucubraciones de su entorno de jacobinos de salón.
Pablo Díaz de Brito
CADAL