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Contradicciones en la aceptación de un dios máximamente perfecto, frente a las imperfecciones de su creación

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Uno de los clásicos atributos del dios ideado por los pseudocientíficos teólogos, es la absoluta perfección.

 

 Dios es máximamente perfecto, se dice, pero ¿frente a qué?  Frente a lo imperfecto por supuesto, pero ¿qué es lo imperfecto?

 No vamos a tomar aquí los conceptos aristotélicos de potencia y acto que esgrimen lo teólogos tomistas, porque no se ajustan a la realidad. No es que la perfección se pueda medir mediante el acto y la imperfección por la potencia al punto de llegar a afirmar que: “una cosa es tanto más perfecta cuanto más es en acto”. Esto carece de sentido para la realidad dinámica de la naturaleza universal.

 Vayamos entonces al siguiente razonamiento:

 Si todo lo existente separado de ese dios es su propia creación, ¿de dónde surge entonces lo defectuoso, lo tosco, lo anormal, lo grosero? ¿Debe ser considerado todo esto como una parte del mundo inacabada, aún incompleta?

 ¿La creación entonces se halla acaso inconclusa?

 Desde dos enfoques son cuestionables las cosas aquí.

 1º Desde el punto de vista de la creación ex novo o un creacionismo evolutivo.

 2º Desde el punto de vista de la potencia gobernadora providente.

 1) Si éste ser creador que parte de la nada, es el summum de la perfección, ¿por qué creó un mundo gradual donde existe una escala que va desde lo más tosco e imperfecto hasta lo más perfecto?

 Si por otra parte este ser creador se vale de la herramienta de la evolución, ¿cómo es entonces que nos hallamos aún inmersos en una obra inacabada llena de imperfecciones?

 Tanto en el primero como en el segundo caso, es indigno de un ser absolutamente perfecto el haber creado un mundo lleno de imperfecciones.

 2) Si semejante ente gobierna el mundo con suma eficiencia, como cuadra a un ser absolutamente perfecto, ¿por qué hay accidentes? ¿Por qué hay yerros en la naturaleza? ¿Por qué hay tanteos al azar en las filogénesis?

 ¿Por qué hay ausencia de garantías para la existencia de la vida, de nuestro planeta y del sistema solar entero a merced de un choque estelar o galáctico (denominado este último canibalismo galáctico, cuando una galaxia mayor “traga” a una menor, por ejemplo?

 Venga la siguiente digresión dogmática. Si tal dios necesita realizar “milagros” para cambiar el curso de los acontecimientos, ¿cómo puede gobernar con eficiencia el mundo natural entonces? Pues, si es omnipotente y todo se halla en “sus manos”, por supuesto que no necesitaría recurrir a la suspensión de las leyes naturales.

 La teología trata de explicar todo esto, echando mano de los grados de perfección. Este argumento dibuja en nuestra mente algo así como una figura con simetría radiada, como aquel modelo tomista (del medieval santo Tomás de Aquino autor de la Suma teológica) de un foco central de suma perfección, cuyos rayos se debilitan en razón de la distancia hasta la acción nula.

 Ese dios sería comparable con nuestro sol, cuya potencia radiante se debilita en razón de la distancia hasta perderse en la negrura de la noche universal.

 Pero ya hemos visto que un ente así, limitado en su acción, no condice con aquel omnipotente “dios creador y gobernador del mundo”.

 Si por otra parte anclamos en supuestas motivaciones que no entendemos, según las cuales las cosas deben ser misteriosamente tales como son, aun esto no satisface puesto que con este criterio deberíamos también aceptar otras contradicciones en otros terrenos e incluso cosas descabelladas. No conforma porque da pie a eternos interrogantes lógicos que puede formular cualquier “criatura” inteligente como por ejemplo este: Si este dios optó por crear un mundo gradualmente perfecto, que va de lo más imperfecto a lo más perfecto hasta desembocar en él como el sumus, ¿lo hizo así con la finalidad de resaltar “El” como la suma perfección frente a algo inferior?

 Si esto fuera así, ya aquí tenemos entre manos a un ser que no reúne todas las perfecciones posibles, porque peca de soberbia y vanidad. Se trataría, según esta suspicacia, de un ente soberbio y vanidoso que necesita glorificarse a sí mismo; necesita también ser glorificado y reconocido como el “más perfecto” (entre comillas porque demostramos que tampoco lo es) por parte de sus imperfectas criaturas creadas por él.

 Afirmar entonces que el mundo ha sido creado por un dios así, equivale a exclamar (por parte de ese dios):

 “YO, YO soy mejor que toda mi creación. YO ser perfecto, glorioso, soy SUPERIOR al mundo entero creado por MÍ”

 ¿Consecuencias? Se trataría de un dios jactancioso, es decir, manchado por un feo defecto.

