Dominique Strauss-Kahn, máxima autoridad del Fondo Monetario Internacional, quedó detenido el pasado sábado acusado de violar a una camarera en un hotel de Manhattan.
Hace pocas horas, una periodista francesa lo acusó de intento de abuso sexual durante una entrevista.
En 2008, reconoció públicamente un “error de juicio” por tener una relación amorosa con una subordinada del FMI. En aquella ocasión, pidió perdón a los empleados del FMI y el consejo ejecutivo lo eximió de los cargos.
En rigor de verdad, lo relevante no es ni su conducta privada ni su particular situación penal, sino la incidencia del hecho en tan crítico escenario actual de la economía global.
Lo concreto, es que el incidente podría desencadenar una inédita reestructuración del mencionado organismo, una cuestión pendiente de vieja data en la institución multilateral.
El caso significa un duro golpe para el FMI, precisamente cuando atraviesa por un difícil trance por diversas razones.
Las primeras reacciones plasmadas en comentarios en off que deslizaron algunos representantes de países emergentes, fueron el reflote de cuestionamientos acerca de por qué el FMI es siempre manejado por europeos.
La reflexión es correcta, porque ¿qué nivel de relevancia tiene para la India o para Brasil o Singapur, por ejemplo, una Grecia díscola, que no hace sus deberes?
Existe un pacto entre los EE. UU. y la Comunidad Europea que establece que el cargo de Presidente del Banco Mundial recaiga sobre un estadounidense, mientras que el de Director General del FMI, sea para un europeo.
Hace varios años que los países emergentes vienen reclamando el reparto de cuotas de facultades dentro del Consejo, que deje en menor desventaja a las economías emergentes. Esto implicaría una profunda reestructuración política en ambas instituciones.
Los países en desarrollo, vieron injusta la directa participación del FMI en el rescate a Grecia y otros países europeos para sacarlos de la crisis, mientras que la exigencia de ese organismo a los países pobres con relación a sus deudas resultan implacables.
Inmediatamente conocida la detención de Strauss-Kahn, se llamó a una reunión urgente para analizar cómo se seguía con cuestiones tan sensibles como los rescates a Irlanda, Portugal y Grecia. Crisis que ni más ni menos están poniendo en serio riesgo al euro.
La primera medida que se tomó fue la cancelación de la reunión con la canciller Angela Merkel en Berlín para tratar la ayuda a Grecia.
La segunda, consistió en reemplazar provisoriamente a Strauss-Kahn por el número tres del organismo, Netmat Shafik para algunas funciones y por el número dos, John Lispky, para la mayor parte de las mismas.
Sin embargo, más allá de las especiales circunstancias que lo alejan antes de lo previsto de la Presidencia del Fondo, Strauss-Kahn habría tenido previsto renunciar dentro de pocos meses con la idea de participar como candidato en las elecciones presidenciales de su país, Francia, el próximo año.
A priori, todo haría prever que en un sistema tan presidencialista como el del Fondo, la ausencia de su director general, puede retrasar todos los procesos urgentes. Aunque el FMI asegura que la institución sigue “completamente operativa y a pleno rendimiento”.
Cabe recordar asimismo, que la reputación del FMI venía siendo bastante cuestionada luego de que la propia auditoría del organismo emitiera un duro informe en detrimento de la gestión anterior, la de Rodrigo Rato.
En dicho dictamen, se lo acusa de ocultar los problemas económicos reales de los países de la Comunidad Europea al solo efecto de dar confianza a los mercados. Asimismo, se le reprocha la incapacidad para presagiar la peor recesión de la economía de los últimos ochenta años.
Ahora se suma este nuevo escándalo que para algunos analistas, resulta un escollo difícil de sortear con total éxito, y del que necesariamente deben esperarse ciertas transformaciones.
No obstante, en las últimas horas, una maratón de reuniones ha logrado acuerdos importantes. Entre ellos se puede mencionar el consenso en aprobar cuanto antes un paquete de ayuda a Portugal por 78.000 millones de euros, y otro nuevo para Grecia, que ya ha recibido ayuda por 110.000 millones de euros.
Lo que sí resulta indudable, es que los verdaderos alcances de esta crisis generada esta vez, por el máximo responsable del FMI, nunca serán de público conocimiento, sino que en todo momento, la versión oficial, ocultará la mayor parte de su real dimensión. Y en caso de que la misma se vuelva incontrolable, no faltarán argumentos muy bien elaborados que lo justifiquen todo.
Pero claro, las decisiones posteriores, reflejadas en ajustes generadores de más opresión a los países emergentes carecerán por completo de contemplaciones, como siempre.
Nidia G. Osimani
Twitter: @nidiaosimani