Decidida a repetir el caudal electoral cosechado en la primarias del 14 de agosto pasado e incluso superarlo, Cristina Kirchner largó a la cancha bonaerense a dos de sus principales ministros y referentes: el de Interior, Florencio Randazzo, y el de Economía, Amado Boudou, quien a esta altura parece más abocado a su rol de candidato a vicepresidente en campaña que a seguir de cerca los números de las finanzas nacionales.
Ambos tienen idéntica misión: reclutar a todos los referentes posibles del peronismo bonaerense, en especial a los intendentes y líderes territoriales para la causa cristinista. La lógica presidencial, en especial luego de la primaria, parece apuntar a no dejar ningún cabo suelto en el espinel justicialista.
Lo curioso es que Boudou, con ese halo de preferido de la Presidenta y su estampa de rocker prolijo, desembarca en las ciudades del interior provincial para ofrecer contención justo ahí donde percibe —él u otros operadores de Cristina— que subyacen resquemores o rencores contra su par de Interior.
Que se evidenciaron sobre todo con el cierre de listas de junio pasado, cuando muchos dirigentes que venían trabajando en alianza con Randazzo se sintieron poco reconocidos a la hora de repartir lugares en las listas legislativas del oficialismo.
Se insinúa, pues, una puja Boudou—Randazzo. Como dato adicional, un tercer actor del peronismo del interior, que ha crecido en influencia desde que fue nombrado ministro nacional, aparece en escena en una posición más cercana a la del candidato a vice que al titular de Interior.
Hablamos de Julián Domínguez, a cargo del área de Agricultura del gobierno de Cristina (un sillón caliente desde el 2008, cuando se desató la pelea de la Casa Rosada con el campo), quien además es la cabeza de la lista de diputados nacionales del oficialismo.
Fuentes bien informadas señalan a Domínguez como el próximo titular de la Cámara de Diputados de la Nación.
El condimento picante de este dato es que Domínguez y Randazzo son algo así como rivales en la interna del peronismo del interior bonaerense.
Algunas fuentes del PJ provincial, sin embargo, deslizan la posibilidad de que esta tensión que empieza a dibujarse en el oficialismo sea una suerte de pelea acordada, consensuada entre los actores protagónicos.
Nostálgicos, rememoran aquellas viejas épocas de los años noventa, cuando el por entonces gobernador Eduardo Duhalde —hoy devaluado candidato a presidente— fomentaba la pelea intestina en el PJ a través de dos líneas internas, Lipebo y Liga Federal, cuyo objetivo central era en ambos casos tributar al propio Duhalde, agigantar su dominio en el partido y evitar fugas a otras expresiones políticas que pudieran desafiar el poderío territorial del duhaldismo.
Si aquella vez, aun cuando existían diferencias internas entre esas dos corrientes, todos terminaban siendo duhaldistas puros, ahora, veinte años después y más allá de los celos y los roces entre Boudou y Randazzo, todos terminan siendo cristinistas y trabajando para asegurar un holgadísimo triunfo de la Presidenta en octubre.
El gobernador Daniel Scioli, quien suele definirse como engranaje central del oficialismo y ha dado sobradas muestras de lealtad a Cristina, supo cultivar buena relación con intendentes y referentes del interior provincial pero, digámoslo, es como que suena forzado afirmar que hay un "sciolismo" con peso propio y poder territorial.
Un poco por esto, y otro poco siguiendo esa lógica antes mencionada de no dejar cabos sueltos en el peronismo, es que Scioli ha iniciado conversaciones de acercamiento con actores desencantados del kirchnerismo.
Con el ex gobernador y actual diputado Felipe Solá, quien más que desencantado directamente se anotó en las filas opositoras desde 2008, parece avanzar hacia un entendimiento. Cree Scioli que Felipe puede volver a un espacio peronista que se referencie en el propio Gobernador y mirando a la sucesión presidencial de 2015.
Otra figura de bajo perfil pero inmensamente conocedor del peronismo bonaerense es el presidente provincial del Senado nacional José Pampuro, que ya no tendrá lugar en el casi seguro mandato de Cristina.
Integra esa "lista maldita" de los que aportaron a la causa y ahora ya no son considerados útiles. Scioli, sin embargo, sí cree que Pampuro puede aportarle construcción de consensos y acuerdos clave para el fortalecimiento de su figura, de cara a su segundo mandato.
Por esto mismo, y más allá de versiones sobre el desembarco de Pampuro en un ministerio provincial, es improbable que el hombre de porte pequeño y pipa en la boca desembarque en otro rol que no sea el meramente político.
Marcelo Pérez de Eulate
NA