El dato no es nuevo pero ha cobrado especial dimensión desde que se promulgó, el viernes último, la ley que fijó las internas obligatorias y las llamadas listas de adhesión en la Provincia: existe cierta sensación de orfandad política entre el lote de intendentes bonaerenses que conforman el núcleo electoral más duro del peronismo en el conurbano.

 La queja que suelen hacer en privado esos experimentados caciques del PJ no se ha convertido en diáspora por el simple hecho de que la Presidenta registra altos niveles de adhesión popular en las encuestas y porque la oposición —llámese Peronismo Federal, radicalismo o macrismo— sólo entrega episodios caricaturescos.

 El reciente y frustrado proceso interno entre Eduardo Duhalde y Alberto Rodríguez Saá es un ejemplo de ello.

 Es notable cómo en el peronismo tradicional del conurbano se siente la falta de Néstor Kirchner. Más allá de que, si hubiera estado vivo, probablemente él hubiera hecho lo mismo que hizo su esposa: colectoras o, como ha quedado establecido, listas de adhesión; alianzas con sectores que desprecian al justicialismo y demás movidas electorales que buscan sumar votos para el proyecto presidencial aún en desmedro de las realidades locales.

 La queja recurrente en ámbitos del conurbano es, puntualmente, cierta ausencia de interlocución política en la Casa Rosada.

 Es que Cristina Fernández está lejos de tener esa vocación rosquera que sí tenía su marido, capaz de llamar a varios jefes comunales en un mismo día para cerrar obras públicas y beneficios institucionales. O de pergeñar pequeñas maldades para castigar a algún intendente que amagaba con señales de autonomía.

Sin interlocutor

 La Presidenta no es afecta a las reuniones políticas y para muchos intendentes no queda claro con quién hay que hablar. El ministro Julio de Vido, que en tiempos de Kirchner tenía la chapa de hombre fuerte del Gobierno, aparece ahora más desdibujado, acaso cumpliendo funciones de receptor de quejas pero con menos poder para garantizar soluciones.

 Fuentes bien informadas cuentan que, para colmo, su segundo en esa cartera, José López, en los hechos el hombre con el que se cerraban los detalles de las obras públicas, habría tenido una suerte de crisis personal y una pelea interna con sectores cristinistas que lo alejaron del cargo durante largo tiempo, aún cuando no haya renunciado formalmente.

 Algunos voceros cuentan que hace rato no se lo ve por su despacho del ministerio de Infraestructura.

 Es verdad que el ministro Florencio Randazzo o el operador Juan Carlos Mazzón o el ahora devaluado Aníbal Fernández atienden en sus despachos a los intendentes que peregrinan por allí.

 Pero también es cierto, y esto queda claro en las charlas informales posteriores a esos encuentros, que los jefes comunales salen de esas reuniones con la sensación de que ninguno de los antes mencionados ha sido bendecido por Cristina con las jinetas necesarias como para transmitir una sensación plena de autoridad.

 A varios intendentes, que suelen reunirse a comer asados para hacer catarsis, les molestó el hecho de que la Casa Rosada jamás les blanqueó con todas las letras que a nivel provincial, efectivamente, estaría la lista colectora de Martín Sabbatella en octubre y que a nivel local habría un festival de "listas de adhesión".

 A ellos el mensaje les llegó por otras vías, a veces oficiosas y en muchos casos a través de interlocutores por los que sienten rechazo. O directamente se encontraron con la imposición lisa y llana.

 Aunque según la reglamentación de la ley electoral, esa alternativa es autorizada sólo para partidos que no integren la alianza electoral que armará el oficialismo (el Frente para la Victoria), los jefes comunales que irán por la reelección se ven venir una andanada de sectores ultra kirchneristas/cristinistas que no integran orgánicamente el justicialismo bonaerense pero que intentarán colgarse de las boletas del oficialismo para competir contra ellos en los distritos.

 Estos sectores, en su gran mayoría, aparecen con pocas chances de triunfo pero podrían llegar a mechar concejales en los deliberativos locales a partir de diciembre. Y los intendentes saben que no serán, precisamente, aliados de fierro de ellos.

Otros ruidos

 La tendencia de la Rosada a abrir lugares de poder a los sectores juveniles de La Cámpora también les hace ruido a los intendentes.

 Sobre todo porque ese lote de jóvenes dirigentes apadrinado por Máximo Kirchner ha crecido con un discurso que reivindica lo nuevo por sobre lo viejo. Y lo vetusto, para ellos, vendría a ser justamente la camada de intendentes que gobiernan hace tiempo.

 Conservan los jefes comunales cierta esperanza de poder negociar la incorporación de uno de sus pares al binomio que integrará Daniel Scioli para buscar la reelección. Hablamos de la vicegobernación, para la que se han anotado varios dirigentes que integran la mesa de jefes comunales de la Primera y Tercera Secciones Electorales de la Provincia.

 Por citar algunos: Julio Pereyra (Varela), Baldomero Álvarez (no es intendente pero representa a Avellaneda), Darío Giustozzi (Almirante Brown).

 En verdad, Scioli pondrá su vice en el marco de una negociación con la Presidenta que, además, incluirá otros ítems.

Mariano Pérez de Eulate
NA