 Esta vanagloria de que adolecería semejante ser, atenta por partida doble a la teología.

 Primero: no es posible que se tratara de un ser máximamente perfecto.

 Segundo: su vanagloria también sería infundada al no ser el summum de la perfección, creyendo serlo.

 En todo caso, el sentirse de todos modos, más perfecto que su creación, le ensoberbecería.

 Más si hubiese creado un mundo tan perfecto como él; si sus criaturas fuesen tan perfectas como él, ello equivaldría a decir a sus criaturas en el acto de la creación: “¡Existid y sed dioses perfectos como yo lo soy!”.

 ¿Tendría sentido un mundo así? ¿Un dios multiplicado en cada una de sus criaturas?

 ¡Claro que no! Salvo que semejante ente deseara abandonar su soledad.

 Pero si todos fuesen como él, si todos fuesen él; no habría diferencia alguna y ello equivaldría a ser Uno otra vez. Siempre Uno y solo.

 ¿Acaso se sentiría menos sola una persona cuya imagen se viera multiplicada en muchos espejos? ¿Puede ser este el motivo por el cual este hipotético ente “ha creado” los grados de descendencia de perfección hasta lo más despreciable?

 El teólogo debiera aceptar esto, es decir que las cosas imperfectas han sido creadas, puesto que antes de la creación del mundo, según la supuesta ciencia teológica, sólo existía un dios que era perfecto. Nada había fuera de él, ni siguiera las imperfecciones porque el mundo aún no estaba hecho.

 ¿Cómo me pueden explica esto los teólogos? ¿No se cierra aquí toda posibilidad de aceptar a un creador absolutamente perfecto?

 Alguien podría añadir el argumento de que, finalmente, tal creador perfecto existe a pesar de todo, porque ante la opción: o crear otros seres tan perfectos como él (es decir multiplicarse a sí mismo sin crear nada) o crear gradaciones de perfección, decidió realizar esto último por ser más lógico que lo primero.

 Pero he aquí que este razonamiento acarrea más dificultades, y muy serias por cierto para la supuesta ciencia teológica, que atañen directamente a la supuesta existencia de un ente supremo. Consisten en caminos que se cierran en un cuarto con paredes corredizas que aplastan al presunto creador.

 En efecto. Si este ente, hubiese creado seres perfectos como él, todos seríamos absolutamente perfectos como copias exactas de él. Se trataría del mismo ente multiplicado con absoluta exactitud como la imagen no invertida en una serie de espejos y esto sería absurdo.

 Ahora bien. Si por otra parte este dios (ya condicionado por lo conveniente o por el principio de razón suficiente de Leibniz (Monadología, 31, 32) tuvo que optar por crear un mundo gradual con escalones descendentes conteniendo criaturas inferiores a él para no ser él, entonces nos vemos ante dos cosas: frente a un dios obligado a realizar una cosa y no otra, y ante una creación indigna de un ser absoluto, pues ante un mundo plagado de cosas viles y despreciables, no podemos aceptar a un artífice perfecto.

 Si por último creó un mundo inferior para resaltar él como el mejor pecando de soberbia, damos de bruces nuevamente con un ser defectuoso.

 Luego, el dios creador de los teólogos no puede existir (ni ningún otro), es un imposible porque se halla como encerrado en un recinto cuyas paredes se le acercan… se le acercan… lo aplastan, lo trituran, lo transforman en una nada.

 Una de las paredes es la falta de sentido de la creación de réplicas exactas de sí mismo para estar acompañado de… ¿si mismo?

 El otro muro que se le viene encima es la obligatoriedad que se coloca por encima del hacedor impidiéndole crear un mundo tan perfecto como lo es él.

 La tercera pared es la imposibilidad de la creación de un mundo pleno de vileza, abyección, bajeza, violencia… y otras lacras, indigno de un excelso creador.

 Finalmente, la cuarta representa la vanagloria de que estaría surtido este ser al haber creado un mundo inferior para relucir él.

 El resultado es un dios víctima de una implosión que lo aniquila. No pede existir como fruto de semejante razonamiento implosivo.

 Algo similar ocurre cuando consideramos el orden y el desorden en el universo de galaxias.

 Según la teología, si su dios estaba solo antes de haber creado el mundo, ¿existía ya la posibilidad del desorden? Si existía, entonces ya algo preexistía al mundo junto con ese dios.

 Si no existía esa posibilidad del desorden tuvo que haberla creado ese mismo dios, de modo que no creó tan sólo el orden sino también la posibilidad del desorden.

 ¿Cómo se explica esto teológicamente? ¿No existe aquí un tremendo nudo gordiano?

 Si la mente humana ideó gratuitamente a un ser máximamente perfecto, también cayó víctima de sus propias trampas mentales al hilvanar ideas que le conducen a callejones sin salida.

