En exactamente un mes los bonaerenses tenemos —la asistencia es obligatoria— que ir a votar en las elecciones internas en las que —dice la ley— podremos seleccionar, entre los prepostulantes que cada fuerza tenga para cada cargo, los "candidatos definitivos" que las fuerzas electorales ofrecerán en los comicios generales.
A medida que se acerca la fecha y se van conociendo detalles de la instrumentación de estas elecciones primarias y el menú de opciones que allí presentarán los partidos se impone una pregunta.
¿Para el votante, cuál será la diferencia entre estos comicios internos y los generales de octubre? Y la respuesta también se impone. Prácticamente ninguna. Habrá sopa ahora y sopa después. La conclusión, entonces, es obvia: masivamente, la gente votará lo mismo ahora que en octubre, porque no tiene —salvo excepciones— alternativas para "hacer" una elección diferente.
En buena medida, esto ocurre porque el sistema tiene una falla de nacimiento. ¿Por qué se obliga a toda la sociedad a votar en los dilemas internos de las fuerzas políticas sobre quién es su mejor candidato?
Está muy bien que los partidos diriman esas pujas con el voto y no con "el dedo", y es acertado que sean elecciones "abiertas" que pueda meterse en esas pulseadas cualquier ciudadano y no sólo los afiliados, sobre todo en un país que tiene los "aparatos" políticos que tiene y que es tan proclive a poner el Estado al servicio de esos aparatos.
Pero el sentido común dice que lo sano sería que participen de esas controversias los ciudadanos que se sientan interesados en ellas, y no que se obligue a todos a "estudiar" líneas y personajes de todos los partidos y tomar posición.
Claro que el ciudadano, si no tiene noción —ni ganas de tenerla— de los dilemas internos de los partidos, puede votar en blanco. Es más, ése debería ser el resultado más lógico, porque no es imaginable que la inmensa mayoría de los ciudadanos tiene idea ni está tentada de participar de las internas partidarias.
Pero entonces resultaría evidente que en el sistema hay "algo" que "no funciona".
Induciendo el voto
Pero el problema es más profundo. Todo el mecanismo está construido para inducir un voto que nada tiene que ver con lo que serían unos comicios destinados verdaderamente a que la ciudadanía seleccione, entre varios aspirantes de un mismo partido a un mismo cargo, el candidato.
Además de obligar a todos los ciudadanos a ir al cuarto oscuro, la participación es obligatoria para las fuerzas electorales, aún cuando tengan listas únicas, y —fundamentalmente—, el sistema prevé que cada lista debe llegar a un piso de votos para poder participar de las elecciones generales.
Por lo tanto, son las fuerzas las que necesitan que los ciudadanos voten ahora todas sus listas, tengan pujas internas o sean únicas, y saldrán a buscar esos sufragios.
La cereza del postre la aporta el hecho de que el votante no tiene que elegir en qué interna vota —sólo en la de un partido determinado—, sino que puede "armar" un sufragio igualito al de una elección general: puede votar el candidato a presidente de un partido, el postulante a gobernador de otro, el intendente de una tercera fuerza, los legisladores nacionales de un cuarto sector.
Consensos y dudas crueles
Completando esa inducción, los frentes electorales que participarán de este turno armaron sus esquemas casi sin pujas internas.
Para las primarias de agosto, todos los sectores llevan un solo candidato presidencial y listas únicas para el Congreso de la Nación.
En la categoría de gobernador, sólo hay dos aspirantes en el Frente para la Victoria. También todas las fuerzas presentan listas únicas en la categoría de legisladores bonaerenses en las ocho regiones electorales de la Provincia.
Sólo hay más de una nómina de aspirantes —es decir, hay internas— en algunas —no en todas— fuerzas en algunos —no en todos— los municipios.
¿Qué se supone, entonces, que votarán los ciudadanos, cuando entren al cuarto oscuro el 14 de agosto y encuentren, sobre una mesa inmensa, las mismas boletas de candidatos a presidente, legisladores nacionales, gobernador, y legisladores provinciales que van a encontrar el 23 de octubre, más allá de ayudar a dirimir la interna de un sector por la candidatura de intendente?
¿Tal vez voten ahora lo mismo que en octubre? Por lo pronto, les será difícil encontrar cuál sería la diferencia en las ofertas de una y otra instancia.
Está muy bien que los partidos y los frentes electorales construyan acuerdos internos y alcancen consensos para elaborar listas únicas (no que fuercen esa "unidad" a costa de no respetar la libertad de participación interna, como tampoco está bien que creen competencias artificiales entre sectores propios como hace el oficialismo con las listas colectoras en vez de propiciar que todos peleen en la interna. Pero eso es motivo de otro análisis).
Lo que no está bien es que llamen y obliguen a la gente a votar en lo que no existe: las internas partidarias.
Marisa Álvarez
NA