Son tiempos de definiciones fuertes para Ricardo Alfonsín, el candidato presidencial de la oposición mejor instalado. Y no son decisiones fáciles porque llevan implícita, inevitablemente, la redefinición de su perfil público.
El radical se enfrenta a un desafío que le demanda una extrema dosis de pragmatismo, un ítem en el que los peronistas suelen dar cátedra: ¿Se asocia electoralmente con el empresario Francisco De Narváez, exponente de una centroderecha con simpatías justicialistas, que aparece como la contracara del oficialismo provincial, o privilegia sus aliados naturales, volcados a la centroizquierda pero, en apariencia, con menos poder de daño al esquema de poder kirchnerista?
Por estas horas, Alfonsín es el centro de fuertes presiones políticas. De sus correligionarios, del socialismo, de Margarita Stolbizer, del propio De Narváez. Este último, sin embargo, parece haber tomado la decisión de no presionarlo a través de los medios.
No habla del eventual acuerdo entre ellos, aún a costo de poner muy pero muy nerviosa a su tropa bonaerense que, en rigor, todavía no tiene la certeza de si el espacio de El Colorado llevará a un candidato radical de presidente, si competirá con una boleta corta que sólo presente postulantes de la gobernación para abajo o si, en un escenario de naufragio total del acuerdo con Alfonsín, terminará teniendo a un macrista como oferta nacional.
Sobre este último punto, versiones de las últimas horas hablan de que Mauricio Macri, obligado a pensar quién será el candidato nacional del PRO en octubre, está evaluando postular a su primo Jorge —actual diputado provincial— a la Presidencia.
"Si yo no puedo estar, que vaya otro Macri", parece haber elucubrado el alcalde porteño, quien finalmente buscará su reelección en julio próximo. Es notable la volatilidad de la política. Porque hasta ayer, Jorge Macri parecía tener la módica aspiración de pelear la intendencia de Vicente López.
Suena cruel pero alguien debería decirle al macrismo que no habrá ningún octubre si antes no logran asegurarse el triunfo en la Capital Federal contra ese esquema progresista bifronte que está llamado a unirse en un eventual ballotage: el kirchnerismo cristinista y Pino Solanas.
Cálculos y planes
Volvamos a Alfonsín, a quien hay que reconocerle la habilidad de lograr sacarse de encima el mote de "Ricardito", diminutivo familiar que lo empequeñecía políticamente. El de Chascomús parece querer adoptar la misma laxitud que ha demostrado tener el kirchnerismo a la hora de las alianzas políticas.
Ricardo cree que él bien podría nuclear a De Narváez en Buenos Aires, al socialismo en Santa Fe y acaso al macrismo en la Capital Federal.
¿Cómo? Limitando estos acuerdos a necesidades distritales que según esa lógica no harían mella en el paraguas superestructural de su esquema ideológico, volcado más bien al centroizquierda.
Sus aliados de este último sector, como el gobernador Hermes Binner o la diputada Margarita Stolbizer, le dicen que justamente eso no se puede hacer, que debe primar cierta coherencia integral.
Pero Alfonsín intuye que la dispersión opositora es absolutamente funcional a Cristina Fernández, puntera en las encuestas.
Dicen que este fue el verdadero tema sobre el que giraron las reflexiones del radical durante su reciente retiro terapéutico para dejar de fumar. Curioso: su padre, antes del inicio de la campaña del 83, también se ocupó de pedir ayuda para dejar el cigarrillo, un vicio que incidía negativamente sobre su célebre voz de experto orador.
Stolbizer y Binner habrían sido muy claros: si Alfonsín cierra con De Narvaéz, ellos dejan el espacio. El Colorado, por otra parte, tiene para ofrecerle a Ricardo un nada desdeñable dato objetivo: es el opositor mejor instalado para enfrentar al gobernador Daniel Scioli y, encima, aún no tiene compromisos nacionales cerrados.
Hasta la UCR porteña, comandada por Carlos Más Vélez, se pronunció en contra de un acuerdo con Macri, a quien definió como "un verdadero fiasco".
Más allá del comportamiento esquizofrénico del partido a nivel local (los representantes del radicalismo porteño en la Legislatura de la Ciudad suelen ser funcionales al macrismo), el pronunciamiento supone un límite partidario para Alfonsín en ese distrito tan importante.
Lo dicho: se vienen días de definiciones. Porque, en verdad, todavía no hay nada cerrado con firmeza entre Alfonsín y De Narváez. Sí hubo reuniones de sus operadores y también existieron charlas informales entre ellos, que han cultivado una relación más que civilizada como compañeros de trabajo en la Cámara de Diputados de la Nación.
La historia se terminará de definir con la elección interna del socialismo santafesino, el próximo 22 de mayo. Porque si Binner triunfa allí y logra imponer al postulante que peleará por su sucesión, saldrá fortalecido como líder político del interior.
No son pocos los que creen que ese escenario podría terminar moldeando la figura de un nuevo rival del hijo del ex presidente radical.
Mariano Pérez de Eulate
NA