Las Brics, principales economías entre los países emergentes, estudian incrementar la adquisición de bonos de la eurozona, limitándose puntualmente, en principio, a comprar sus deudas soberanas.
El grupo de países mencionado, compuesto por Brasil, Rusia, India, China y ahora también Sudáfrica, dicen tener la intención de ayudar a la región de Europa sumida en tan dramática crisis financiera.
Si bien es cierto que por el momento, todo se circunscribe a conversaciones, las decisiones parecen estar cerca de ser tomadas.
El próximo 22 de septiembre, en el marco de la cumbre del FMI y Banco mundial al que asistirán ministros de finanzas y titulares de los bancos centrales de los Brics, se prevé que tenga definición el tema.
Según publicó hace pocas horas el diario británico Financial Times, el gobierno italiano realizó un pedido puntual a China para que compre sus bonos.
Mientras Sudáfrica, por ejemplo, destaca que no está en la misma posición de sus socios como para tomar tan pronto una decisión, e India quiere seguir profundizando el diálogo para estudiar todas las alternativas posibles, Brasil parece ser el que más presiona para llevar adelante la iniciativa. Y aquí podría estar la clave.
Brasil quiere posicionarse como la quinta economía mundial antes de que termine la presente década, y la crisis europea y estadounidense constituyen una excelente oportunidad para concretar sus aspiraciones.
En marzo de este año, en la conferencia de prensa brindada por Barack Obama junto a su par Dilma Rousseff en el Teatro Municipal de Río de Janeiro, el primero, elogió el modelo económico de Brasil refiriéndose al mismo como un ejemplo a seguir por su progreso hacia una democracia próspera habiendo resurgido luego de tantos años de dictadura. Por su parte, Rousseff le expresó puntualmente la inquietud de que su país ocupe en breve un lugar en el Consejo de Seguridad de la ONU como miembro permanente.
En el escenario anteriormente planteado, Brasil puede aparecer como un canal que agilice las relaciones diplomáticas entre las crecientes economías asiáticas y las occidentales.
Ese rol, le permite constituirse en un sólido acreedor de la deuda europea y a la vez, incurrir en un gasto menor en tanto el resto debería ser aportado por los demás miembros de los Brics. Asimismo, el monto afectado no provendría de sus reservas, sino de un fondo soberano.
Concluyendo, la estrategia de Brasil suena bastante acertada considerando sus reales intereses. La cuestión aquí es que sus socios ya deben haberlo advertido, y habría que ver hasta qué punto consideran a la misma lo suficientemente útil a sus fines como para acompañar la iniciativa.
Nidia G. Osimani