Con su ola emocional, el crimen de Candela Rodríguez sacó a flote el latente problema de la inseguridad y golpeó al Gobierno de Cristina Kirchner en plena etapa de reconversión, pero aún con respuestas insuficientes para combatir al delito.
Pese a las distintas lecturas del caso y a los atenuantes que se esgrimieron desde el trágico miércoles en el que apareció el cadáver de la nena, se trató de un hecho de inseguridad —directa o indirecta— que mostró ineficacia en su resolución.
La inseguridad y la inflación son el Talón de Aquiles de la administración kirchnerista. En ambos casos se buscaron encontrar soluciones, sin aceptar la existencia del problema públicamente y quizá sin la premura necesaria. Lo importante, en todo caso, es que se encuentren esas soluciones.
En la inseguridad, es cierto, también surgieron paliativos —como el ingreso de la Gendarmería a la tarea de la prevención en algunas zonas o la creación del Ministerio de Seguridad— sabiendo y haciendo saber que las soluciones están en el largo plazo y por carriles distintos a la mera represión.
Gran parte de la sociedad pareció comprender esas explicaciones con su veredicto en las urnas. Quizá por algunos comportamientos reflejos si las elecciones fueran este domingo, el caso restaría algunos puntos al Gobierno, pero no deslegitimarían una victoria rotunda como la del 14 de agosto.
Maquillaje sin cirugía
Una de las razones por las que Cristina Kirchner ganó de esa manera es porque supo comprender el hartazgo de la sociedad hacia el liderazgo omnipresente y frontal de su esposo Néstor Kirchner. Esto es, solucionó políticamente lo solucionable.
Reconocido, recordado y reivindicado al extremo en cada acto, Cristina decidió no seguir las recetas de su marido. Dejó de lado la confrontación como forma de hacer política y conservó un solo enemigo, los grandes medios de comunicación.
Veamos el recorrido de la última etapa cristinista: solucionó el conflicto con Uruguay, dejó de librar batallas con la Iglesia, buscó recomponer con un sector del agro —especialmente con los pequeños productores— y acaba de iniciar una luna de miel con los industriales, a quienes les prometió corregir distorsiones del modelo.
Esa reflexión en la cena del Día de la Industria y el discurso previo del titular de la UIA Ignacio De Mendiguren, demuestra esa sintonía; el de Florencio Randazzo para contrarrestar las denuncias de irregularidades en la elección refleja que la pelea no cede con un sector de la prensa, aunque claro está, la Presidenta trata de no aparecer liderando esa pulseada.
El proyecto de Presupuesto 2012 refleja también la voluntad de pago al Club de París, dique para que la Argentina vuelva al mercado voluntario de crédito y también para un mayor flujo de inversiones extranjeras.
Muy Amado
Dentro de esta lógica de reinvención, Amado Boudou comenzó a jugar un papel central. Después del 14 de agosto, todas las tribus que abrevan en el universo K reconocen que será una figura clave del próximo capítulo. Algunos recelan de su liderazgo, otros comenzaron a respetarlo y a encolumnarse.
Kirchner tenía muy buen concepto de Boudou desde que le llevó el proyecto para estatizar las AFJP —lo cuenta Cristina en su biografía La Presidenta, de Sandra Russo— pero su dimensión política creció de la mano de la jefa de Estado.
Ahora, no solo se dispone a tomar el control del Senado, sino que también dio los pasos para convertirse en el hombre fuerte del kirchnerismo en la Ciudad de Buenos Aires y también quiere hacer pie en la estratégica provincia de Buenos Aires.
En los últimos días lideró un encuentro del kirchnerismo porteño y también fue anfitrión de un almuerzo con intendentes del conurbano. Boudou aquí y allá y hasta con guitarra en Sábado Bus. Y aspira a conservar su poder en el Ministerio de Economía, nombrando como sucesor a Hernán Lorenzino.
Boudou tiene buena llegada a distintos sectores. Por ejemplo, con Julio De Vido, el ministro de Planificación que ya ha mandado a decir que está a disposición de la Presidenta, pese a que reconoce en la intimidad cierto cansancio por sus años de gestión.
Habrá que ver cuál es su decisión si su cartera sufre amputaciones para la creación de ministerios como el de Transporte, que ya estuvo en estudio otras veces y que podría ser la nueva cartera creada por la jefa de Estado, luego del de Seguridad, Ciencia y Tecnología, Producción y Agricultura.
En la Ciudad, uno de los principales colaboradores de Boudou, Juan Zabaleta, ya comenzó a delinear la nueva etapa de relación que tendrá el kirchnerismo con Mauricio Macri, mientras pule algunas diferencias con los referentes de La Cámpora Andrés Larroque y Juan Cabandié, que faltaron a la cena que organizó el kirchnerismo porteño en Parque Norte.
Mientras tanto, el ministro de Economía conduce la campaña porteña del kirchnerismo con el objetivo de obtener como piso el 36 por ciento que sacó Daniel Filmus en la segunda vuelta de las elecciones para jefe de Gobierno.
Boudou conoce desde hace muchos años a Emilio Monzó, futuro ministro de Gobierno macrista y hombre designado para encarrilar el diálogo con la Casa Rosada. Ambos niegan haber hablado, pero Monzó sabe que su interlocutor seguramente querrá ser Boudou.
Ese diálogo será de mutua conveniencia y no de principios altruistas. El kirchnerismo se propone ganar la Ciudad en 2015 y hará lo que sea correcto o no tanto en función de ese objetivo.
Las negociaciones tendrán distintos ejes. Por lo pronto, el kirchnerismo quiere consolidarse como principal fuerza opositora en la Legislatura —Proyecto Sur tiene más legisladores— y planea quedarse con una veintena de puestos que corresponden a la oposición en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires.
Algunos de esos cargos están en la Auditoría porteña, AUSA o el Banco Ciudad. Por su parte Macri necesita obtener el aval K para sortear el presupuesto 2012, con aumento de ABL incluido, y para colocar un bono por 500 millones de pesos.
"Ambos necesitan acordar", reflexionó una fuente K. No se descarta que después del 23 de octubre, Macri y Cristina encuadren en una foto esta perspectiva.
Gabriel Profiti
NA