La cercanía de las primarias abiertas y obligatorias elevó el riesgo de que se salga de cauce el festival de subsidios de distinto tono y calibre, que superarán este año los 80.000 millones de pesos.
Los destinados a la energía y el transporte se multiplicaron por doce desde el 2005, de la mano del "ingreso dulce" de fondos como consecuencia de los precios estratosféricos de los commodities agrícolas.
Un análisis presupuestario desde el 2005 a la actualidad arroja que el total de subsidios para luz, gas y transportes representaba 6.000 millones de pesos en el 2005.
Si se proyectan los números para este 2011, que aún pueden crecer más si la campaña electoral así lo exige, los subsidios se elevarán por encima de los 80.000 millones de pesos.
Los que se destinan a la luz, el gas y el transporte aumentarán 1.200 por ciento en siete años, abriendo un interrogante sobre la racionalidad de este esquema, que podría ser modificado rápidamente después del 10 de diciembre, cuando asuma el nuevo presidente.
Así, uno de los mayores desafíos en materia económica para la gestión que llegue, aún si Cristina Fernández lograra la reelección, será cambiar un esquema distorsivo, por el cual se subsidia el consumo de sectores medios y altos que bien podrían pagar la energía y el transporte que consumen.
Las razones para que el gobierno mantenga un esquema cada vez más controversial se encuentran en la matriz clientelística de la concepción del poder, ya que reducir subsidios haría despertar a los argentinos de un sueño que carece de sustento real.
Si se eliminaran los subsidios de la energía eléctrica las tarifas aumentarían un 280 por ciento promedio, y en el caso del gas, el alza rondaría el 140 por ciento, en la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano.
Similar es el caso de los transportes, donde el boleto de colectivo y la tarjeta del subte, que aumentarían 440 por ciento de un día para el otro.
El caso del tren, un servicio que transita aún en la indecisión de un gobierno que parece tener presiones sindicales para no darle el impulso necesario, la tarifa subiría 720 por ciento.
El servicio de trenes Talgo a Mar del Plata que la presidenta inauguró en los últimos días pueden ser uno de los caminos a recorrer, pero también existe la necesidad de poner en marcha un sistema ferroviario de carga que empiece a sacar camiones en las rutas y posibilite bajar el costo de la logística en la Argentina.
Cada vagón ferroviario —un sistema que fue destruido en los 90— puede transportar dos camiones de cereales completos, en un dato que refleja lo que el desarrollo del tren como medio de transporte podría representar para la Argentina.
Las distorsiones provocadas por los subsidios y la inflación, más un dólar que empieza a retrasarse teniendo en cuentas las necesidades de este modelo, son dos componentes principales de la olla a presión que esta administración le dejará a la próxima.
Un dólar quieto mientras otras variables clave de la economía suben un 20 por ciento anual, arroja un escenario inviable.
Ante esta disyuntiva, lo más probable es que el próximo gobierno deba inclinarse por desacelerar el ritmo del gasto público, baje la cantidad de dinero en circulación y busque aminorar el ritmo de los reclamos salariales.
Para lograrlo, necesitará un volumen de sustento político de alto calibre, pero tal vez también hacer un gran llamado a construir un pacto social pendiente, si lo que se busca es sostener el crecimiento de la Argentina sobre la base de mayorías significativas.
José Calero
NA