La contundente victoria de Cristina Kirchner tiene una dimensión electoral obvia, que es la de gobernar otros cuatro años con un respaldo en las urnas del 54% de los votos, y una dimensión político-partidaria, cuya dinámica empezará a verse en las próximas semanas.
Esta última tiene que ver con la vida interna del justicialismo. Verdad inevitablemente instalada desde el domingo pasado: el peronismo tiene, guste o no intramuros, un nuevo jefe. Un nuevo líder definido. Es ella, más allá de que es muy probable que a la Presidenta ni se le cruce por la cabeza colgarse el cartelito oficial de titular del partido.
Hasta su muerte, Néstor Kirchner lideró el justicialismo. Cristina era la Jefa de Estado pero él era el jefe del partido, el estratega político. Hace casi un año, luego de aquel 27 de octubre en que al santacruceño lo sorprendió la muerte en El Calafate, las jinetas partidarias habían quedado en situación difusa.
Por cuestiones de sucesión interna, recayó en Daniel Scioli el cargo formal de presidente del partido. Nunca lo ejerció en serio porque, entre otros ítems, la cuestión partidaria se planchó a propósito.
Luego de un período en que el justicialismo fue una suerte de “grupete” de partidos provinciales, la imagen de Cristina empezó a ascender. Y la última definición de candidaturas se resolvió en una mesa chica que nunca tuvo en cuenta la discusión interna. Fue decisión de ella, heredera natural de las riendas del "proyecto".
Para muchos referentes peronistas, incluso enrolados en el kirchnerismo, CFK no terminaba de ocupar el lugar de "jefa política" y justamente por eso esas decisiones unilaterales provocaban descontento.
Hubo mil voces que acercaron a Scioli y a otros actores del peronismo la tentación de la ruptura o, al menos, la idea de impulsar la discusión de lo electoral en un comicio interno verdadero. Nadie se hará cargo hoy, cuando la Presidenta ostenta 11 millones de votos como respaldo, pero hasta no hace mucho tiempo atrás diversas voces dentro del oficialismo se quejaban de la falta de comunicación de Cristina con los líderes territoriales del peronismo, llámense intendentes o gobernadores.
Se sentían desplazados, olvidados, ninguneados. Según esa queja, Cristina no tenía aquella virtud campechana, amistosa, que sí tenía Néstor. Quien supo construir muchas fidelidades políticas desde el afecto.
Se especuló antes de las primarias, en ámbitos reducidos del PJ, con que un resultado tibio de Cristina en agosto provocaría algún efecto levantisco en el kirchnerismo crítico, en esos sectores que cuestionaban las formas herméticas de la Presidenta.
Llegó a instalarse cierto espíritu de "Jabonería de Vieytes" (el parangón es exagerado pero remite a esas reuniones clandestinas que realizaban los patriotas cuando planeaban alzarse contra el yugo español), que terminó siendo nada más que la intención de unos pocos.
La Presidenta anticipó en las primarias de agosto lo que vendría después: una distancia abismal con la oposición y un formidable caudal de votos propios. Es más, la contundencia del domingo último superó aquellas previsiones. "Que nadie se equivoque: los votos son de ella", resumía en estas horas una fuente del cristinismo.
Es un mensaje a los muchos gobernadores e intendentes que hicieron una elección excelente el domingo y que suelen manejar un dogma según el cual el candidato presidencial es el beneficiario de los votos que juntan ellos en los territorios. El cristinismo ha venido ahora a romper ese paradigma: el triunfo de ellos fue gracias a Cristina, gran polea de arrastre hacia arriba, aseguran allí.
Esta construcción es, también, un vaticinio. Salvo que haya un descalabro económico muy grande, será muy difícil que en los próximos dos años surjan movimientos insurgentes, cuestionadores, dentro del oficialismo. Aún frente a situaciones urticantes.
Un ejemplo más que probable: ¿cuántos se resistirán si Cristina decide poner como cabeza del Consejo Nacional del PJ —órgano ejecutivo del partido— al vicepresidente electo Amado Boudou? Es probable que a los peronistas históricos les agarre úlcera. Pero, ¿cómo cuestionar a la mujer que ganó en todas las provincias del país, menos en la inexpugnable San Luis?
Es probable, también, que el abultado resultado retarde la carrera por la sucesión de Cristina. Se dará en algún momento, claro. Pero los actores posibles —Juan Manuel Urtubey, Scioli, Jorge Capitanich, José De la Sota, entre otros— deberán ser verdaderos tiempistas para no pedalear en falso o antes de tiempo.
Y tal vez deban hacerse una pregunta: ¿Es posible aspirar a eso yendo contra la Presidenta? Hoy parece improbable pero, se sabe, la política jamás fue una ciencia exacta.
Mariano Pérez de Eulate
NA
NO HAY RESPALDO DEL 54%. HAY FRAUDE, O SEA QUE ESTE RESPALDO DURA POCO TIEMPO YA QUE ES FICTICIO.
Cada vez que veo la foto de estos dos, me acuerdo que un amigo trabaja hace muchísimos años en la Rosada, y la otra vez me contó medio al pasar que Néstor le pegaba a Cristina, y que le metió un bollo fuerte frente a todos el día que estaban discutiendo (uno de los tantos) quién iba a ser el candidato a Presidente en 2007. También me comentó una de Scioli: cuando a su chef se le pasaba un minuto la comida, él directamente iba y la tiraba (por ejemplo, un plato de fideos). Y trata para el tuje a todos sus empleados. En cambio, su esposa es -según él- una "buena" tipa. Y esto no es chiste, eh. El flaco trabaja desde abril de 1996 allí. Ha visto de todo.