 ¿No nos está indicando todo esto la falencia de nuestro mecanismo mental, cuando intentamos idealizar a un ser absoluto que se contradice a sí mismo?

 En efecto, reiterando, ese ser absoluto opta por crear algo inferior a él precisamente para resaltar “El”. Pero resulta que esa creación llena de defectos no es digna de un ser absolutamente perfecto por cuanto no cabe aceptarlo como tal.

 Por otro motivo se ve condicionado. No puede crear “cualquier mundo”, sino un mundo que va de lo más degradado hasta la perfección suma que falsamente se atribuye a él.

 También se dice en teología, que ese dios no es tan sólo más perfecto que todos los entes reales, sino también que todos los posibles. Y aquí viene el interrogante que empalma con lo ya dicho: ¿entonces la posibilidad limitaría a ese dios, puesto que echó mano tan sólo de los posibles?

 Sea como fuere, más digno de ese dios hubiera sido haber creado seres inferiores a él para destacarse de ellos, pero más perfectos de lo que son, sin esa posibilidad de la “caída” al utilizar el “libre albedrío”.

 La creación del libre albedrío ya sería una imperfección porque permite optar por lo erróneo.

 La posibilidad de lo erróneo de consecuencias funestas, ya es también una imperfección en la “creación” cosa que no existía antes del acto creativo.

 Si el ente creador creó el “libre albedrío” y la posibilidad del error porque era lo conveniente a pesar de todo, entonces dicho creador estuvo ¡condicionado!, la conveniencia estuvo por encima de él restándole la calidad de absoluto… y así podemos continuar hasta el infinito…

 

  Ladislao Vadas

 
 

47 comentarios Dejá tu comentario

  1. Lucas no penses mas, te pueden saltar los tapones viejo, son muy profundos tu pensamientos, escribite un libro que sera muy util a la gente, sobretodo si lo haces en papel higienico. Ya te recomende por tu bien, la frase de Carlitos Bala: " hace silencio ficticio", pero seguis empeñado en decir pavadas, cortala man.

  2. Lucas: Cuando pares de reirte quizás te des cuenta que las guerras irracionales, lejos de provenir de quienes discuten, sin provocadas por quiene abandonan las discusiones y eligen las vías de hecho para intentar solucionar esos problemas o bien imponer su punto de vista y voluntad. El mundo está como está por no resolver adecuadamente (en forma racional) las discusiones y no por las discusiones, que no causan problema alguno.

  3. Mil disculpas por la demora, pero debo justificar el estipendio que recibo por mis servicios, y atender a la familia, eso me lleva un tiempo. Trataré de responder: Como dice IRONICS el concepto es de Descartes. Este es un filósofo discutido dentro del catolicismo pues da una posibilidad Fifty – fifty a la existencia de Dios. Lo cual no es un hecho casual. Como ejemplo voy a dar esa misma proporción a la afirmación de IRONICS sobre el hecho que Descartes sea un pelotudo. Esto es debido a dos cosas: La primera a una definición de Platón por la cual “Una opinión es una cosa que puede ser y no ser al mismo tiempo” La segunda es para eludir la verdad absoluta que pudiera representar la frase “ Un filosofo que dice semejante pelotudez, no merecería ser tenido en cuenta” La idea de verdad absoluta es Connatural a Dios y por consiguiente una idea innata. Lo mismo sucede si afirmo: “ Contradicciones a la afirmación de un Dios máximamente perfecto frente a lo imperfecto de la creación” ¿De donde saqué yo la idea de perfección? ¿De que manera la conocí? Es obvio que si afirmo que la creación es imperfecta cometo al menos tres errores 1) La afirmación de un absoluto que implica verdades absolutas, ambos atributos de Dios. 2) El pleno conocimiento de Dios, ya que estoy afirmando que Dios es perfecto, y lo comparo con su creación que es imperfecta. Esto implica conocimiento pleno de la perfección. Otra idea innata. 3) La presunción de juez imparcial en la que me coloco para efectuar dicha afirmación. Juez imparcial es un atributo de Dios. Otra idea innata. Por otra parte un juez natural se declararía incompetente para efectuar un juicio semejante, debido a que es parte interesada en el asunto en cuestión. A todos los foreros, y a los que trabajan en “Tribuna” muy felices Navidades, pásenlo bien, si pueden disfrútenlo en familia, y nos vemos si Dios quiere el lunes o en algún otro momento.

  4. Oscar te noto Berkeliano en tu filosofia relativista. Don Berkeley decia que "todo es relativo, menos la creencia de que todo es relativo", una paradoja porque la creencia en la relatividad la daba como un absoluto. En fin me parece que los filosofos la complican demasiado, para mi que me lleve recreo a marzo, una piedra es una piedra, un arbol es un arbol y Dios es una idea. Todo lo demas es piri pipi Ta luego eh !! .

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